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El utilitarismo viene definido por el diccionario de la lengua española en una primera acepción como una “actitud que valora ante todo la utilidad de las cosas”, y en una segunda acepción como “una corriente de pensamiento que considera la utilidad como principio de la moral”. Desde mi punto de vista, la actitud del Presidente estadounidense en sus primeras semanas de mandato apunta a que su guía política va a ser el utilitarismo, como buen “mercader” que es, unido al uso de la herramienta de análisis de la teoría de juegos, cuyas aplicaciones en ciencia política son numerosas y heterogéneas. La teoría de juegos explora la dinámica de la toma de decisiones entre agentes competidores, cada uno esforzándose por maximizar sus propias ganancias frente a la incertidumbre sobre las acciones de los demás. En diplomacia, donde los intereses en juego incluyen la seguridad nacional, los intereses económicos y las vidas humanas, la aplicación de la teoría de juegos puede proporcionar percepciones cruciales sobre las posibles reacciones y contra-reacciones de los estados involucrados en un conflicto o negociación.
Pero es importante tener en cuenta que estos mecanismos de negociación tienen condiciones, por ejemplo, no lo puede hacer una persona débil o una Nación pequeña económica o políticamente. Siempre se basa en una relación asimétrica donde el más fuerte puede aplicar estos procedimientos. En este caso, el poder de la economía estadounidense otorga a las amenazas un peso añadido, pues el costo relativo de ponerlas en marcha es menor para Estados Unidos que para la contraparte. Desarrollada a partir de los años 30 del siglo pasado, la teoría de juegos es un área de la matemática aplicada que “estudia la elección de la conducta óptima de un individuo cuando los costes y los beneficios de cada opción no están fijados de antemano, sino que dependen de las elecciones de otros individuos”. Se puede decir que la teoría de juegos es la ciencia de la estrategia: un marco teórico para concebir situaciones sociales entre jugadores que compiten entre ellos con el propósito de maximizar su utilidad.
Y en la aplicación de la teoría de juegos, el escenario geopolítico y estratégico actual difiere mucho del que marcó la segunda mitad del siglo XX; el cuestionamiento de la hegemonía occidental bajo el liderazgo de una única superpotencia es evidente. China ambiciona sustituir a Estados Unidos como gran potencia global y la tensión entre estas dos grandes potencias ha abierto una oportunidad para que otros actores como Rusia, Irán o Turquía puedan jugar un papel mucho más relevante en el escenario internacional.
Ante este escenario y la irrupción en el mismo de Trump, la Unión Europea tendrá que “jugar con la misma baraja”, con la frialdad de la teoría de juegos. En este aspecto, fue todo un ejemplo la actitud del Presidente de Ucrania en la bochornosa reunión con Trump y su Vicepresidente en la casa blanca, adoptando una actitud prudente y sensata ante los exabruptos amenazantes de dos maleducados, aunque estos lo hicieran a conciencia, intencionadamente; y además, cobarde, ya que por la parte del débil sólo estaba presente su Presidente, y por la otra, el fuerte, su Presidente acompañado de su Vicepresidente y rodeados de los principales medios de comunicación para “dar fe” de quien marca las reglas para el fin de una guerra con un culpable evidente.
La Unión Europea no puede perder tiempo en reuniones estériles. Unidos somos unos 450 millones de europeos frente a unos 340 millones de estadounidenses; unidos somos la segunda potencia mundial con un PIB de 18,59 billones de dólares frente a 27,72 billones de EEUU, y superamos a China con sus 17,79 billones y a Rusia con sus 2,021 billones (datos de 2023), pero siempre y cuando actuemos en el tablero internacional con una única diplomacia y defensa; así los estadounidenses tendrían que plantearse si para el choque con China por la hegemonía global, les interesa mantener el vínculo atlántico de común acuerdo y no de “vasallaje”, con amenazas con los aranceles o su salida de la OTAN. Y en esta situación no ayuda la deriva que algunos gobiernos europeos están tomando respecto a Rusia. Si a Estados Unidos no le afectan los movimientos en suelo europeo del sátrapa de Moscú, la Unión Europea tendrá que tomar sus decisiones independientemente del interés de Trump, que en el caso de Ucrania implicaría cubrir el vacío que pueda dejar la retirada del apoyo estadounidense.
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