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El melón sale dulce y sabroso (0-1)

  • Debut con una victoria fraguada en la portería y una férrea medular. Personalidad mandona, a la que habrá que sumar acierto goleador

Caballero celebra su tanto.

Caballero celebra su tanto. / Photo Deporte

La primera tajada ya está cortada y degustada. El melón tiene un color verde que alimenta por sí solo, un corazón dorado y dulce que hace salibar sólo con mirarlo. Pero también una cáscara dura y robusta que evita que los insectos le quiten su vitalidad. Es como todo, un buen agricultor, que sabe cómo trabajar la tierra, qué abonos usar y trata con dulzura a sus plantas, obtiene los frutos por los que se pelean todos los comerciantes en la alhóndiga.

Dulce como el mejor melón que se hayan comido este verano fue el estreno del Almería en el Nou Estadi de Tarragona. Los rojiblancos sorprendieron a propios extraños con un partido impropio de estas alturas de la temporada, donde en el plano físico y táctico aún hay lagunas. Fue un conjunto disciplinado, bien trabajado, sacrificado, férreo en defensa y con los detalles de calidad que en esta categoría te hacen dar el salto. A todo ello, hay que añadirle la sobresaliente actuación personal de René, un portero de tan buena pinta como la que tenían Esteban o Diego Alves en su momento. Sin que fuera relamente salvador, el ex del Girona aportó con sus salidas y sus buenas paradas la seguridad que necesita el Almería para preocuparse más por jugar que por mirar a su propia portería.

Otro exgerundense que ayer se convirtió en líder del equipo, fue Rubén Alcaraz. Sólo con decir que se ha convertido en el segundo capitán del conjunto, cuando no es un jugador en propiedad del Almería y acaba de llegar a un vestuario renovado, lo dice todo de su personalidad. El centrocampista hizo absolutamente de todo lo que se puede hacer sobre un terreno de juego: corrió, robó, chutó, ayudó en defensa, llegó al área rival... Y lo hizo todo de sobresaliente. La medular es la línea más importante en Segunda División, puesto que aporta equilibrio y evita que el equipo se rompa, y con un futbolista como éste, el Almería tendrá consistencia y no será el conjunto blando y casi de plastilina que se quebraba sólo con soplarle en temporadas anteriores.

Precisamente el centro del campo fue el que fraguó la victoria de ayer. La tremenda presión, empezando por Pozo, motivado y sabedor de que el Almería gira en torno a él, ahogó a un Nástic que quiso meterle algo de presión al partido, pero se vio superado de cabo a rabo por un equipo que consiguió el mismo resultado de la temporada pasada, pero con un fútbol muy diferente. En cuanto Alcaraz y Mandi mandaron, Pozo, Fidel y Gaspar avasallaron el área local. Los primeros acercamientos fueron peligrosos, hasta que el malagueño se inventó una gran jugada personal y una asistencia de fábula para un Caballero que no se había estrenado en pretemporada. Lo hizo cuando hay que hacerlo, en Liga. Un gol que, a la postre, varió de bueno a muy bueno el arranque de una temporada en la que ya sólo faltan por sumar 47 puntos para no pasar los apuros habituales.

Con 0-1, lo normal es meterse atrás y buscar una contra. Lo que más sorprendió es que el Almería no lo hizo, quiso mandar y lo consiguió. Es cierto que no fue un dominio apabullante, pero sí fue una superioridad que podría haber servido para sentenciar antes el partido. Faltó primero maldad para matar a la contra y segundo mayor instinto por parte de Caballero, muy trabajador de espaldas, aunque falto todavía de ese remate que tienen los goleadores. Todo a su tiempo, sobre todo si el Almería sigue con esa fortaleza en el centro del campo y ese seguridad que llega desde la portería. Ah, también de la fortuna que parece haber cambiado, con un palo de Mesa fuera de tiempo.

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