El fracaso del demócrata

La Constitución no ha fracasado. Hemos fracasado nosotros, como ciudadanos

Lo cierto es que en ocasiones hay veces que a uno, personalmente, no le dan la más mínimas ganas de escribir un artículo como éste. Aquella frase que decía que vivíamos tiempos convulsos, ya no es una quimera. Ahora es una realidad. Me pregunto en muchas ocasiones, por qué nos merecemos esto. Por qué una democracia y una sociedad como la española merece pasar por este tipo de episodios. Por qué tenemos que soportar este sinsentido que, de tiempo en tiempo, le asalta a los españoles en el pecho. Por qué nos sigue persiguiendo este dolor innecesario. Supongo que sé el porqué de todo esto. Y es sencillo: porque no sabemos valorar lo que te tenemos. No nos han enseñando a apreciar lo que cuestan las cosas. Siguen las cunetas con nuestros muertos desparramados y siguen habiendo personas obcecadas en volver a llenarlas. Pero mi duda es: por qué. Por qué tenemos que seguir aceptando este tipo de personas que no nos dejan vivir en paz. Que levantan los odios como si fuesen banderas. Que nos invitan a matarnos, como si esto fuese una sencilla cuestión, como ir a comprar pan o cebolla. No nos merecemos esta Constitución. Una Carta Magna que siempre veló por las minorías. Que alentó y que motiva a todos aquellos sectores más débiles y endebles, para que a la primera de cambio, cuando se convierten en mayoría, secuestren al resto de ciudadanos en favor de su verdad. La Constitución no ha fracasado. Hemos fracasado nosotros, como ciudadanos. Hemos perdido un partido que estaba ganado de antemano. Sólo teníamos que ser respetuosos y responsables. Sabedores de la responsabilidad que se depositaba en nosotros. Porque la democracia es una responsabilidad, no un derecho. Porque los derechos sin obligaciones se convierten en tiranías. En estados de excepción. En sistemas ocultos donde se adoctrina a los niños en los colegios, donde se hacen listas de quién es un buen ciudadano y quién no. Donde se establecen, en nombre de altos honores, dictaduras silenciosas -las que duelen-, las que no puedes denunciar, porque si no, te señalan por la calle, acosan a tus hijos, te hacen la vida imposible, si no agachas la cabeza y pasas por el aro. La aplicación del artículo 155 es el más fiel reflejo de nuestro fracaso como demócratas. Pero no de quién lo impone, sino de aquellos que, teniendo el bien más preciado -la democracia-, no han sabido estar a la altura del servicio público y dar la misma generosidad que recibieron cuando nadie los quería.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios