La importancia de la actitud (2)
Historias del Diario
Y llego el da señalado en el calendario, todo estaba dispuesto para la intervención que marcaría un antes y un después en su vida
No se lo podía creer. Jamás había escuchado el nombre de aquella enfermedad. Tuvo que buscarlo en un diccionario, y así comprender qué le habían diagnosticado. Sin embargo, el momento más duro de aquel escenario fue cuando el doctor expuso con profundidad, a unos padres totalmente abatidos, la enfermedad que padecía Mª Dolores, la costosa intervención que debía sufrir y el duro tratamiento que debería soportar, para superar su padecimiento.No se lo podía creer. Jamás había escuchado el nombre de aquella enfermedad.
Tuvo que buscarlo en un diccionario, y así comprender qué le habían diagnosticado. Sin embargo, el momento más duro de aquel escenario fue cuando el doctor expuso con profundidad, a unos padres totalmente abatidos, la enfermedad que padecía Mª Dolores, la costosa intervención que debía sufrir y el duro tratamiento que debería soportar, para superar su padecimiento.Con el paso de los días, después del varapalo que había supuesto el diagnóstico, Mª Dolores intentaba mostrarse risueña con sus seres queridos, pero en el fondo escondía una gran desesperación y un miedo creciente por las posibles consecuencias de aquella enfermedad: no quería morir.
Ante aquel grave padecimiento sabía que debía ser fuerte. A pesar del calvario y sufrimiento que se le venía encima, debía mostrarse optimista ante sus padres y hermanos. Además el doctor le había hablado sobre la importancia de la actitud y del compromiso que debía mantener frente a la intervención y durante el tratamiento posterior.En la soledad de la noche había imaginado vivir mucho más tiempo. Pero su miedo era tan mayúsculo, que por el día pensaba todo lo contrario. Así que Mª Dolores desechó todos los pensamientos que nacían en su interior, depositando toda su confianza en unas palabras que el doctor le expuso una semana antes de la operación: “debes confiar en el tiempo y en tu juventud, suele dar normalmente muchas salidas a amargas dificultades…”
Y llegó el día señalado en el calendario, todo estaba dispuesto para la intervención que marcaría un antes y un después en su vida. Momentos antes de que la transportasen al quirófano, bastó tan sólo una acción, una mirada, para saberse muy querida, cuando sin mediar palabra sus ojos hablaron a gritos lo que calló el corazón a un descompuesto prometido, y a unos padres totalmente apesadumbrados. En aquel instante, desapareció su miedo y quiso luchar más que nunca por salir triunfante de aquella complicada operación.La intervención duró siete interminables horas. Al abrir su abdomen comprobaron lo extendido que se hallaba el cáncer. Tuvieron que retirarle infinidad de ganglios afectados, para descubrir posteriormente que el foco principal se encontraba escondido detrás de la reserva de sangre más importante de nuestro cuerpo: el bazo; teniendo que extirparlo irremediablemente.
pero sí necesario en el buen funcionamiento de nuestro cuerpo. Sin embargo, como se comprobó posteriormente, su eliminación fue vital para prolongar la vida de Mª Dolores. Los problemas aparecieron a las pocas horas de finalizar la intervención, en forma de un intenso dolor en el bajo vientre, acompañado de unas décimas de fiebre. La preocupación fue máxima, al pensar que pudo quedar alguna zona sin revisar. Después de muchas pruebas, descubrieron que la causa del insoportable dolor y de la febrícula, era una bolsa de líquido que se encontraba en su zona genital, teniendo que extraerla meticulosamente con una jeringuilla especial.Unos días después, recuperada de la complicada intervención, Mª Dolores se encontraba más animada y con ganas de vivir.
Le dio fuerza comprobar que era muy querida por todos; principalmente por la persona que estos años ha sido el único y gran amor de su vida. Al evocar la imagen de aquel joven ebanista, su corazón comenzó a latir con más rapidez, cuando recordó la tarde de otoño en la que le robó su primer beso de adolescente, enamorándola para siempre. Con la imagen en su mente de Alfonso, aquel joven carpintero repleto de ilusiones, comenzaron a fluir lágrimas de sus ojos rememorando el amor incondicional que siempre había recibido de él. El recuerdo la transportó a los inicios de su relación y a los viajes en tren que efectuaban juntos a Barcelona.Para erradicar de sus células el cáncer, ya extirpado de su cuerpo, tuvo que someterse a infinidad de exploraciones en el Hospital de San Pablo.
Durante seis meses soportó las agresivas sesiones semanales con Bomba de Cobalto, supervisada previamente con análisis que evaluaban si su cuerpo soportaría otra nueva sesión. Mª Dolores recibió todas aunque después de cada una de ellas sufriera efectos secundarios como vómitos o cambios de carácter, circunstancias que odiaba cada vez que le sucedían. Después de los primeros seis meses de tratamiento, las revisiones se fueron alargando, hasta que a los cinco años finalmente, el mismo doctor que le salvó la vida le indicó: “como ya te dije, el tiempo y la juventud han logrado que superes una amarga dificultad que surgió en tu vida. Hoy, estás totalmente restablecida, y tienes las mismas posibilidades de vida que cualquier otra persona, pero te recomiendo que si deseas tener hijos no esperes demasiado”.Y fue en aquel instante cuando su vida se transformó; cuando reparó en que necesitaba cambiar y hacerlo por todo lo alto. El consejo del doctor era factible, puesto que Mª Dolores había conservado su trabajo pese a las constantes bajas y exploraciones que tuvieron que efectuarle.
En reiteradas ocasiones Alfonso le había comentado que tenía proyectos de negocio propios, donde estaba seguro que despegaría económicamente. Así que decidió casarse y formar su propia familia cuanto antes. No esperaba que la vida de casada fuese perfecta, pero a ella le parecía hermosa. Mª Dolores disfrutó feliz de unos años maravillosos. Comenzó a saborear los grandes placeres de la vida marital, viajar o quedar con amigos para comer o cenar sintiéndose otra vez viva; hasta que la curiosidad comenzó a ocupar un hueco cada vez más grande en su interior.
La recomendación que le propuso el doctor resonaba con mayor frecuencia en su cabeza, hasta que a los veintitrés años logró el objetivo de ser madre de su primer hijo Víctor, colmando posteriormente sus expectativas con el nacimiento de su hija Mireia. Tener a sus hijos fue la motivación que necesitaba para cuidarse y alargar su vida, comenzó a practicar ejercicio y a comer de un modo saludable; albergaba grandes expectativas de presente y futuro, que con el paso de los años se vieron realizadas gracias al nacimiento de su única nieta, convirtiéndose en un soplo de aire fresco que se iba renovando conforme la niña crecía. Se notaba ansiosa por avistar a sus hijos en el umbral de la puerta. Aprovechó la espera, para retocarse en el cuarto de baño; tal y como hacía antaño antes de que Alfonso llegase del trabajo, para que la encontrase lo más atractiva posible.
Sin embargo, en aquellos instantes de soledad, la nostalgia invadió todo su cuerpo al contemplar frente al espejo su imagen enflaquecida. A pesar de esta visión, recuperó al instante su esencia pensando que todavía no era el momento de rendirse porque de nada habría servido todo el esfuerzo realizado durante los últimos años. Y con paso fatigado, volvió a su butaca, los recuerdos imparables comenzaron a surgir con el segundo incidente, dejándose llevar por ellos.Tenía veintiocho años cuando en una revisión ginecológica, le realizaron una mamografía, descubriendo una mancha que el año anterior no existía. Por su expediente clínico, la primera impresión del doctor fue que podían ser cicatrices del pasado, producidas por las sesiones semanales que recibió con Bomba de Cobalto. No obstante, una segunda prueba confirmó que las manchas nacidas en uno de sus pechos eran de un cáncer de mama, que se extendía muy rápidamente.
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