La tribuna

Recordando a Celia Viñas

Recordando a Celia Viñas
Ángel López Moya
- Coronel De Caballería Retirado

El 21 del pasado mes de junio se han cumplido 71 años de la muerte de Celia Viñas, pero su obra y sus enseñanzas permanecen vivas y frescas; es como si en el próximo septiembre volviésemos a comenzar nuevamente el curso de Literatura. Ya quedamos pocos de los que tuvimos el privilegio de ser sus alumnos y hoy puedo asegurar que ningún profesor ha tenido tanta influencia en mi, a pesar de ser de ciencias, como la tuvo Celia Viñas Olivella. No voy a hablar de la autora de poemas y poesía infantil que fue Celia Viñas, consciente de que hay personas más cualificadas que yo para hacerlo. Voy a hablar de la profesora, del ser humano que era, una auténtica madre para sus alumnos que consiguió que encontráramos esa parcela humanística que todos llevamos dentro, a veces sin saberlo. Celia siempre me recordó a Bécquer cuando éste escribía:

“¡Ay! Pensé; ¡Cuantas veces el genio /así duerme en el fondo del alma, /y una voz como Lázaro /espera que le diga “Levántate y anda”. Celia Viñas fue esa mano de nieve que supo arrancar esas notas que dormían en nuestras almas.

Su método de enseñanza fue muy personal y curioso. Para mañana, nos decía, aprenderos tal poesia. Al día siguiente pedía voluntarios para salir a recitarla y al terminar te ponía un diez. A todos los alumnos aquello nos parecía muy fácil, incluso teníamos la sensación de que la engañábamos y al día sigiente nos aprendíamos otra poesía y otro diez. Me costó muchos años entender que durante los tres años que fui su alumno me aprendí más de cien poesías, que aún memorizo, con su correspondiente autor: sonetos, rimas, madrigales, romances etc. Llegó un momento que los alumnos comprábamos libros de poesías por nuestra cuenta, porque esta receptividad que la Señorita Celia, como la llamábamos, había sembrado en nuestros corazones de niños empezaba a aflorar y a descubrir una sensibilidad hasta entonces desconocida : Villaespesa, Lope de Vega, Espronceda, Duque de Rivas y un ciento de autores, con 12 ó 13 años nos eran totalmente familiares.

Otra de las anécdotas que recuerdo con cariño y nostalgia fue la excursión que organizó la Señorita Celia a la nieve. Debió ser en el invierno de 1952 o 1953, aunque la precisión de la fecha importa poco. Fue un año que cayó una buena nevada en la Sierra de Gador y aunque la nieve no llegó hasta Almería, si lo hizo a solo un par de km. por encima del barrio del Quemadero. Yo ya estaba familiarizado con la nieve, porque en Alcolea, mi pueblo, en aquellos años nevaba con frecuencia, pero había muchos niños que jamás la habían visto. Disfrutamos, como lo que éramos, como niños, pero ella disfrutó más que nosotros, observando nuestras caras de sorpresa y nuestros juegos inocentes y divertidos. Fue un día inolvidable. Por eso 70 años después puedo ver aquella foto en blanco y negro con algunos toques sepia en mi memoria, ya muy desgastada. Jorge Guillén escribió aquellos versos inolvidables: “Lo blanco está sobre lo verde, y canta: nieve que es fina, quiere ser alta”. Ya nos habíamos aprendido esta poesía a cambio de un 10.

Otro día organizó una excursión a La Garrofa. Yo a Celia Viñas siempre le encontré un parecido extraordinario con Eva Perón, a la que conocía por los sellos de Argentina, donde aún había muchas familias españolas y sobretodo de Almería. Recuerdo a nuestra profesora al frente de una gran hilera de niños que caminábamos a buen paso por la orilla de la carretera de El Cañarete. No recuerdo que hubiese arcenes en aquellos años. Y ¿Por qué fuimos a La Garrofa precisamente? Sin duda a rendir homenaje a los 27 almerienses que fueron asesinados en la madrugada del 15 de agosto de 1936, prácticamente recién empezada la guerra. La lista de estos mártires empezaba por Ángel Alcaraz Carretero y acababa con Rogelio Pomares Velázquez. Previamente fueron llevados al buque prisión Capitán Segarra y de allí fueron sacados y conducidos a la playa de La Garrofa siendo fusilados aquella madrugada. A continuación, para no dejar rastro, los cadáveres fueron lastrados y arrojados al mar. Al final las mareas fueron sacando los cuerpos, algunos ya mutilados, a las playas del Zapillo.

Celia Villas hizo una buena siembra, aunque no pudo disfrutar de la cosecha, pero la semilla cayó en tierra fértil y germinó, dando el ciento por uno. Tus alumnos no te olvidamos.

También te puede interesar

Lo último

stats