Antonio Andrés glosó con devoción filial a la Virgen del Carmen
Curiosamente fue presentado por los otros tres capataces de la procesión de la Virgen del Mar: Eduardo Vicente, Antº Toro y José A. Márquez
Aguadulce, lista para venerar a la Virgen del Carmen: así serán la misa y la procesión marítima
Estamos ya en la semana de la Virgen del Carmen. Pregón, Septenario (días 13 al 19) Besamanos (día 16) y, como broche de oro, procesión el próximo domingo día 20 a las 19.30 h. que saldrá de la iglesia de SanSebastián y recorrerá ‘su’ viejo barrio de las Huertas. Ayer comenzaron los actos con el XXV Pregón de Exaltación que pronunció el cofrade Antonio Andrés Díaz Cantón quien empezó emocionado al descubrir su vínculos con esta parroquia: “En esta San Sebastián tan vinculada a mi familia, ya que en ella contrajeron matrimonio mis padres, mis tíos, algún primo hermano, mi hermana y además hemos sido bautizados toda la familia. Incluso en los años sesenta mis padres me vestían de niño hebreo y con palma en la mano participaba en la procesión de la Borriquita que salía por entonces de esta misma Iglesia”.
Así comenzó su Pregón AntonioAndrés tras los preceptivos agradecimientos: “¡Señora! ¡Carmela! que hace en la puerta a extramuros de la ciudad, en la zona de las Huertas que llamaban del Rey, en la que ya apenas queda un bancal y las casas iban bordeando los caminos, a levante de la Bib-al-Bayyana, la Puerta de Purchena en el humilladero de San Sebastián dándole nombre a la la Parroquia (...) Esta Carmela vecina nuestra, de barrio con sabor a la Almería verdadera, a barrio que aún recuerda a pueblo, y pueblo del que todavía algo queda, donde yo vine al mundo un martes va ya para seis décadas (...) A Carmela ya le iba costando cada día más pasar a dar los buenos días a su Virgencica del Carmen, pero mientras pudo y las fuerzas le acompañaron todos los 25 de julio con la canícula de Santiago, a la caída de la tarde, siempre sola y vestida de domingo, como en las grandes ocasiones, iba a acercarse a la puerta junto al anchurón de la plaza, con su sillita de anea y arrimada junto a la pared esperaba firme la llegada del milagro. Carmela solo tenía ojos, corazón y alma para el gozo del reencuentro con Ella”.
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