Las enfermedades que trataba Manuel Carreño en Dalías

Datos. En la Topografía Médica y Estadística de la villa, se integran los números de lo que es una sociología de la enfermedad, con el análisis económico y destino individual del hombre enfermo

Las enfermedades que trataba Manuel Carreño en Dalías
Las enfermedades que trataba Manuel Carreño en Dalías
Pedro Ponce

10 de junio 2018 - 02:31

Rodríguez Carreño el cólera del año 1834 afectó en Dalías a 1.603 personas, de las que sanaron 1.056 y murieron 547, entre ellas el médico José Enciso; en 1855 los aquejados fueron 1.475, curándose 1.073 y falleciendo 402, entre las víctimas se contaron los médicos Manuel Ruiz Pérez y Francisco Callejón Godoy, y el «profesor de farmacia» Salvador Gallegos.

Los registros de defunciones, observando las probables omisiones y los errores, permiten conocer los terribles efectos, en lo referente a fallecimientos, del cólera del año 1855 en Dalías, en algo más de un mes, 10 de julio al 20 de agosto.

En el año 1855 fallecieron en el municipio de Dalías un total de 470 personas, 310 de cólera (18 en Balerma) y 160 de diversas enfermedades.

Con el cólera se hizo crítica la situación, poniéndose en evidencia las carencias y contradicciones de la sociedad daliense, se agudizaron no sólo los problemas sanitarios, sino que sus consecuencias fueron más allá al impactar brutalmente sobre un importante contingente de la población en edad productiva y reproductiva, tanto presente como futura. Todavía en el sobrecogedor año 1855 se produjeron en Dalías 365 nacimientos, y 301 en 1859, año igualmente dramático por la viruela.

En la Topografía Médica y Estadística de la villa de Dalías, se integran los datos de lo que podemos considerar una sociología de la enfermedad, con el análisis económico, e incluso con el destino individual del hombre enfermo. Rodríguez Carreño tiene gran preocupación por los problemas sociales, siendo testigo de excepción de la descarnada realidad, especialmente, respecto a los mineros. Esta circunstancia, unida a sus consideraciones sobre clima y salud, le hace sobrevalorar los caracteres de salubridad del campo, en línea con la tendencia británica, que influirá en medicina y en otras manifestaciones, poniendo en duda, por primera vez, la búsqueda de la industrialización y el desarrollismo a toda costa, aspecto subyacente en algunos párrafos de la obra, si bien, no formulado de manera fehaciente.

Sobre lo anteriormente expuesto nuestro médico se muestra prudente, y no llega al extremo de Doménech Sáez que, cuando trata el papel de los vientos, se remite al doctor Pereda en su Programa razonado de fisiología e higiene: «el aire influye directamente en la salud, porque sus efectos son constantes y continuos.

Estas cuestiones hundían sus raíces en planteamientos ya expuestos en épocas anteriores.

Como hemos dicho, Diego Blanco Salgado, en su Tratado de la epidemia pestilente que padeció la ciudad de Málaga el año de 1678 y 79, en la dieta más que pollos, recomendados para los pobres, estimaba de modo especial, para los ricos, los cocidos de aves que vuelan alto, y anidan en lugares ásperos o montuosos (perdices, tordos, cogujadas, etc.,), «porque respiran poco y el aire no está inficionado». Sin embargo, puesto que muchos malagueños rondaban el límite de la subsistencia, lo prescrito para los menos afortunados sería prácticamente irrealizable, reconociéndolo así el propio Blanco Salgado. El medio social, como una de las causas de la epidemia, es avalado por los cabildos municipal y eclesiástico malagueños.

Pasado un siglo, en los años ochenta del XVIII, en las respuestas a la pregunta 13 del Interrogatorio del cardenal Lorenzana, arzobispo de Toledo, los informantes se extienden ampliamente sobre la influencia del medio ambiente en las enfermedades presentes en sus pueblos. Sin embargo, el de la villa de Ciruelos, dice: «si he de hablar con ingenuidad, la enfermedad más común en este pueblo es el hambre, pues es suma la pobreza de los que lo componen, por hallarse enajenadas las haciendas en vecinos de Yepes y otras partes, siendo la menos parte del término la que se cultiva por los vecinos de Ciruelos; y, así es verdad, no prevalece aquí más enfermedad que las que trae la miseria en alimentos, vestidos y alojamientos, pues el país, por su elevación y buenas aguas, es muy saludable».

Manuel Rodríguez Carreño se muestra muy prudente ante la cuestión medio ambiente/enfermedad, y tiene en cuenta los problemas sociales no entendiendo la enfermedad como hecho aislado, sino como realidad determinada que incide, entre otros, sobre un grupo humano inmerso en unas circunstancias concretas: los mineros de la sierra de Gádor, cuya alimentación conoce bien, así como también el aire que respiran.

El higienismo concede gran influencia al entorno ambiental y al medio socio-económico en el desarrollo de las enfermedades. Rodríguez Carreño, en su Topografía Médica y Estadística de la villa de Dalías, dedica un apartado al estudio de los «efectos del plomo en los mineros de la sierra de Gádor y tratamiento más eficaz para combatirlos», que se puede calificar de verdadero estudio, de gran originalidad para su época, sobre enfermedades profesionales. Éstas son consideradas un efecto social, tanto del medio geográfico y económico, como de la situación de la clase obrera y del impacto de la industrialización sobre la salud pública, a consecuencia de las condiciones de trabajo, vivienda y alimentación.

El citado apartado constituye un excepcional testimonio histórico y social del grupo humano de los mineros de Dalías, inmersos en una comunidad agraria, que, en 1751, responde a la pregunta 17 de las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada: «en el término de esta villa no conocen minas de ningún metal, ni en su tiempo han visto trabajar tal cosa»; y de la cual en 1805 Simón de Rojas Clemente, en su Viaje a Andalucía Historia Natural del Reino de Granada, 1804-1809, dice: «en la sierra de Alhamilla hay minas de plomo, y, aunque ninguna haya en la parte de la sierra de Gádor que mira a Dalías, no es porque no contenga alcohol, sino porque los de Dalías son pocos mineros». Pasados unos decenios la villa se ve inmersa en el torbellino de la explotación minera del plomo en la citada sierra de Gádor, con un considerable aumento de población y una seria problemática socioeconómica, magistralmente descrita y entendida por Manuel Rodríguez Carreño, con su reconocida capacidad y sensibilidad para conectar con ese mundo.

Se pone de manifiesto la enfermedad como elemento de desconcierto social, y hace más visibles las articulaciones de la comunidad de Dalías, sus líneas de fuerza y las tensiones a que está sometida.

El relato, al describir, diferenciar y clasificar las enfermedades, parece llevamos a la historia del medio ambiente nosológico y a una antropología histórica, en las cuales la persona enferma y el médico se convierten en los hechos más significativos. Todo dentro de la «historia total», en la que podemos conocer, por una parte, la salud, la enfermedad y la medicina, como realidad biológica cambiante y fenómeno socio-económico integrado en toda actividad humana, y, por otra, un análisis de la relación existente entre las distintas variables sociales y los conflictos sanitarios, fundamentalmente de índole colectiva.

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