No hubo quinto malo en la corrida de toros de Vera
Crónica taurina
Hermoso de Mendoza, Paco Ureña y Samuel Navalón cortaron seis orejas
Moros y Cristianos en Vera: los vientos de la Reconquista vuelven a soplar por la ciudad
La ficha de la corrida
Feria de la Virgen de las Angustias. Vera
Ganadería: dos toros de Bohórquez para rejones y cuatro de La Palmosilla para toreo a pie, que dieron buen juego.
Toreros: Hermoso de Mendoza, oreja y dos orejas. Paco Ureña, oreja y oreja. Samuel Navalón, oreja y fuerte petición.
Incidencias: Un tercio de entrada en tarde fresquita. Antes de comenzar, se guardó un minuto de silencio por Paco de Haro, muchos años asesor veterinario. Debutaron en la presidencia Lorenzo Carmona (presidente) y sus asesores Alejandro Carmona y Carmen Vidal.
Ya conocen el dicho que da título a esta crónica. El domingo en Vera se cumplió a rajatabla pues el quinto toro de La Palmosilla, jabonero, fue... de primera.
Ya en los lances de recibo arrolló a Paco Ureña, quien no esperaba encontrase con un enmigo tan potente... y gracias que todo quedó en un susto pues, como ven en la foto de al lado, la voltereta fue escalofriante, en tablas, y puso a todos un nudo en las gargantas. Sólo recibió un puyazo, cuando debían haber sido dos, y los banderilleros se las vieron y desearon para realizar su cometido.
La veteranía de Ureña le hizo poder con el toro y mató de un estoconazo pero ni con él dentro dejaba de acometer el jabonero. Por fin cayó y el público sólo pidió trofeos para el torero y se olvidó del toro, que bien mereció la vuelta al ruedo.
Además del quinto hubo más toros, que dieron buen juego en general aunque los tres primeros tuvieron pocas fuerzas. En su otro toro, Paco Ureña lidió muy en su estilo aunque sufrió dos antiestéticos desarmes. Mató bien y cortó una oreja.
Sobre el rejoneador Guillermo Hermoso de Mendoza gravita siempre el recuerdo de su padre y aún le falta para alcanzar su excelencia. Variado toreo a caballo con banderillas a una y dos manos, largas y cortas, rosas y adornos. Despachó a ambos enemigos de sendos rejones de muerte y cortó una y dos orejas respectivamente.
Samuel Navalón estuvo valiente y encimista ante dos toros que no le causaron excesivos problemas. Pinchó a su primero antes de hundir el acero y se le concedió una oreja. Con el que cerraba plaza no acabó de entenderse y sufrió varios desarmes que enfriaron a la presidencia, que no le concedió un apéndice que le habría abierto la Puerta Grande del bello coso veratense.
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