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¡Que viva la madre que te parió, míster! (1-0)

  • Fran Fernández devuelve las constantes y las virtudes a un equipo al que nadie entiende como él

  • Una pizca de orden, varias dosis de confianza, René y mensajes claros ante los errores, los puntales de un sufrido triunfo

Ramón María del Valle-Inclán podría haber escrito el mejor de sus famosos esperpentos en el Estadio de los Juegos Mediterráneos. En vez de inspirarse en el famoso Callejón del Gato, las gradas del recinto en el que juegan los rojiblancos son un lugar ideal para que la mente y las ideas fluyan por las extravagancias de un club que necesita recuperar el norte. Ha tenido que ser Fran Fernández, un entrenador canterano al que anteriormente se le había cerrado el paso, el que ponga algo de sensatez en una institución que o confía en la gente válida de la casa y se gasta algo más que cuatro perras o va a perder la Liga de Fútbol Profesional, después de tres temporadas coqueteando con ello.

Quedan cinco partidos y todavía todo puede pasar. El míster ha sido capaz de enderezar un árbol que se había torcido a merced del viento y que no tenía raíces suficientes para evitar su caída. Fran Fernández se puso manos a la obra, no pidió las explicaciones que se merecía al club después de haberlo enviado al filial una vez que había resucitado en las conocidas situaciones anteriores, y ayer fue el gran vencedor de un choque afrontado como se debe en Segunda: sufriendo, contragolpeando y con una sintonía espectacular con la grada.

Sin tener la fama de otras hinchadas, lo que hizo ayer la del Almería es para tenerlo muy en cuenta. La afición rojiblanca es pura matemática histórica: diez mil en Primera, siete mil en Segunda y unos tres mil en Segunda B. Por lo tanto, que ayer acudieran al estadio en torno a diez mil quinientas camisetas rojiblancas, es para que el presidente se piense muy detenidamente si es justo ternerla cada fin de semana con la angustia en la boca porque su equipo ha perdido. Y ha vuelto a perder. Y ha vuelto a perder. Quién sabe si hubiesen acudido el mismo número de aficionados si hubiera seguido Lucas Alcaraz al cargo o si el efecto Fran Fernández les ha transmitido ilusión. Lo único cierto es que tanto el técnico como los aficionados se merecen algo más que sentirse utilizados en un proyecto agónico y agonizante.

Para ser certeros en la interpretación del encuentro, los rojiblancos no bordaron el fútbol en la tarde de ayer. De hecho, no jugaron a nada absolutamente, pero todo el mundo se marchó a sus casas con ganas de sacar el autocar e irse a la Plaza de las Velas a celebrar. Por contra, el Barcelona B acaparó posesión y ocasiones, jugó como los actuales manuales balompédicos indican, que para lo único que le sirvió fue para acumular otra jornada más en zona de descenso y estar ahora mismo cinco puntos más el golavorage por debajo de los almerienses. No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta de que en esta categoría y a estas alturas de la película, lo dos factores que priman son la intensidad y la competitividad. Cuando ambos se alcanzan, la calidad y el olfato definen.

Por eso se quedaron los pupilos de Fran Fernández con los puntos, posiblemente sin merecerlos para el público neutral que viera el partido por la televisión. El Barcelona B fue muy superior en el centro del campo, pero inferior en las áreas, donde el Almería ésta vez sí que marcó las diferencias. El partido de ayer fue el de tantas tardes de paradones de René e ideas nulas en los rojiblancos. Entre las bajas y que físicamente el equipo está tieso, hasta tiene mérito que este equipo dependa de sí mismo para salvarse. Cualquier otro fin de semana, el meta gaditano hubiera parado lo posible y lo imposible, hasta que el fallo defensivo de rigor lo hubiera dejado al pie de los caballos.

El guión habitual ayer también se cumplió punto por punto, sobre todo por la incapacidad defensiva y los nervios de Pervis y la torpeza de Sulayman, malacostumbrado a creerse Fernando Redondo. Sin embargo, el equipo no tembló, como tampoco lo hizo Fran Fernández cuando tuvo que hacer la convocatoria o introducir los cambios. Eso transmite confianza, convencimiento en que se puede conseguir lo que uno se propone. Sobre todo cuando ves que detrás tuya hay niños pequeños que portan el mismo escudo y que lloran cada domingo porque su equipo no le ha dado una alegría. Ese factor emotivo ha sabido moverlo el míster, para relanzar a un vestuario tocado en lo ánimico.

De todos los factores, el más determinante fue el acierto de Hicham para rematar un magnífico centro de Pervis que, ofensivamente sí aporta lo que no en defensa. Con 1-0, las hormonas se dispararon, empezó a creer hasta el más incrédulo y el fútbol guardiolista culé, se esfumó. Los tres puntos no se escaparon, entre otras cosas porque Tino Costa le dio un oficio y un empaque al Almería muy necesario.Fran Fernández es la persona idódena para quitarle al Almería la careta de Max Estrella y recuperar parte del prestigio perdido.

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