Lavandas en Benecid, las más sureñas de toda Europa
Agricultura
El Jardín de las Lavandas ubicado en la Alpujarra Almeriense nace con el objetivo de convertirse en un lugar de experimentación agrícola y un espacio didáctico-divulgativo
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El impresionante zumbido de los insectos revoloteando sobre las flores y el color violeta que tiñe cada rincón, son dos de las características que más llaman la atención de todos quienes visitan el Jardín de Lavandas de Benecid, uno de los lugares más mágicos y entrañables que se encuentran ocultos en la naturaleza del parque natural de Sierra Nevada. A escasos metros del centro urbano de esta pedanía de Fondón, de apenas 50 habitantes, y en la zona alta de la Alpujarra Almeriense, se encuentra una de las plantaciones más sureñas de lavanda de toda Europa.
Allí, Löic Martínez, un geógrafo francés e hijo de emigrantes asturianos, cuida junto a su familia desde hace tres años de las más de 2.000 lavandas que tiene sembradas en poco más de media hectárea de terreno. En él alberga hasta cinco variedades diferentes de lavanda, entre las que destaca la Lavandula Angustifolia por su fragancia y sus grandes propiedades medicinales.
Su estrecha relación con la provenza francesa, le llevó a iniciar este proyecto, que nace con una vocación muy lejana a ser un cultivo productivo. “Para rentabilizar una producción de lavanda necesitas como mínimo dos hectáreas de terreno, con lo que tenemos plantado apenas se podría elaborar un litro de aceites esenciales”, explica.
El jardín, lo que busca es ser un espacio de experimentación agrícola y consolidarse como un ambiente didáctico para acercar a las personas y la naturaleza, tratando además de dejar una huella positiva en el campo. “La idea es que nuestra huella en el terreno sea positiva, tratando de recuperar un espacio natural que estaba abandonado para que vuelva a tener vida a través de las plantas, atraer a los polinizadores y la biodiversidad del suelo”, explica Loic.
La agricultura regenerativa es una de las técnicas utilizadas en las que se basa el funcionamiento del jardín para aumentar la biodiversidad, desbrozando para aportar nitrógeno al suelo, mediante el uso de compost, y sin la aplicación de ningún tipo de fitosanitarios.
Dentro de su labor divulgativa, el jardín acoge visitas semanales para dar a conocer el entorno, en el que además se realizan diferentes talleres mediante los que los asistentes pueden elaborar sus propios productos para conocer así cuáles son los principales usos de la lavanda.
En cuanto al cultivo en sí de la lavanda, se trata de una planta que no requiere demasiada agua ni excesivos cuidados durante el ciclo. “En el año le damos 3 o cuatro riegos, no necesita más, aunque por el sistema de regadío tradicional de la zona - riego a mantas- hemos colocado las plantas sobre las partes más abultadas del terreno para que no lleguen a inundarse las raíces”, explica. A parte de los riegos puntuales, se realizan dos podas al año, una vez cosechada y justo antes de su floración en torno al mes de marzo.
El calor, que azota en estos días y ya no deja pasear por el jardín alcanzado el mediodía, es uno de los grandes enemigos de esta planta para crecer. La altitud idónea supera los 1.500 metros sobre nivel del mar, ya que prefiere climas fríos y aguanta muy bien las heladas. El hecho de que ésta sea una plantación tan al sur, implica más temperatura que en otras zonas de Europa y por supuesto, menos agua, lo que provoca la pérdida de algunas plantas en la temporada de verano.
La lavanda comienza a cosecharse a partir de la primera quincena de julio y se alarga hasta mediados de agosto. Por lo general, para trabajar con la flor se deja secar durante una semana, a no ser que el producto que se quiera elaborar requiera de flores frescas.
La amplia gama de productos que se pueden elaborar derivados de la lavanda natural, poseen propiedades medicinales. “La lavanda lo que hace es traer armonía”, apunta Loic, destacando que se trata de un ansiolítico natural ideal para problemas de salud mental, estrés y trastorno del sueño. “La lavanda tiene terpenos, unas partículas volátiles que van directamente al cerebro límbico, donde se almacenan las emociones”, apunta. Además, posee propiedades antisépticas y antibacterianas.
Y aunque parezca llamativo que exista un jardín de lavandas entre las montañas almerienses, realmente se trata de una planta mediterránea que se perdió hace 80 años, pero que antiguamente estuvo muy ligada a esta misma zona de la provincia. “La gente del pueblo nos cuenta que se instalaba una caldera en Fondón, concretamente en el ‘Puente del vaho’, hasta donde venían numerosas personas con sus mulos cargados de lavanda para elaborar aceites esenciales”, explica Loic.
Además de las lavandas, el jardín recoge 26 olivos centenarios, almendros, frutales, y “un recurso que no se ve”, multitud de flores silvestres comestibles que también dan vida a este espacio.
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