La centrifugación del poder a la periferia (I)
elreportaje
Conflicto territorial. Los habitantes del territorio van tomando conciencia de que el municipio debe ser una realidad en la que prevalezcan los objetivos de gestión
A raíz de la conquista del reino de Granada, durante mucho tiempo y por razones de seguridad, los pocos núcleos de población existentes en el litoral aparecen amurallados (Adra, Almería). En el territorio almeriense varias aglomeraciones ocupan las vertientes de la periferia montañosa costera, quedando la población concentrada en su totalidad: Mojácar, Níjar, Vícar, Enix, Felix, Dalías (comprende dentro de su jurisdicción una extensa cuenca sedimentaria, entre la vertiente sur de la sierra de Gádor y el mar Mediterráneo, conocida con el nombre de Campo de Dalías, despoblado). A partir de los años finales del siglo XVI la población de Dalías aumenta espectacularmente, multiplicándose por 12,43 entre 1575 (100 vecinos, unos 400 habitantes) y 1752 (1.200 vecinos, 4.973 habitantes), desde este último año y hasta 1860 la población se duplica, pues cuenta con 10.694 habitantes. En el último tercio del siglo XIX la población concentrada en la villa comienza a disminuir en beneficio de los hábitats rurales del Campo (actual municipio de El Ejido), así al final del periodo (año 1981) nueve, de cada diez habitantes del municipio de Dalías, viven permanentemente en el espacio ejidense.
Paulatinamente y cada vez con más intensidad los habitantes del citado territorio van tomando conciencia de que, si bien, en la definición del término de Dalías el proceso histórico ha sido fundamental, el municipio debe ser una realidad en la que prevalezcan los objetivos de gestión, pues el papel del territorio municipal es esencial, como espacio de producción, de servicios y de consumo. En la relación del individuo con el territorio la gestión a escala local lo es de lo concreto y de lo directo, al ser el municipio el más genuino espacio de relaciones sociales consideradas como conexiones socio- territoriales.
En la segunda mitad del siglo XX el espacio ejidense es escenario de decisivos y trascendentales cambios, valorados como historia que está ocurriendo, centrados en la transformación de la organización/estructura hidráulica y en la permanencia/cambio socioeconómico: 1) Avances tecnológicos en la apertura de pozos. 2) La instancia estatal. Actuaciones del I.N.E., I.R.Y.D.A., I.A.R.A. 3) Etapa localista. Desarrollo de las sociedades hidráulicas. 4) Progreso fulgurante de la superficie regada. 5) La ampliación de los regadíos y los medios tecnológicos puestos a contribución para ello, algunos encaminados a un ahorro considerable de agua. 6) Necesidad de un cambio de escala: trasvases y pantanos. 7) Nuevos usos del agua: abastecimiento urbano y turístico. 8) Desaparición de la sociedad campesina tradicional. Aceptación por el propio campesino de su pertenencia a una entidad más amplia. 9) Del auge del parral a la espectacular expansión de un único ciclo productivo: los cultivos hortícolas en invernadero. 10) Cambios en la composición de las clases propietarias. Los nuevos protagonistas. 11) Coyuntura económica y formas de explotación. La crisis de la agricultura tradicional. 12) La relación con el capital financiero y el endeudamiento. 13) La tendencia a la especialización y a la intensificación. 14) Presencia mayoritaria de los cultivadores directos. Nuevas empresas agrícolas: debate en torno a la eficacia de la gestión indirecta. 15) Problemática del nuevo sistema agrario. 16) La agricultura de El Ejido en el contexto del Mediterráneo y en el de la Unión Europea: rasgos diferenciales y perspectivas. 17) El invernadero al generar, entre otros, importantes flujos financieros y ocupacionales, trasciende los límites de su presencia paisajística, al ser el soporte de una próspera economía, tanto a través de los ingresos por la comercialización de sus productos, como por el movimiento interno que engendra una intensa movilización financiera, empresarial y de captación de mano de obra extramunicipal, por lo que El Ejido se ha convertido en un espacio de inmigración.
El excepcional desarrollo económico y poblacional del territorio ejidense a partir de 1953, inevitablemente trae consigo cierta centrifugación del poder desde el núcleo de Dalías a la periferia. El proceso se intensifica durante los años sesenta (en 1970 la población total del municipio es de 21.304 habitantes, de los que 3.833 residen en el núcleo de Dalías y 17.471 en el territorio ejidense, lo que representa el 82 % del total municipal) y especialmente en los setenta (en 1981 la población total del municipio es de 32.999 habitantes, de los que 3.513 residen en la localidad de Dalías y 29.486 en el espacio ejidense, lo que representa el 89,35 % del total municipal). En este tiempo nada será igual que antes, pues asistimos a la reacción de una sociedad desvertebrada desde el punto de vista político-administrativo. Las políticas territoriales desplegadas en lo que actualmente es el municipio de El Ejido, durante buena parte de estos años, difieren poco de las aplicadas en los años cuarenta y cincuenta, lo cual explica el fracaso final de las mismas y lo comprometido que puede ser la manipulación ideológica de la historia de un mismo territorio. Todos los conflictos, justificados en una apreciación histórica del espacio, hacen imposible el acuerdo entre los contendientes, pues cada parte puede tener su razón, la cual no es extraño sea en si misma válida. La solución definitiva del conflicto político-administrativo-territorial de El Ejido-Dalías muestra que, de hecho, estos contenciosos suelen tener una finalización pragmática, basada en las relaciones de poder existentes en cada momento.
El espacio municipal de Dalías acabará reflejando las estructuras socioeconómicas que sobre él actúan: los ejidenses toman conciencia de como el poder, a escala local, es un poder territorial concreto y directo. La vieja estrategia gradualista de ritmos e intensidades, de difícil equilibrio entre conservadores y reformistas, de renovar algo para que todo siga igual, es una receta imposible, la cual sería estéril tratar de resucitar en El Ejido de los años setenta. El fin de una época se aproxima, y los sectores partidarios del cambio se encuentran dispuestos a tomar el relevo con un impulso más firme.
En el territorio del actual municipio de El Ejido la evolución hacia una mayor concentración de la población, aunque sea en pequeñas entidades, se aprecia ya en el último tercio del siglo XIX. Este fenómeno se incrementa en la primera mitad del XX y se intensifica aún más a partir de 1950, en este año algo más de la mitad de la población (56 %) habitaba en casas dispersas, mientras en 1980 el porcentaje pasó a ser inferior a la quinta parte del total de los habitantes. Este hecho y algunos procesos desencadenados en el territorio ejidense, muestran que los intereses, de los grupos sociales relacionados con su territorio, están ligados a los elementos psicosociales inmediatos. En la escala de referencia territorial, a medida que nos aproximamos al ámbito de la vida cotidiana local, existe una estrecha vinculación entre la toma de decisiones y el espacio concreto, por otra parte, los problemas se intensifican en el ámbito de los intereses y relaciones inmediatas y personales.
Los hechos en los que intervienen, de manera decisiva, la relación interpersonal y los asuntos concretos e inmediatos, serán una fuente de conflictos. Estos se avivan en el espacio ejidense con el tránsito del régimen franquista a la monarquía parlamentaria, así como también por la irrupción de nuevos factores socioeconómicos, centrados en una fuerte inmigración y el desarrollo del invernadero. En El Ejido el espacio no es neutro, ni estático, sino que es el resultado de diferentes dinámicas, en ocasiones contrapuestas, por tanto se hace necesario considerarlo global mente como un medio político-administrativo, económico, social y ambiental.
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