No vaya a ser democracia

Vivimos en una sociedad que no está acostumbrada al debate, ni tampoco deja espacio para el dialogo

Está claro que el marco jurídico deja la posibilidad de que exista la libertad de expresión. Es un hecho innegable -aunque el Señor Provinciano Descalzo me meta caña por decirlo-. Sí, es cierto, y aunque aprenda muchísimo de él -que lo hago- no me queda más que la irremediable sensación y actitud de seguir creyendo en el Estado como un sistema democrático, social y de derecho. Aunque algunos se empeñen en hacer del sistema una empresa personal donde invertir dinero público en actividades económicas individuales. Donde el beneficio es propio y las deudas son colectivas. Donde el Capitalismo y el Antiguo Régimen siguen siendo el mismo perro con diferente collar. Donde el ciudadano de a pie es esquilmado, ya no en nombre de unos dioses, sino en favor de la democracia.

El ciudadano se deja llevar. Piensa en cómo terminar el fin de mes. Cómo conseguir trabajo. Cómo descansar, si al final del día, después de una interminable jornada, se da cuenta que tiene que recoger la casa, dar de cenar a los niños, preparar las cosas del cole para el día siguiente, planchar la ropa más íntima, lavar, limpiar y amarse. Esto último a tientas. En la oscuridad. Pidiendo perdón, si procede y se estima oportuno. Evidentemente, tengo mi íntimo sentimiento al respecto. Cómo querer que un hermano se vaya de casa. Con el amor que le profesa uno. Con la estima y el cariño que se le debe. Estos últimos quinientos años juntos. Tres Guerras Carlistas. Caída de Reyes y de Repúblicas. Una Incivil Guerra, donde todos perdimos, y aún se siguen buscando en las cunetas a unos y dejando a otros aún con la cal viva. Cómo aceptar que tu hermano salga de casa dando portazos, insultando a todo aquel que se sale a su paso. Agraviándote en público. Haciéndote el feo delante de tus amistades. Dejando que entren hasta la cocina de tu casa para que te demuelan. Tengo mi íntimo sentimiento al respecto, que no es otro que el respeto a la Constitución, a la Convivencia, a la Concordia. Y si después de eso, tres quintos del Senado cree oportuno, piensa, aprecia, ve que esto debe de ser así o asado, pues supongo que habrá que respetarlo. Porque fuera de la Constitución no existe nada. Vivimos en una sociedad que no está acostumbrada al debate, ni tampoco deja espacio para el dialogo. Nos echamos al monte, como dicta la historia, y nos peleamos los unos con los otros -típico entre hermanos, donde se establecen las más nobles deslealtades y las más profundas confrontaciones-.

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