El musical

Así se visten 'Los Miserables'

Sombreros, levitas, faldas abullonadas y corsés esperan amontonados detrás del escenario para trasladar al nuevo auditorio de Fibes a plena restauración monárquica.

El reto de dar vida a Los Miserables de Victor Hugo no pasa sólo por reproducir el conflicto de la época y la personalidad intrínseca de cada personaje sino también en calcar de la manera más fiel los aspectos sociales desde 1815 a 1848 a través del vestuario.

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El musical, que estará en Sevilla hasta el próximo 17 de noviembre, se diferencia de cualquier otra obra precisamente por eso, la indumentaria habla por sí sola, es capaz de trasladar al espectador a un momento histórico y es un factor decisivo para marcar la evolución del carácter y la posición social de cada protagonista.

Pero recrear a la perfección lo que pasaba en las calles de París en plena revolución no es tarea fácil, todo ello supone un proceso que transcurre entre bambalinas horas antes del que el telón se alce para dar comienzo a la función.

Después de que las vestimentas de todo el elenco fuesen diseñadas hace 28 años, un equipo de sastres se encarga de perpetuar ese legado que sufre el desgaste diario de quienes viajan a otra época a través de sus prendas. “Nuestro trabajo es el de conservar las prendas ciñiéndonos siempre al patronaje establecido y a los bocetos mandados por una supervisora de vestuario”, afirma la encargada de sastrería del musical.

Colores oscuros en sintonía con el momento histórico que atraviesa la narración, tejidos envejecidos y patrones de corte imperial visten al elenco. Complementos como sombreros, botas de piel y pañuelos ayudan finalmente a crear un estilismo recién sacado de la primera mitad del siglo XIX.

El vestuario es un rasgo ineludible del carácter de Los Miserables y ayuda al espectador, no sólo a construir su imagen, sino también a entender su transformación a lo largo del musical. El ejemplo más significativo es el de Jean Valjean, el protagonista. Comienza vistiendo ropas ajadas acorde a su baja posición social, pero a medida que va recuperando su honor, se observa una mayor riqueza en sus tejidos y la utilización de tonalidades más vivas.

El proceso inverso es el que se observa en Javert, el personaje antagonista de la obra, que va oscureciendo sus vestiduras al mismo tiempo que su personalidad se va a haciendo más perversa.

Puesta a punto para la función

A la hora de la verdad, mientras los actores se afanan en imitar los rasgos de su personaje en la sala de maquillaje, el equipo de sastrería prepara con precisión cada prenda en el espacio de “cambios rápidos”, contiguo al escenario y donde un vaivén de cambios de atuendo no cesa a lo largo de toda la obra.

Hasta catorce cambios de vestuario sufren algunos personajes, lo que obliga al equipo a colocar cada prenda al milímetro en un caos ordenado al que llaman “la montonera”. Cada actor tiene marcado un espacio y allí se colocan sus prendas en orden descendente al transcurrir de la obra. El actor, entre escena y escena, llega, se cambia en cuestión de segundos y vuelve al escenario. Cuando cae el telón comienzan de nuevo el trabajo de conservación diaria.

No hay estilismo completo sin un buen maquillaje, y asombra ver como todo el reparto del musical realiza este trabajo con sus propias manos. Una excepción es la del personaje de Valjean, tiene que mostrar el paso del tiempo en la obra por eso es el único que se pone en manos de una maquilladora profesional para crear ese efecto envejecido. Un proceso a contrarreloj que se consigue entre escena y escena.

Tanto en camerinos como en la zona de "cambios rápidos" se disponen en grandes estanterías bustos que portan "todas las cabelleras" del elenco. Las pelucas son un factor esencial en la transformación de los actores y un truco desconocido por muchos para portar la petaca del micrófono. De pelo natural y con un delicado trabajo de conservación las pelucas se colocan con horquillas o pegamento especial para pieles, y es el colofón final que remata el estilismo de cada actor.

Marina Rubalcaba

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