Adra es historia en sí misma. Pasear por sus calles es disfrutar y palpar un pasado de más de 3.000 años de historia que, gracias a un arduo trabajo de puesta en valor de sus vestigios, se ha integrado plenamente en la fisionomía actual del municipio.

Fundada por los fenicios en el siglo VIII a. C., la antigua Abdera ha sido codicia de todas las civilizaciones que han habitado la península Ibérica. Centro de rutas comerciales, contó con una ceca romana con la creación de salazones y el ‘garum’ la llevó a acuñar moneda propia, que hoy se ha convertido en uno de los símbolos emblemáticos de la ciudad.

Gran parte de este ingente legado cultural que hace de Adra un lugar de interés arqueológico y de paso obligado para amantes de la historia se encuentra al alcance de todos en los distintos centros museísticos y expositivos del municipio.

Así, junto al Molino del Lugar, Adra cuenta con un gran mural con imágenes, textos explicativos e infografías en el que hace un recorrido por la historia del municipio. En el Museo de Adra se pueden contemplar gran parte de las piezas procedentes del cerro de Montecristo, solar de la antigua Abdera, mientras que las piletas de salazón a los pies de la ermita de San Sebastián, de los siglos I y II, coinciden con la promoción de Abdera a municipio romano.

Un patrimonio, los orígenes de Adra, que también son visibles en las murallas de los siglos XVI y XVII, para resistir los ataques de los piratas berberiscos y turcos, como también lo es la torre vigía de Guainos, una clara muestra del sistema defensivo nazarí-castellano, con el mismo fin. También los refugios antiaéreos de la Guerra Civil, de 1937; o la arquitectura industrial de la Torre de los Perdigones, la Fabriquilla del Vinagre y la Fábrica Azucarera.

El alma de Adra también está la sección etnográfica del Molino del Lugar, con el desarrollo del ciclo del cereal, y en el Centro de Interpretación de la Pesca, donde el visitante conocerá la vinculación histórica de la localidad con el mar y la pesca.

Un alma también visible en el folclore abderitano, con la festividad en honor a San Marcos de abril y la de la Virgen del Carmen en julio, patrones de los agricultores y los pescadores, y las fiestas de septiembre en honor de la Virgen del Mar y San Nicolás de Tolentino.