Sorbas mostró ayer su lado más religioso con la procesión de San Roque, que da nombre y sentido histórico a a sus fiestas patronales, y la misa rociera que se ofició en su honor, al mediodía. Hoy le tocará el turno a San Roquillo.
La devoción responde a la división social y diferencias históricas entre el barrio alto, habitado por altos cargos militares y la nobleza, y el barrio bajo de la clase trabajadora, que guardaban fervor a uno y otro respectivamente.
San Roque fue sacado en la mañana de ayer a hombros por las calles de la localidad, siguiendo el recorrido habitual, bajo la compañía de la Banda de Música ‘Santa Cecilia’, de Sorbas, y presidida por las autoridades municipales y las reinas y misters de esta edición.
Mientras, las familias se encargaron de arrojar desde sus balcones toda un alarde de roscas de pan a modo de ofrenda que fueron cogidas prácticamente al vuelo por los numerosos asistentes, y no sólo niños de poca edad sino muchos otros, continuando con esta tradición.
San Roquillo será sacado en andas por el barrio de La Alfarería, en la tarde de mañana (19:30 horas), bajo el mismo protocolo. Su celebración se caracteriza por la espectacularidad y ruido de los elementos pirotécnicos en su honor que ha alcanzado el millar y medio, en algún ocasión.
Pese a que en su origen la participación tuvo carácter comunal, ya extinguidas tales diferencias entre barriadas, los vecinos participan por igual en los festejos de ambos santos, recibiendo a foráneos y también a los muchos emigrados que, en la década de los años 69/70, hicieron las maletas para buscar nuevas oportunidades de vida, que la precaria economía de pueblo les negóaba, y se fueron a Alemania, Francia y el cinturón industrial de Barcelona, Sabadell y Terrasa, los dos foco principales de ese obligado éxodo.
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