Bajo Palio

Soledad, estrella del último día de Pasión

  • Los pasos del Duelo y la Virgen de la Soledad llenaron de silencio y espiritualidad las calles de Almería Puso el broche de oro los cortejos procesionales del 2013 en la capital

Tras la finalización del segundo día del Triduo Pascual en la iglesia de Santiago Apóstol, sede canónica de la Cofradía de La Soledad, y presidido por el canónigo archivero Francisco Escámez Mañas, revestido con los atributos de la canonjía, llevó a cabo las preces de ritual, propias de cualquier Estación de Penitencia, por parte de todos y todas cuantos integraban el cortejo procesional penitencial del viernes Santo. Era la última de las Cofradías penitenciales de este año, en hacer su Estación de penitencia, salvo que algún año se recupere el Sábado Santo, día de gran vacío litúrgico, La Soledad de la Virgen propio del ritual pasionista. No cabía ni un alfiler en la calle de las Tiendas, calle de La Soledad y aledaños para ver salir la Cofradía del Santísimo Sacramento, con un silencio expectante y trémulo en la multitud de personas, fieles y devotos, que se apretujaban en las aceras y parte de la calzada para poder visualizar, lo más cerca posible, sobre todo, a la Virgen de los Dolores, Estrella del Viernes Santo, en su paso, que llevó por palio al cielo luminoso del plenilunio almeriense.

La Soledad, de gran devoción y fervor mariano en Almería, esperemos algún día su "Coronación canónica" por ser de hecho, la Cofradía penitencial decana y tricentenaria de la capital almeriense, es todo en ella hermosura y dulzura, llenando de paz y bien a todos cuantos corazones presenciaban el caminar del paso con sus treinta y cinco costaleros, y un pisar y rachear de los mismos con elegancia dirigido por el carismático soleano Juan Miguel Viedma, Miguel Ángel Plaza, Antonio Pomares y Juan García. Delante de La Soledad, el tramo de nazarenos con el paso de Misterio del Regreso del Santo Sepulcro, bella obra del escultórica de Juan Manuel Miñarro, integrado por María Santísima, las Santas Mujeres y San Juan Evangelista, que iba dirigido magistralmente por los polifacéticos cofrades José Antonio Sánchez y Francisco Javier Giménez, y Héctor Martínez Martínez y José Vicente González Puertas.

El cortejo procesional exquisitamente organizado por el Diputado Mayor Antonio Montellano, comenzaba con la Cruz de Guía, símbolo de la Redención Divina, y este año se incorporaba la bandera defensora del dogma de la Inmaculada Concepción, "Sine Labe concepta", realizado por José Librero Fernández en Coria del Río. Dos tramos de nazarenos, tras la unificación de los equipos penitenciales, con túnicas color negro de cola recogida portando largos cirios cuya luz iluminaba las calles más vetustas de la Almería añeja.

Especial y emotivo fue el tránsito de la cofradía por los monasterios de clausura de las Claras y las Puras, y el paso por la catedral almeriense camino de la carrera oficial, y que perfectamente, a la vista de su organización y pasos podría hacer Estación de penitencia en la sede del Sr. Obispo, Santuario de la Virgen del Mar, para adentrarse sus pisadas nazarenas, antes de la media noche, a las puertas de la iglesia de San Pedro y ser recibidos por la Cofradía de la Santa Cena y por la Cofradía del Santo Sepulcro en su veneración al Cristo Yacente, momento de profundidad mística.

Todo el recorrido estuvo marcado, igualmente, por el quejido amoroso de las saetas interpretadas sublimemente por el Niño de las Cuevas, Antonia López, Rocío Segura y Alfonso Salmerón. Al pasar por la Casa Sacerdotal "San Juan de Ávila" un recuerdo al sacerdote José Amat Cortés, anterior consiliario, que se encuentra residiendo en la misma. Asimismo, este año todos los cofrades llevaban grabado el recuerdo de Juan Montoya Gallardo, q.e.p.d., quien fue Hermano Mayor y gran benefactor de esta Hermandad penitencial en una época muy complicada para la religiosidad popular almeriense.

La Soledad y el Duelo pusieron el broche de oro a los cortejos procesionales de la Semana Santa de Almería, al impregnar con el silencio ascético de los nazarenos, mantillas y costaleros, la austeridad y sobriedad de sus pasos, en cuanto a exornos florales, que permitían una mejor visión de los mismos, y la espiritualidad más genuina y barroca del sentimiento fervoroso y devocional de Almería a la Virgen María de La Soledad a la luz de Pasión y Muerte del Señor.

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