Pasado un cuarto de siglo, el Perdón sigue siendo un ejemplo
Celebrado su XXV aniversario, la hermandad volvió a aunar devociones y fervores en torno a su Vía Crucis Penitencial
Había amanecido con un cielo eclipsado por nubes que presagiaban inestabilidad, y algunas gotas al mediodía, pero el suave viento marino las desplazó diluyéndose mar adentro, y un año más, y ya son 26, los que la Hermandad Juvenil del Santo Cristo del Perdón y las Lluvias hizo con austeridad, sobriedad y silencio su Vía Crucis Penitencial por las calles de Almería desde su sede canónica de San Ildefonso, en el señero barrio taurino almeriense de San Blas, a la carrera oficial.
Las memorias de la cofradía del Perdón es la crónica penitencial de una hermandad que Almería y su provincia esperan con emoción y auténtico sentido ascético, su camino entre la penumbra de sus más de trescientos nazarenos y nazarenas por las calles, con los únicos sonidos conventuales de clausura del hermano campanillero, que con su constante sonido va avisando al hermano que vaya avanzando y reflexionado sobre el Manifiesto del Martes Santo, "Amor y Perdón".
El cornetín que hace valer el toque de atención y de silencio, nos recuerda la mortificación de los sentidos en la salida del Cristo, su llegada a la Iglesia de la Compañía de María, a la Iglesia de la Sagrada Familia de rito greco-católico, Puerta de Purchena, Calle Granada esquina con María Guerrero, y entrada en el templo, así como, el redoblar por penas durante todo el cortejo penitencial por parte de la Banda de los Esclavos del Bombo, integrada por miembros de las hermandades de Úbeda y Almería.
Toda las calles estaban rebosantes de público y fieles para recibir la espiritualidad y el misticismo que desprende esta fraternidad nazarena, cuyos penitentes y portadores del Paso van descalzos, en señal de mortificación y en respuesta de evocación de la Pasión de Cristo.
La Estación de Penitencia comenzó a las cero horas del Martes Santo haciendo notorio y público el Manifiesto, que ayer fue publicado por Diario de Almería, y tras reunirse todos los participantes del cortejo junto al Guión de la Hermandad en el Colegio de la Sagrada Familia (SAFA), en total silencio y orden, se realizó un acto de contrición y de meditación espiritual por Francisco Salazar Zamora. A continuación, en absoluto silencio caminaron hacia la sede canónica donde esperaba la imagen del Santísimo Cristo del Perdón envuelta en incienso y con la luminosidad del fuego de los pebeteros para comenzar el Vía Crucis Penitencial del Silencio.
Comenzó el Vía-Crucis Penitencial con la cruz guía arbórea franqueada por dos hermanos que portan dos faroles guías de viático en incensarios con unos cirios negros. Adentrándonos más en el Vía-Crucis nos encontramos con la banda, formada por tres tambores y diez timbales en formación de cruz. A continuación, viene el estandarte de la hermandad de fieltro bordado con hilo blanco, que lleva impreso el escudo por un lado, y por el otro, una corona de espinas portada por dos golondrinas.
Y llega el Cristo del Perdón, un crucificado tallado por Francisco Palma Burgos, sin más adorno floral que los pétalos que le arrojan desde los balcones, y portado sobriamente y rigurosidad penitencial por 24 hermanos costaleros descalzos, dirigidos por el capataz Antonio Guerrero Trujillo, siendo muy llamativo su discurrir piadoso y lúgubre por la calle Silencio y la carrera oficial con la luz completamente apagada. Su paso sigue siendo todo un ejemplo a seguir.
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