Almería

Abriendo la estación: Luz al final de un túnel de 18 años

  • La envoltura de mallas oculta un laborioso trabajo para restaurar uno de los edificios de mayor belleza

  • Trece meses para devolver a Almería 125 años de historia con nuevos usos

Llueve en el interior del hall. Finas partículas de arena rocían desde la altitud del ventanal de hierro y cristal. El ambiente de neblina le confiere cierto romanticismo propio de las películas con la salvedad de que, en lugar de vehementes besos, el acceso a la antigua estación de trenes pide cascos y mascarillas de protección. "Os lo tenéis que poner, si queréis entrar"...

Es la condición ineludible del coordinador de las obras de rehabilitación que está llevando a cabo, desde principios de año, la empresa Tragsa por encargo del Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (Adif). Paco Fernández abre por primera vez las puertas del afrancesado edificio a un medio de comunicación desde que se iniciaran los trabajos. Asombra. Sobrecoge. Estremece. Dan ganas en el vestíbulo de girar a modo de peonza, con los brazos estirados, bajo esa fina llovizna que no es otra cosa que el "chorreo de arena", la técnica empleada para la limpieza de los hierros de la espectacular cristalera.

Las estaciones en el siglo XIX eran los templos de la tecnología avanzada

Es uno de los elementos más característicos de la antigua estación del ferrocarril de Almería, construida entre 1893 y 1895. Llegaban los pasajeros desde Linares, uno de las dos líneas -Granada, era la otra-, con la que la Compañía de los Caminos de Hierros del Sur de España rompía el periférico aislamiento almeriense de la época.

"Les costó tanto hacer la línea que la Compañía quiso echar el resto con la estación", comentan desde Adif.No es raro. Las estaciones en el siglo XIX se habían convertido en símbolo de modernidad y progreso, y los arquitectos rivalizaban en las capitales europeas porlevantar las más impresionantes, empleando para ello los materiales de moda. Los febriles hierro y cristal. Las estaciones eran los templos de las tecnologías más avanzadas. Del tren.

Almería fue la penúltima ciudad española a la que llegó el ferrocarril. El banquero catalán Ivo Bosch Puig, accionista mayoritario de Sur de España, con vínculos parisinos, encargó el proyecto del edificio principal al arquitecto francés Laurent Farge, díscipulo de Alezander Gustave Eiffel -su nombre está inscrito en la fachada-. Aun combinando variados estilos, la estación se embebía de la torre más famosa de Francia, de la Exposición Universal de 1892 (París), y de Juste Lisch. Es calcada a la estación de Le Havre en su diseño de ventanal sobre unos terrenos que antes eran las huertas almerienses. Ventanal que lleva mes y medio en proceso de restauración.

"Es un chorro muy fino el que estamos aplicando de forma escrupulosa. Hay que hacerlo por trozos y rápidamente dar un capa de imprimación para proteger el hierro de la humedad", explica Fernández, señalando la parte que ya ha recobrado el aspecto del pasado, de cuando aquellos primeros pasajeros, antes de marchar hacia Guadix, estrenaban la ventanilla de "venta de billetes", hoy conservada junto a los mostradores de "cercanías" e "información". El mural cerámico de Francisco Cañadas (1928), que la enmarca se encuentra también en buen estado.

Los trabajos de rehabilitación, que alcanzan un 18% de ejecución sobre un plazo de 13 meses -arrancaron el 25 de enero-, todavía no han entrado en la Librería de Ferrocarriles, un espacio éste con bancadas de madera poco conocido -las prisas inherentes al viaje- y sobre el que ahora descansa en el suelo una placa de piedra, desmontada de la fachada para su protección, memoria de la inauguración de la línea del hierro de Linares a Almería.

En los cuerpos laterales del edificio, se reparte la plantilla de doce oficiales de primera, un número que Tragsa piensa aumentar conforme avancen las obras. "En el torreón de la izquierda estamos quitando las vigas de forjado antiguas, en mal estado", una tarea, que puede apreciarse desde el exterior y que "es peligrosa". La visita continúa por tanto en el torreón de la derecha, de indéntico esquema compositivo. "Son exactamente iguales", convence el coordinador, mientras asciende una larga escalera de caracol, de mármol, hierro y madera, iluminada por grandes ventanales. Todo será devuelto a su aspecto original, siguiendo un proyecto que ha sido visado por Cultura. Incluso los huecos abiertos en la tabiquería, añadidos para comunicar las oficinas de los tres espacios interiores que hay en cada planta, han sido cegados. Es un escenario el recorrido, repleto de puntales. Conduce a la azotea: un privilegio, con vistas a la plaza, al parque de la Estación y al mar.

El suelo está levantado. La cubierta de fibrocemento será remplazada por otra, exenta de amianto. "De chapa con acabado en zinc", explican. Los elementos ornamentales, como cerámicas y roblones, "bien conservados pese a los efectos de la humedad", serán de igual manera objeto del adecuado tratamiento, cuyos resultados podrán ser obervados en marzo del próximo año. Cuando la estación vuelva abrir sus puertas a los almerienses, 19 años después de su cierre a viajeros y visitantes. Con 126 años de historia y un uso distinto al de los raíles.

Bajo los criterios de necesidad de espacio ante el crecimiento futuro del tráfico de pasajeros, Almería abrazaba en el año 2000 la estación intermodal, la primera en España en combinar dársenas y andenes para una mayor funcionalidad y comodidad de los propios pasajeros. Pero los aires de modernidad sacudieron las puertas de dos edificios históricos dando un estruendoso portazo a la estación de autobuses, considerada como una de las veinte obras maestras de la arquitectura andaluza y Bien de Interés Cultural, y a la histórica estación, reconocida como una de las más bellas del país que, sin haber recibido aún su más que merecida categoría de BIC, también claudicaba.

El edificio del arquitecto Guillermo Langle permaneció en la miseria del abandono durante siete años hasta que la cadena de supermercados Mercadona se hizo con la criticada concesión administrativa del Ayuntamiento. Aun polémica esta cesión temporal de uso, al menos sirvió para reabrir las puertas, en la plaza de Barcelona, de la estación racionalista, y con una bienvenida rehabilitación sufragada por la empresa de alimentación. La antigua estación de trenes, sin embargo, tuvo otro sino y la desfortuna de haber ya alcanzado su cierre la mayoría de edad.

Han sido estos 18 años tiempo de reclamaciones por la salvaguarda del patrimonio y de proyectos incumplidos. Hasta ahora. Fomento rehabilita la estación y después cederá su uso a la ciudad. El Ayuntamiento está ya planteando a qué dedicar este edificio, pues habrá una nueva estación, la del AVE, que sustituirá a la intermodal. La apuesta municipal es un "contenedor cultural" con espacio de restauración.

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