Apoteosis a caballo y a pie en Roquetas

El coso roquetero vivió una tarde apoteósica que respondió a las muchas expectativas levantadas en la segunda de abono, especialmente en la figura de Diego Ventura, quien firmó una actuación memorable culminada con cuatro orejas y un rabo. Roquetas llevaba mucho tiempo sin ver un rabo cortado, y ayer fue el día, aunque pudieron se dos, de no haber fallado con estrépito Roca Rey en la suerte final del que cerraba plaza.

La pimera parte del festejo mixto ya prometió grandes cosas a los muchos aficionados que se dieron cita, casi llenando la plaza. El caballero rejoneador Diego Ventura levantó al público de sus asientos con su habitual estilo tremendista, repleto de habilidades y desplantes. Brindó el primer toro al alcalde de Roquetas, Gabriel Amat, y al concejal de Deportes y Tiempo Libre, Pepe Rubi. Sus palabras fueron: “Gracias a ustedes está toda esta gente en la plaza; ojalá pueda venir aquí durante muchos años”.

José María Manzanares instrumentó buenas verónicas de recibo a un toro que recibió dos puyazos y que en ambos casos derribó al caballo. Inició la faena en los medios, donde la desarrolló en su totalidad. Fue una faena muy académica, por ambos pitones, con ambas manos, pases de todo tipo, pero que no contactaron del todo con el público roquetero, como si ha conseguido en otras ocasiones. Pinchó en su primer intento en la suerte final, algo raro en un diestro muy seguro con el estoque, y sí logró culminar con una segunda estocada. Le fue concedida una oreja.

El tercer espada en saltar al ruedo es también el torero ‘de moda’, Roca Rey, vestido de azul pavo y oro y quien recibió al astado con unos pases de muleta sin excesiva brillantez. El toro recibió un ‘puyacito’ que no llegó a romperle las cuerdas, sin ni siquiera sangrar, aunque sí lo hizo ya en la suerte de banderillas. La faena la comenzó en los medios, con poca transmisión en un principio, no alcanzando de inicio el éxtasis habitual que suele provocar en los tendidos. La faena creció, haciendo humillar al toro, muy pegado a la muleta. Fue brillante el último tramo, unas series sin rectificar, plantado en el suelo pase tras pase que hicieron enloquecer al público.Mató con una gran estocada y se llevó dos orejas y petición de rabo, que el presidente no concedió.

Puerta grande para los tres

Tras el descanso reglamentario y la correspondiente merienda, Diego Ventura se gustó, más si cabe, en el cuarto de la tarde. Los pitones del toro a milímetros del caballo fueron una constante durante su extraordinaria faena. Quiebros finales por los adentros, dobles quiebros, banderillas cortas al violín, tanto de una en una como a dos manos... contribuyeron a llevar la emoción al tendido, cayendo el toro fulminado con el rejón de muerte. Como no podía ser de otra manera, esta vez sí el presidente le concedió las dos orejas y el rabo, tras mucho tiempo sin ser concedido en Roquetas, por aclamación popular.

Manzanares estuvo mejor en el segundo que en el primero de su lote, comenzando con lances de capote muy lentos, de recibo, y un buen desempeño del picador en la suerte de varas. Su faena la inició en los medios con la mano muy baja, para someter al toro. Fue una faena de toreo lento, con el toro embebido en la muleta. Manzanares sacó lo mejor de su catálogo de pases con redondos, naturales, derechazos... Mató muy bien y fue premiado con las dos orejas.

La tarde estaba yendo inmejorable y el runrún final, con el peruano Roca Rey como protagonista, atisbaba un broche de oro inolvidable. Sin embargo, el diestro falló con la espada tras una faena muy buena, si bien estuvo más discreto con el capote. Brindó al público al verle potencial a un toro al que se acopló perfectamente y su faena la comenzó en tablas, saliendo hacia los medios sin prisa. Allí instrumentó una faena completa, muy variada y espectacular, mostrando un dominio absoluto sobe su enemigo.

Todo estaba dispuesto incluso para otro rabo, con el público enloquecido y entregado a Roca Rey. Pero seis pinchazos y un descabello hicieron que todo se quedara en una ovación, lo que vino a aportar un punto de sabor agridulce en el epílogo de una tarde que estaba yendo perfecta.