Un policía local de Mojácar recibe la Gran Cruz Azul: "Soy un agente vocacional, de su pueblo"
Levante
Francisco José Pérez ha sido distinguido con quizá el reconocimiento más preciado, el de sus compañeros de profesión, por una carrera de más de 30 años al servicio de sus vecinos
Dos enfermeros de Almería y dos policías locales distinguidos por la Gran Cruz Azul de las Emergencias
Es la historia de Francisco José Pérez la de un policía local movido por la vocación. La misma que guio a su abuelo, apodado 'el Gallito', porque durante sus años de ejercicio no hubo 'fregao' que se le escapara.
Garrucha, que en los 60 hacía las veces de puerto mercante, era la localidad en la que estaba destinado. Como si de un hervidero se tratara, el trasiego y el bullicio que emanaba de los barcos y sus tripulantes que allí atracaban siempre traían consigo alguna pelea que había que disipar. Y ahí estaba él, 'el Gallito', afanándose en imponer su metro noventa de altura y garantizar la seguridad.
Eso, y tantas otras peripecias más, fue lo que inspiró a su nieto para emprender el mismo camino. Ahora, más de tres décadas de ejercicio después, este policía local de Mojácar ha recibido la condecoración de la Gran Cruz Azul de las Emergencias, un distintivo que reconoce a aquellos que son protectores y guías y que viene designado por otros compañeros de profesión, lo cual es más gratificante si cabe para Francisco. "Fue una sensación muy bonita; allí me encontré a mucha gente conocida, a muchos compañeros que fueron alumnos míos, porque yo llevo en esto 31 años, y dando formación, casi 25", sostiene.
Para conocer el origen de este galardón hay que remontarse a los años previos a la pandemia. Cuando las mascarilllas y los equipos de protección no formaban aún parte del imaginario colectivo, este policía mojaquero solía acudir a ferias en las que se exponían elementos de autoprotección para agentes de seguridad. Por aquel entonces, Pérez ya contaba con un contigente bastante grande de material (mascarillas, guantes, geles hidroalcohólicos o aerosoles que empleaban para desinfectar vehículos de patrulla). Así, cuando estalló la pandemia, ya estaba familiarizado con este tipo de materiales. "Tenía una serie de contactos y el primer día tiro de ellos", espeta. De este modo consiguió hacer acopio de material y repartirlo entre su jefatura, en un contexto en el que los recursos eran escasos y muy demandados. "Los guardia civiles, bomberos y policías locales de Garrucha no tenían nada, y lo que hice fue repartir material entre mis compañeros", rememora.
Esta acción, unida a su amplia trayectoria, ha sido la que ha avalado la condecoración recién recibida. Y todo ello es lo que da forma a la pasión por su oficio. "Yo soy un policía vocacional", afirma sin ambages. "El concepto que yo tengo de mi trabajo no es el de un policía represivo, sino uno de su pueblo, de ayudar a la gente en lo que pueda, de facilitar las cosas", abunda.
Auspiciado por esa vocación, Francisco ha sido capaz de ser pionero e implementar avances otrora impensables para un pueblo como Mojácar. El cuerpo policial sumó a sus recursos las pistolas eléctricas TASER; el primer dispositivo que hubo en la península (en Canarias también dispusieron de uno) llegó a este municipio del Levante almeriense. También fue la primera Policía Local en contar con drones y una unidad específica para casos de violencia de género.
Mojácar, "un pueblo que no es pueblo"
Y todo, en una localidad con una idiosincrasia tan peculiar. "Mojácar es un pueblo que no es pueblo", asevera. Con cerca de 8.000 habitantes censados, llega a alcanzar los 50.000 en los momentos álgidos del verano, pero el resto del año "sigue siendo un pueblo". Por tanto, cuenta, el trabajo de la Policía Local ha de ser cercano para "conocer a tus vecinos, interactuar con ellos y saber cuáles son sus problemas. Todo eso a mí me facilita mucho la labor, sobre todo en temas sustanciales", argumenta.
Con la llegada de la época estival, la realidad se torna en diametralmente opuesta. "Es, como suelo decir, una zona de guerra", subraya. Aunque es cierto -matiza- "no es un municipio donde haya una tasa de criminalidad alta, pero sí que hay incidencias, problemas con el alcohol, peleas... pero se lleva bien porque el secreto de este oficio es el estar muy bien formado, que ha sido una de mis obsesiones durante toda la vida". En definitiva, es un municipio en el que te tienes que "emplear a fondo" y que requiere de "una alta preparación y especialidad" en lo que al ámbito del orden público se refiere. "Aquí han venido policías de otros municipios y esto ha sido como una escuela para ellos", apostilla Pérez.
Y es en todo ello en lo que radica la finalidad primaria de este agente: la de ser un servicio público. "La policía no solo se dedica a perseguir delitos e infracciones, sino a ayudar a la gente. Aquí hay una población muy mayor, una población que necesita mucha asistencia, y nosotros siempre estamos ahí, al pie del cañón", cuenta. Como al pie del cañón seguirá este policía local en Mojácar; su Mojácar. En ese pueblo que no es pueblo.
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