La IA en los ensayos clínicos

La Inteligencia Artificial emerge no como una simple herramienta, sino como un copiloto transformador, capaz de guiarnos hacia estudios más precisos

En el ámbito de las enfermedades raras y ultra raras donde la utilidad de la IA adquiere un cariz éticamente crucial
En el ámbito de las enfermedades raras y ultra raras donde la utilidad de la IA adquiere un cariz éticamente crucial / Archivo
José Martínez Olmos
- Ex sec. general del Ministerio de Sanidad y profesor de la EASP

03 de noviembre 2025 - 10:08

LA investigación clínica es la columna vertebral del progreso médico, pero es un camino arduo, lento y costoso. El desarrollo de un nuevo fármaco puede superar los diez años de esfuerzo de investigación y necesitar inversiones cuantiosas en términos económicos; avanzar en la eficiencia y efectividad de los ensayos tiene una gran trascendencia para los sistemas de salud y el conjunto de la población.

En este panorama, la Inteligencia Artificial (IA) emerge no como una simple herramienta, sino como un copiloto transformador, capaz de guiarnos hacia ensayos clínicos más rápidos, precisos y, lo que es más importante, más inteligentes. Así, el primer gran cuello de botella que la IA ayuda a desbloquear es el diseño del ensayo.

Tradicionalmente, los protocolos se basan en criterios de inclusión y exclusión amplios, lo que lleva a reclutar pacientes heterogéneos cuyas respuestas al tratamiento pueden diluirse. Los algoritmos de machine learning, sin embargo, pueden analizar ingentes volúmenes de datos históricos de ensayos anteriores, registros de salud electrónicos e incluso información genómica. Esto permite identificar biomarcadores específicos y definir subpoblaciones de pacientes con una probabilidad mucho mayor de responder a la terapia.

En oncología se utiliza para analizar biopsias y correlacionarlas con datos genómicos

Un ejemplo práctico lo vemos en oncología, donde la IA se utiliza para analizar imágenes de biopsias (histopatología) y correlacionarlas con datos genómicos, identificando a aquellos pacientes cuyos tumores presentan características moleculares únicas que los hacen idóneos para un nuevo fármaco diana. Esto no solo acelera la reclutación, sino que aumenta la ‘señal’ de eficacia, reduciendo el número de participantes necesarios y la duración del estudio.

Enfermedades raras

Pero es, quizás, en el ámbito de las enfermedades raras y ultra raras donde la utilidad de la IA adquiere un cariz revolucionario y éticamente crucial. La principal barrera para investigar estas patologías es la escasez de pacientes, que están geográficamente dispersos y a menudo no están correctamente diagnosticados.

La IA puede rastrear bases de datos sanitarias globales de forma anónima, utilizando el procesamiento de lenguaje natural (PLN) para buscar en informes médicos no estructurados descripciones de síntomas que coincidan con el perfil de una enfermedad rara. De este modo, puede identificar “pacientes digitales” que, de otra forma, permanecerían invisibles para el sistema. Empresas como Healx utilizan este enfoque para encontrar nuevas indicaciones de fármacos existentes (drug repurposing), cruzando datos de pacientes con modelos de interacción farmacológica. Esto acorta drásticamente el tiempo de desarrollo, ofreciendo esperanza a comunidades de pacientes para las que, hasta ahora, la investigación era económicamente inviable.

La privacidad y transparencia de los algoritmos requieren un marco regulatorio ágil

Además, la monitorización remota de pacientes mediante wearables y sensores, cuyos datos son interpretados por IA, permite recoger información objetiva y continua sobre la progresión de la enfermedad y los efectos secundarios, reduciendo la necesidad de visitas clínicas frecuentes y mejorando la calidad de vida del participante, algo vital en enfermedades incapacitantes. Sin embargo, este potencial no está exento de desafíos. La calidad y estandarización de los datos, la privacidad y la transparencia de los algoritmos (”caja negra”) son obstáculos importantes que requieren un marco regulatorio ágil y robusto.

En conclusión, la IA no viene a sustituir el criterio clínico, sino a potenciarlo. Al permitirnos diseñar ensayos más específicos, encontrar pacientes de manera más rápida y analizar resultados con mayor profundidad, estamos ante una oportunidad histórica para hacer que la I+D médica sea más eficiente y, sobre todo, más humana, llevando tratamientos innovadores a quienes más los necesitan, incluso si son solo unos pocos en el mundo.

El futuro de los ensayos clínicos será guiado por datos, pero siempre con el piloto humano al mando.

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