Semana Santa

Espacios escénicos (III)

  • En el primer tercio del siglo XX fue habitual que el Cervantes, Trianón o Variedades contratasen a un crecido elenco de tonadilleras de excelente factura artística

Álbum de Manolo Caracol.

Álbum de Manolo Caracol.

En el primer tercio del siglo XX fue habitual la contratación -teatros Cervantes, Trianón, Variedades, Apolo- de un crecido número de tonadilleras de excelente factura artística. Extendiéndose la práctica, al coincidir su estancia en Semana Santa, de montar escenografías específicas al objeto de dar cabida a las saetas. Valga una gavilla de gacetillas en distintas fechas:

-María Albaicín la emperatriz del cante y baile gitano... Seria, sentimental y sugestiva en sus incomparables Saetas...-Aurora Imperio y La Sultanita, admiradas por el arte de su Cuadro Andaluz y Saetas-Pilar Gienense diquela que es un primor... Pero donde obtuvo un éxito triunfal, clamoroso, fue en la saeta a la Virgen de las Angustias. Desde la actuación de Emilia Benito no habíamos escuchado saetas semejantes ¡Así se siente!-El guitarrista Antonio Hernández, consumado concertista, acompaña en el cuadro Semana Santa en Sevilla-Pepita Llanes, interpretando con sabiduría fandangos, fandanguillos, granaínas y saetas...-Al escenificar un cuadro plástico representativo del Santo Entierro, toma parte la especialista en saetas, Niña de Linares, artista de voz bonita y bien timbrada.

Dicho lo anterior, debemos significar que los desencuentros entre saeteros y autoridad cofradiera vienen de lejos, aunque sus responsables trataron oportunamente de justificar los hechos. Unas muestras elegidas al azar en fechas anteriores al incivil desastre bélico del 36/39 lo corroboran:El hermano mayor del Santo Sepulcro, Eduardo Pérez Cano, dirige (1928) a los periódicos una nota aclaratoria de un incidente:

Que por la manera de marchar la procesión y hacer las paradas, pues las órdenes para ello van transmitiéndose de atrás a adelante, es decir de cola a cabeza, resulta materialmente imposible detenerse, so pena de cortar la procesión y de hacer se interrumpa la buena marcha de ella donde algunas personas, animadas del mejor deseo, desean para cantarles unas saetas a las Sagradas Imágenes. Se ruega por tanto a los señores espectadores no exijan esas paradas.

En los pasados años 30, al discurrir el Santo Sepulcro o La Soledad se sucedieron incidentes

O la carta del responsable de La Soledad, Antonio Ramón Hernández (1931), dolido por la información, a su juicio inexacta, aparecida en Diario de Almería en la que criticaban no haber detenido el trono ante el bar La Macarena (calle Real, esquina a plaza del Lugarico, zona donde solían concentrarse los aficionados:

El hecho de que el trono de la Virgen no parara precisamente en la puerta del bar La Macarena, haciéndolo como lo hizo dos o tres pasos más abajo, no parece lógico pueda justificar la protesta airada que señala el articulista, toda vez que por tan pequeño detalle no se privó a la muchedumbre de ofrendar las saetas a la Virgen, aparte de que el tal lugar, por su angostura y proximidad a varias casas “non sanctas”, no sea el más indicado para las manifestaciones de devoción y piedad.

Paralelamente, la ciudad fue testigo de determinados incidentes a cuenta de la oportunidad o no de interpretarlas. Motivados por la difícil coyuntura política y social que atravesaba el país y la intransigencia de determinados grupúsculos:

Durante la procesión (La Soledad, 1931), que iba con verdadero orden, se promovieron carreras dos veces, sin motivo alguno. La primera en la calle Real en el sitio más estrecho, porque algunos querían que parara la Imagen para que cantara saetas un individuo, lo cual no se hizo. De lo que protestaron varias personas, siendo los primeros en correr algunos penitentes que iban encabezando la procesión.

También algunos “graciosos” corrieron para causar alarma, como así ocurrió, en perjuicio de los dueños de los cafés y bares localizados en el Boulevard y Paseo del Príncipe...

Bar La Macarena. Bar La Macarena.

Bar La Macarena.

De nuevo a las puertas de La Macarena, lugar especialmente conflictivo, se reproducen los incidentes al paso del Santo Entierro (1934). Saetas sí, saetas no, es el pretexto para provocar alborotos. Por último, como si de una constante cíclica se tratara, vuelven los altercados. Ahora es en el Paseo, cuando un hombre se dispone a cantar durante el cortejo del Entierro. El citado Diario de Almería -cabecera periodística ajena a la actual del Grupo Joly- equipara el suceso con el de La Soledad, en 1931.

Tales incidentes cesaron en la posguerra al reanudarse las procesiones. Discurría la primavera de 1949 cuando la Agrupación de Semana Santa convocó el primer concurso saeteril del que tenemos constancia. Las inscripciones se hicieron en el Cuerpo de la Guardia Municipal, estableciéndose premios de 100, 50 y 25 pesetas. No se dio publicidad al número de inscritos ni de los vencedores. Al menos no se reflejan en el esquilmado archivo de la Agrupación ni en actas consistoriales. Sí figura -y puede que aquí estuviese contemplado el evento- la subvención de cuatro mil pesetas a dicha Agrupación (a petición de su presidente, Francisco de Asís Saiz Sanz), “a fin de sufragar los gastos originados por los desfiles procesionales de Semana Santa”.

La información proporcionada por Yugo, diario del Movimiento, es tal que así:

Durante el desfile de las distintas procesiones, fueron numerosas las saetas que se cantaron, siendo un exponente del sentimiento y religiosidad del pueblo almeriense.

Apostillando “que Valentín Marín “Arrierito de Linares”, cantó con el arte que le caracteriza”. El tópico redaccional se repetía año tras año, sin precisar situaciones o nombres propios:

Durante el paso de las Imágenes (en alusión al Santo Entierro) por la carrera, que se hallaba cubierta por numeroso público, se cantaron numerosas saetas a La Dolorosa y a la Pasión y Muerte de Jesús.

Virgen de la Soledad. Virgen de la Soledad.

Virgen de la Soledad.

El paso de la procesión fue presenciado por numerosas personas. En distintas calles del tránsito y en el Paseo del Príncipe se cantaron saetas.

Durante la procesión de La Soledad se siguen cantando gran número de saetas, ante un numeroso público apostado en las calles.

En el transcurso de las solemnes procesiones de nuestra Semana Santa el público, desde las aceras, tuvo oportunidad de escuchar sentidas saetas.

En el Paseo y calle Real -esquina al Lugarico- hubo conflictos al paso de las procesiones

La efímera experiencia cesó y no se reanudó hasta que en 1970 la peña El Taranto convocó su Primer Concurso Nacional de Saetas. Concluidas las fases descritas en las bases, José Sorroche Gázquez se alzó con el puesto de honor; seguido de Encarnita Morillas y Juan Gómez Belmonte. Optaron a premios y diplomas, entre otros: Paco Barranquete, Rafael Fuentes, José Carmona “Niño del Taranto”, Gaspar Guirado, Juan García (de Málaga), Pepe Albaicín (Granada) y Manuel Gerena (Sevilla). Al siguiente año, marcado por el declive en la actividad cofradiera -sólo salieron Estudiantes, Santo Entierro y La Soledad-, el primer premio (patrocinado por el Ayuntamiento) quedó desierto y los restantes fueron adjudicados a Manuel Ávila, Juan Gómez, José Ortíz, José Carmona y Francisco Chica. La última convocatoria del Taranto -en comandita con el Ateneo- tuvo lugar en 1980. En una decisión sin mayores explicaciones, la cuantía económica correspondió al malagueño Antonio de Canillas.

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