Cofradías en la Almería moderna
lLa Semana Santa ocupa todo el protagonismo del ciclo litúrgico, lúdico y festivo de primavera
En el terreno de las mentalidades, la Semana Santa ocupa todo el protagonismo del ciclo litúrgico, lúdico y festivo de Primavera, al que Almería no es ajeno. Es la sublimación de la Cuaresma cristiana y continuación cronológica del Carnaval, con el que comparte una intensa y dispar puesta en escena callejera en las dos últimas centurias. Ambos en cambio se han preocupado poco por adentrarse en sus orígenes, en conocer las experiencias primeras sobre las que en paralelo ambas tradiciones han ido asentándose en el acervo cultural común. Desinterés compartido por igual entre capillitas y chirigoteros ajenos a lo determinante en sus "aficiones" en el posterior desarrollo y justificación de su permanencia en el tiempo. Resulta descorazonador establecer comparaciones con lo que ocurre en gran mayoría de ciudades andaluzas.
Para una aproximación al conocimiento del movimiento pasionista capitalino es inexcusable el estudio del antiguo legajo 1.116, documento 3 (depositado en el AMAL) ya que en ese documento de 1.796 se cimenta el inicio reglado (civil) de las asociaciones piadosas que magnificarán sus cultos litúrgicos en Semana Santa: "Expediente formado en virtud de una carta-orden de la Chancillería de Granada sobre que se recojan las ordenanzas y constituciones originadas de las hermandades cofrades (observen como ambos son sinónimos) que existen en su jurisdición y bienes que poseen". Lo consulté en su momento y lo sistematiza convenientemente Gil Albarracín en "Cofradías y Hermandades en la Almería Moderna". Con un pequeño comentario, a las relacionadas ayer añadimos otras que pueden interesar al lector. Tras un exhaustivo "vaciado" de protocolos notariales en el AHPAL, el autor del libro de referencia da cuenta de otras aludidas en testamentos con motivo de donaciones, mandas y promesas; aunque sin poder precisar la iglesia donde se ubican varias de estas. A modo de ejemplo sirva el de Ana de Herrada, en 1561: "Mando acompañen mi cuerpo el día de mi enterramiento las cofradías de Nuestra Señora de la Mar, la Vera Cruz y San Sebastián, de donde soy cofrada… ". Otro anterior (1.542) ordena que "vengan en el acompañamiento de mi ánima la cera y cofrades de Nuestra Señora del Amor". La Hermandad de San Roque de la Ciudad de Almería se señala en el Catastro de la Ensenada (1.752) y la Cofradía de los Santos Lugares de Jerusalén (1.792) en el dicho Archivo Histórico Provincial. Debemos subrayar que ni estas ni otras estudiadas, al publicar sus inventarios de bienes contemplan las imágenes titulares, salvo en el caso de la dolorosa de Santiago. Todo lo más, las andas donde van portadas, lo que nos inclina a pensar que aunque la adquierese la cofradía, eran propiedad de los templos de residencia.
En la parroquia del Sagrario pila mayor de la Catedral tenían asiento las del Santísimo Sacramento y de las Ánimas. El historiador Sánchez Ramos me proporciona las últimas voluntades (julio, 1.724) del virgitano Antonio de Castro Villalobos, canónigo arcediano de la seo urcitana y hermano de cuota de la última, a quien lega tras su fallecimiento "24 cabras de mi propiedad, que las tengo para mi consumo de leche diaria durante todo el año"; y que lo entierren en la capilla de La Soledad (diferente a las dolorosas de Santiago y san Pedro; se trataba de un altar en la del Cristo del Escucha), a la que previamente había alhajado y dotado de enseres. No es el caso de este adinerado clérigo, quien para el cuidado personal mantenía a su cargo a cuatro mozas y un joven paje, pero sí en el común de los mortales: el modus operandi de las cofradías de Ánimas Benditas se asemejaba a las compañías de deceso actuales, tipo Santa Lucía o El Ocaso: previo el pago anual de la cuota establecida el hermano se aseguraba un entierro en sagrado, con acompañamiento de hachas de cera, responso y misas por su alma.
En san Pedro el Viejo (Sagrado Corazón o Jesuitas y ahora de las monjas Esclavas del Santísimo) con la principal del Stmo. Sacramento -cuya antigüedad se data en la segunda mitad del siglo XVI- y la ya referenciada sacerdotal de san Camilo de Lelis, cohabitaron en distintas centurias la de san Miguel y la del Sagrado Corazón.
En la parroquial de Santiago, junto a la Hdad. del Stmo. Sacramento y Nuestra Señora de los Dolores -decana de los cortejos procesionales almerienses-, levantaron altares la de Nuestra Señora de la Aurora (con la obligación de atender a sus hermanos en la enfermedad y sepelios) y la de san Felipe. Esta procesionaba el jueves y viernes Santo, a la que acudían distintos prebendados, capellanes y "ministros", siendo sancionados (1.672) porque "faltaban a sus obligaciones en la catedral, por lo que se acordó imponerles multas" y que los racioneros eran hermanos de la cofradía de San Felipe.
En la ermita de San Juan: la de Nuestra Señora del Patrocinio: "Que me entierren (1.772) en la caja que dicha hermandad tiene; llevado a enterrar a la iglesia parroquial del Señor Santiago, mediante que la del Señor San Sebastián de mi feligresía se está construyendo nuevamente". También en la ermita que fue mezquita principal musulmana y primera catedral de la Diócesis se hallaba la cofradía de San José, "acreedora" de la del Patrocinio.
En san Sebastián extramuros destacaba la de Benditas Ánimas, con lugar propio de enterramiento en el cementerio de Belén, al igual que el clero catedralicio sin suficientes recursos. Y la Hermandad de María Santísima del Carmen, a la que pertenecía y dejó una sustanciosa manda testamentaria el presbítero y cura castrense, Juan de Andújar, vecino de Almería.
Además de la muy conocida de la Virgen del Mar, en el convento de Santo Domingo se estableció desde 1.619 (con nuevas constituciones en 1.797) la mariana del Stmo. Rosario, de cuya Orden de Predicadores era defendida en España.
En el convento de san Francisco (solar hoy ocupado por la iglesia de san Pedro), la más importante era la de Jesús Nazareno; a la que caben sumar la Orden Tercera de Penitencia, Venerable Escuela de Cristo y Hermandad de María Santísima. Tal es la cita del deán Pascual Orbaneja en Vida de San Indalecio.
La Iglesia es muy hermosa y le da grande lustro el adorno de muchas Capillas y en ellas Imágenes de gran devoción, y en particular una de Jesús Nazareno, cuyos milagros acreditan los despojos funerales que se ven colgados en su Capilla, por lo cual es muy grande la devoción que esta Ciudad y sus naturales y habitadores tienen. Cuida de su aseo una cofradía de esta advocación, erigida en la nobleza que la sacan el Jueves Santo por la tarde".
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