Vícar

Engracia García, la longeva mujer del Poniente que se une al selecto club de los tres dígitos

  • Arropada por sus familiares, celebró hace unos días su cien cumpleaños en la residencia Fuente Vícar donde reside desde hace más de una década

Engracia García, junto a sus familiares, celebrando sus cien años.

Engracia García, junto a sus familiares, celebrando sus cien años.

A Engracia García Capilla la vida sigue dándole cuerda, sin pausa, como un té reposado que mantiene el calor y reconforta el cuerpo. Y así, casi sin darse cuenta, ya puede presumir de que es centenaria, todo un hito que muy pocos pueden contar. Hace unos días, arropada por algunos de sus familiares puedo celebrarlo soplando las velas de su cien cumpleaños en la residencia Fuente Vícar, su hogar desde hace más de una década. 

La suya es una vida llena de contrastes, aventuras, sinsabores, alegrías. Cien años dan para mucho, sin duda. Corría el mes de noviembre del año 1922 cuando Engracia Capilla Pérez, casada con Emilio García Navarro, dio a luz al último de sus retoños. Era una niña. Nacía Engracia García Capilla, la ya centenaria almeriense. Era el séptimo fruto de esa gran cosecha que fue la de los García Capilla.

Engracia estudió en el colegio de la Compañía de María en la capital "donde reforzó su condición de buena mujer y mejor cristiana". Después se dedicó a las atenciones propias de casa, en especial a sus sobrinos y al comercio que mantenían sus padres en Aguadulce.

Foto familiar de la joven Engracia. Foto familiar de la joven Engracia.

Foto familiar de la joven Engracia.

Coqueta y de "gran corazón", se ha distinguido siempre por "su educación, seguridad en sí misma y una verdadera vocación por la familia y buenas relaciones con innumerables gentes de todas clases sociales", afirman sus sobrinos que no pararon hace unos días de agasajarla y felicitarla por esta vida tan longeva y llena de amor. 

También cuentan a Diario de Almería que Engracia, "mujer de gran belleza, buen corazón y porte principesco", nunca consintió casarse a pesar de (según su propio relato) "haber sido objeto de un gran número de propuestas al respecto". Tenía claro que no quería someterse al yugo de nada ni de nadie y que sólo Dios podría disponer de su entrega total. "No ambiciona riquezas, ni prebendas, ni halagos. Solo ama a Dios, a la libertad y a su familia. A los demás, como ella gusta decir, "bueno... a los demás los quiero".

Su vida transcurrió por el Poniente almeriense en localidades como Celín, Dalías, Roquetas, Aguadulce... hasta que recaló en la capital, en la calle Rueda López, donde adquirió un apartamento y vivió durante décadas hasta que el machacón y endiabladamente inexorable paso del tiempo hizo que su movilidad y su calidad de vida se fueron deteriorando por lo que decidió trasladarse e ir a vivir a una residencia de mayores, desoyendo los ofrecimientos de hospitalidad que su familia le ofrecía. Solía decir "¿cómo voy a turbar la vida de alguien que tiene su familia, sus quehaceres, sus trabajos?".

Ahora, en la residencia de Vícar sigue siendo una de las usuarias más activas donde disfruta de multitud de actividades en la que como ella afirma es "una vida nueva", otra manera de existir con una serie de servicios que dice no sabe "cómo agradecer, tanto por el buen trato recibido como por la serie de atenciones por parte del personal del centro".

La de Engracia es una vida plena y esas cien velas que sopló con la fuerza de un huracán son el claro ejemplo de que vivir es, sin duda, el mayor tesoro. Muchas felicidades, Engracia.

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