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La Fura dels Baus regresa a su naturaleza

  • La compañía estrenó a nivel nacional 'ADN' en el Pabellón de Deportes del municipio ejidense

Los límites del ser humano y el impacto visual y enérgico golpearon al espectador que acudió al estreno nacional de la nueva obra de La Fura dels Baus, ADN. En este espectáculo, se vivió la selección de las mejores escenas de los orígenes de la compañía y muchos de los presentes, que ya habían visto algunas de ellas, estaban deseando revivirlas.

Con fuego y a golpes contra un coche, que se ubicaba en medio de las pistas del Pabellón Deportivo, empezó el lenguaje furero a expresarse en todo su esplendor. Se notaba rabia. El materialismo se acabó cuando comenzaron a despedazar ese vehículo hasta sus entrañas.

El público cercaba esta performance pero tenían que guardar unas medidas de seguridad óptimas porque algo de peligro se intuía en el ambiente. Las guerras empezaron a besa de darse con las ruedas o con motosierras. Los intérpretes iban luchando alrededor de todo el recinto por lo que las personas que acudieron tuvieron que ir apartándose para proteger su integridad. Entre el público se podían ver caras de nervios mezclados con risas y otras de preocupación.

El poder del fuego fue uno de los ingredientes de este espectáculo, pero se agudizó la sensación de ansiedad por parte del público cuando en los laterales se encontraban dos peceras. El descubrimiento del ser humano o verse atrapado por los prejuicios de una sociedad podrían ser libres interpretaciones que se aplicarían a esta performance.

Los intérprete estuvieron a la altura de lo que significa La Fura dels Baus. La transgresión y la forma de contar las cosas se pudo ver en sus expresión facial y cómo se metían tan de lleno en el papel.

Ya en un coche destrozado, tres mujeres, y vísceras, muchas vísceras. Recorrían su cuerpo, las mordían y se bañaban en sangre. Caras de placer se podían ver en sus rostros, pero las del público precisamente no eran de buen gusto. Mostrar al ser humano como un depredador sin escrúpulos y con las ansias de conseguirlo a a toda costa mientras las protagonistas se restregaban esas vísceras que tantas náuseas causaron en los asistentes.

La parte masculina del reparto apareció, posteriormente, colgados de un arnés aunque también cogidos del cuello. Una lucha constante y un sufrimiento agonizante para acabar con fundido en negro.

Después, cuatro hombres encajetados y su ama, las que con una manguera les da de beber leche y les arroja barras de pan para que puedan comer algo. Castigos ante el mal comportamiento y recompensas por lo bueno.

Pero el espectáculo acabó en un baño de color. Desde una tirolina, dos mujeres acabaron en una especie de rocódromo donde los apoyos eran globos llenos de pintura de color. Abajo les esperaba un hombre. Y acabaron reventando gran parte del cargamento para cerrar el espectáculo. El espectáculo acabó con un apagado las luces y con la invitación de salir del Pabellón. Un encierro lleno de sensaciones muy contrapuestas, donde el impacto fue muy sensorial.

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