Los gitanos y gitanas portan sobre sus hombros a su protector
Un año más, como cada Martes Santo, el barrio enmudeció mientras la imagen del Cristo de la Misericordia salía de la iglesia · No faltaron las saetas a su paso
El Barrio enmudece mientras el Santo Cristo de la Misericordia sale de la iglesia de Turre. Es Martes Santo, el tercer Martes Santo que el Cristo desfila a hombros de gitanos y gitanas de Turre. Los hachones dan luz a los rincones huérfanos de farolas. Una saeta detiene la procesión en la puerta del Ayuntamiento. Iniciada la marcha dobla por la calle Sorroche, empinada senda en la que horquilleros, horquilleras y su capataz, José Fernández Santiago, 'Piloto', ponen a prueba la coordinación, el esfuerzo, el sentimiento de haberlo trabajado anteriormente a conciencia.
El cura Paco que ya no es párroco de Turre, ahora lo es de Sorbas, Lucainena y varias parroquias más, se deja caer por las calles turreras y recibe innumerables muestras de afecto tributadas por los vecinos que esperan su paso por el cariño que le guardan.
El cura Paco camina y cuenta "la imagen preside la iglesia parroquial de Turre, está colocada en el altar mayor y es llevado por los gitanos de Turre, el Cristo de los Gitanos. En Turre se conserva no sólo la saeta flamenca, también saetas más antiguas que son ejecutadas por payos y gitanos.
El paso con el Cristo es portado a hombros por horquilleros, que no costaleros". En el portal de una vivienda el cura Paco se detiene para saludar a una mujer y su marido, ella necesitada de diálisis. El cura Paco practica la liturgia de acompañar al enfermo.
La Banda Municipal de música de Turre acompaña el paso lento del Santo Cristo de la Misericordia. El capataz, portadores y portadoras, tienen ganas, es su noche y echan el resto en ella. Alzan sus brazos con tal de poner al Cristo más cerca del cielo en el firmamento de anteayer sin estrellas.
Ya en todo lo alto del Barrio es llegado el momento de rendir homenaje al Cristo en modo y manera de unos característicos e irrepetibles pasos con los que hacer un mecido, un balanceado que lo practican ellos y ellas o nadie. La emoción de los espectadores, que refleja sus caras, se libera en aplausos.
El descenso hacia la plaza Nueva de la localidad es parsimonioso, gustándose y, además, obligados por cables, farolas, estrechamientos de la calle. Ahí la maestría de cuantos participan con el corazón; en la plaza Mayor, el arte de las saetas en cantaores y cantaoras se deja sentir. ¡Qué grande es la procesión del Santo Cristo de la Misericordia!
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