Los italianos aprietan para tener un Papa 47 años después

Los cardenales salen a la vía pública sin escoltas, con naturalidad, sin el séquito de los políticos convencionales. Y eso que tomarán una decisión que esperan 4.000 periodistas acreditados de todo el mundo

¿Quiénes son los cardenales españoles con opciones de ser Papa?

"Ha llegado el momento de un Papa asiático"

Ambiente en San Pedro a pocas horas del comienzo del Cónclave / Juan Carlos Muñoz

Roma/Las presiones de los italianos son descaradas, máxime si se tiene en cuenta la composición del Colegio Cardenalicio, o estamos en la primera mitad del siglo XX, aunque muchos quieran seguir ejerciendo cierto aval basado en la historia. En la Sala Stampa no paran de acreditarse profesionales de la información procedentes de todo el mundo a dos días del comienzo del cónclave. En el de 2013 fuimos tres mil. La cifra ahora está disparada. "Estaremos pasando ya los cuatro mil... ¡Pero quién sabe!". No se atreven a augurar la cantidad final de informadores. La expectación está descontrolada porque no hay ningún favorito claro. No hay un Ratzinger, por poner un claro ejemplo. No está claro que haya una mayoría favorable a continuar el buen legado de Francisco. Y eso garantiza la sorpresa. Los rezos públicos del Jubileo van por un lado y los preparativos del Cónclave por otro. Los grupos de peregrinos avanzan por la Vía de la Conciliazione por un carril especial a modo de carrera oficial de Semana Santa. Con vallas, naturalmente. Aunque la verdad es que no hay ninguna bulla, pero el orden siempre se guarda con pulcritud en el Vaticano, donde no se permite sentarse en el suelo a nadie. Alguien alza una cruz de madera, un cura dirige la oración y un pequeño grupo la sigue. Así toda la mañana. Un grupo detrás de otro. Las cortinas rojas lucen en la balconada principal de la Basílica a la espera del gran momento. A ver si tenemos suerte si el cardenal proto-diácono otroga la solemnidad debida al momento. Cada acreditación de prensa son diez euros. Al menos dan un recibo.

El cardebal chileno Fernando Natalio Chomali en la mañana de ayer.
El cardebal chileno Fernando Natalio Chomali en la mañana de ayer. / Juan Carlos Muñoz

Los señores cardenales salen de la congregación general de la mañana por lugares distintos. Y, cómo no, al filo de la hora del almuerzo. Unos por la columnata de Bernini, otros a pecho descubierto por la verja que da acceso al Aula de Pablo VI, ese mamotreto que facilita las audiencias masivas del Papa. Unos pupurados salen en soledad, otros acompañados. Pero todos dan la cara, no son como los políticos escoltados o los famosos camuflados. Son bastante naturales. La prensa detecta un solideo de tonalidad púrpura y se prepara para el abordaje. "¡El chileno, el chileno!". Y aparece Fernando Chomali. "¿Cree que tendemos un Papa chileno?". Algunos se ríen. Se busca descaradamente una respuesta orientada, como la que han dado algunos estos días: "Si me eligen me voy a Sicilia". Y de pronto aparece el único cardenal chino en el cónclave Stephen Chow Sau-Yan, que no deja de defender a Francisco. Va junto al cardenal japonés Kikuchi. Es uno de los 23 asiáticos que vota en el cónclave, una corriente emergente según el español Antonio Pelayo, agregado eclesiástico de la Embajada de España ante la Sante Sede. Sale uno de los italianos y se mete en la sastrería talar. El filipino Tagle, que los italianos queman en sus quinielas siempre interesadas, desaparece como una centella. El cardenal Bessi, de Costa de Marfil, pasa casi desapercibido.

Peregrinos del Jubileo en la mañana de ayer.
Peregrinos del Jubileo en la mañana de ayer. / Juan Carlos Muñoz

Los cardenales están cada vez más herméticos. Lógico. No se recuerda un cónclave tan aparentemente abierto. De hecho las congregaciones generales se celebran ya en doble turno de mañana y tarde. Y nunca se deben perder de vista las reuniones informales. La prensa italiana aprieta. ¡Vaya cómo empuja! Coloca a tres de sus paisanos en las quinielas de los favoritos. Parolin, el secretario de Estado; Zuppi, el arzobispo de Bolonia, y Pizzaballa, el patriarca de Jerusalén que tuvo un altísimo protagonismo al ofrecerse él mismo para liberar a rehenes en la guerra de Gaza. En la prensa italiana todos vendidos con su lista de bondades. La misma lista coloca a otros tres cardenales de diferentes nacionalidades: el filipino Tagle, el francés Aveline, presidente de la Conferencia Episcopal gala y el húngaro Erdó. No es casualidad que Italia apriete pues no se olvida la larga tradición de papas italianos, rota en el verano de 1978 con la muerte repentina de Albino Luciani, que sólo reino 33 días como Juan Pablo I. Italia quiere un papa propio. Y van ya 47 años sin tenerlo, un período en el que han visto pasar un polaco, un alemán y un argentino. Tal es la ansiedad que todavía se recuerda el pifiazo de la Conferencia Episcopal Italiana cuando en la noche de marzo de 2013 de la fumata blanca se difundió por error el nombramiento de Scola como nuevo Papa, otro cardenal que años después no fue muy amable al valorar la llegada de Francisco.

Los cardenales Kikuchi y Sau Yan, en la mañana de ayer.
Los cardenales Kikuchi y Sau Yan, en la mañana de ayer. / Juan Carlos Muñoz

Por primera vez hemos oído con claridad que hay cardenales que consideran que se necesita más tiempo para hablar. Parece que los debates abiertos por Francisco han sido demasiado espinosos. No tanto las reformas ejecutadas, sino las sendas marcadas para que se vayan gestionando los cambios. ¿Más tiempo?, se preguntan muchos analistas que recuerdan que no estamos en siglos atrás, cuando los purpurados no se conocían, tardaban meses en llegar a Roma tras largos periplos y algunos hasta perecían en el camino. Ocurre que parece evidente que hay una corriente con fuerza que está favor de no dar un paso atrás después del pontificado del argentino, pero hay otra que no quiere que la guía marcada por Francisco continúe, mucho menos que lo haga a gran velocidad, y otra un tanto ambigua que se considera "ortodoxa" y que reduce las tronantes declaraciones de Francisco a eso mismo: comentarios de un Papa en el avión tras un viaje pastoral que no han tenido incidencia en la normativa eclesiástica o la doctrina. De la combinación de esas corrientes debe salir un nuevo Papa. Cuanto más se vote, mayor espectáculo de división.

Una periodista de televisión emite desde la Plaza de San Pedro.
Una periodista de televisión emite desde la Plaza de San Pedro. / Juan Carlos Muñoz

Monseñor Rino Fisichela sigue mientras tanto con los preparativos del Jubileo. Trasciende que de ninguna manera se suspenderá la gran procesión que tiene en vilo a parte de Sevilla y Málaga con las salidas del Cachorro y la Virgen de la Esperanza la próxima semana, incluido el paso por el Coliseo para facilitar las fotos de portada. En la Sala Stampa oyen que hay andaluces y de pronto se escucha alto y claro: "¿Conocéis al rector de la Macarena?" No deja de ser un comentario amable entre tantas tensiones propias del ajetreo. Hay portales que no paran de laminar el pontificado de Francisco, incluso apoyados en entrevistas a purpurados nombrados por el propio argentino, como ha ocurrido con el cardenal Müller, poco elegante y nada agradecido a su mentor cuando cuestiona su gestión si ni siquiera haber acabado los nueve días con sus nueve misas que se dedican al alma del Santo Padre fallecido. "Francisco ha creado confusión y hay que poner orden", declaró a La Nación. Nunca hubiera estado de más un silencio prudente. Queda feo largar de quien te nombró y, sobre todo, de quien acaba de fallecer y ya no se puede defender. La condición humana es así, sea con o sin púrpura.

El cardenal almeriense López Romero, arzobispo de Rabat, celebró misa por todo lo alto el domingo en Roma en su templo de San León I. Confirmó además a dieciocho jóvenes. "Habría que estar loco para querer ser el Papa", declaró no hace muchos días. Las dos jornadas previas al cónclave tiene previstas celebraciones eucarísticas, pero más restringidas. En esta ocasión los cardenales adelantan esas misas tradicionales antes del encierro en Santa Marta. No se quieren sobreexponer hasta última hora. El cardenal Cobo, arzobispo de Madrid, declaró repleta su agenda del lunes. Veremos si hoy martes celebra misa en las vísperas del inicio del cónclave. Su iglesia en Roma es la de Santiago y Montserrat de los Españoles. Es indudable que esta vez es mucho mayor la presión. Roma es una olla exprés para un alto clero que no se puede permitir una sede vacante más larga de lo habitual. El camarlengo es una figura provisional, interina, para salir del paso. El mundo necesita una autoridad moral que clame por la paz. Que sea respetada aunque no siempre se le haga caso, pero que tantas veces sí ha conseguido la retirada de misiles, la caída de muros y los encuentros en concordia. El Papa es no pocas veces la esperanza de un mundo que tiene normalizadas las injusticias. Y ahora mismo no hay Papa. Hay debates, campañas interesadas de despestrigio y todo eso que se reduce al desagradable mundo de las intrigas palaciegas. No habrá tiempo de debtir mucho más, pero sí hay una urgencia: el mundo necesita un Papa. Prueba de ello es que hay un interés masivo sea de sectores creyentes, descreídos o de un lado u otro a tiempo parcial.

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