Una Almería Modernista. Hilario Checa, vaciador que no escultor

Almería

A veces, de manera inconsciente o no atribuimos cierta categoría al arte que realmente no le es propia. Esto pasa con algunas obras en Almería con atribución falsa o simplemente errónea

Detalle de la escultura en la fachada de la calle Eguilior / D.A.
José Luis Ruz Márquez

Almería, 28 de enero 2024 - 08:00

Desde que se hizo calle para mirar al lateral de instituto Celia Viñas, tres números tiene la de Eguilior: el central es una casa que tiene mucho de las páginas dibujadas de las primeras revistas del noveciento con ese punto de desenfado y sensualidad que el modernismo da a sus obras, en este caso una pareja y un par de mujeres que, atlantes, sostienen no el firmamento sino balcones, el central con otra fémina, escoltada por dos niños desnudos, tres figuras que entre cintas y hojas se amoldan como un guante a los marcos rectangulares de la baranda.

Siempre me llamó la atención esta vivienda tan humanizada, podría decirse que tal vez por eso, por estar tan viva, no se atrevieron a destruirla, aunque intención hubo con la construcción de una segunda planta, el clásico cajón ahora recuperado por la especulación, que le robó su proporción y toda la cornisa original y así continuó, expuesta a cuantos la contemplamos con gusto, y también con pena al verla en corral ajeno, agobiada entre dos bloques sustitutos de dos bellas viviendas a las que aún recuerdo: la de su izquierda, demolida sin protección alguna hará cuarenta años y la otra hace dos días con toda la protección oficial que ya ven ustedes para qué le ha servido.

A comienzo de los años ochenta, charlando con mi amigo el abogado Juan Checa, quien por entonces escribía en prensa, y muy bien por cierto, las crónicas de la Tertulia Indaliana, salió el tema y de su boca oí que aquellas esculturas eran obra de su abuelo, Hilario Checa Sánchez, y con este dato busqué lo que pude sobre su vida y obra y lo supe nacido en 1884 en la barriada tijoleña de El Higueral, una más de las muchas aldeas cuya gente ya había iniciado el éxodo a la capital en busca de una vida mejor. Así es como llegó a Almería con su familia, domiciliándose en un piso del número diez de la calle Murcia.

Aficionado a acertijos, con doce años enviaba soluciones a las charadas del periódico ya en 1896. Pronto tuvo que dejar juego y colegio para vestir el blusón de aprendiz que lo representó en poco tiempo en más de un oficio. De panadero era cuando preocupado por su preparación inicia el siglo XX como alumno de preparatorio en la Escuela de Artes Industriales de Almería a la que va a permanecer ligado gran parte de su vida…

Figuras en la fachada de una casa en la calle Eguilior de Almería / D.A.

En 1905, obtiene el premio de presidente de Honor del alumnado, una especie de delegado de curso que presidía las reuniones escolares, era porta-estandarte de la Escuela, y que nada debía a exámenes ni ejercicios, sino a la elección “entre los alumnos obreros, en modernísima práctica popular y democrática” en la que el joven Hilario se movía como pez en el agua desde su condición de republicano.

Ese mismo año, premiando el premio, el diario La Crónica Meridional, oído el parecer de Carlos López Redondo, director de la Escuela de Artes, lleva a Madrid a nuestro Hilario que pasea, ojos y boca de par en par, por el Museo de El Prado y por el de Reproducciones Artísticas, todo un canto a la escultura en yeso.

En la Navidad de 1906 en el tren de Madrid llega el diputado republicano por Almería José Jesús García el célebre autor de El Quitolis quien ha hecho gestiones ante el ministro para ascender a Superior la Escuela de Artes Industriales e impartir en ella nuevas clases sin suprimir las “nocturnas de obreros”. A recibirlo en la estación acude una manifestación encabezada por un Hilario Sanchez que lleva el estandarte de la Escuela como alumno “de honor” y tras él la Cruz Roja, con su banda de música, media Almería industrial y obrera y, sobre todo, republicana que no es cosa nueva la apropiación política de los logros, que si fundamental resultó el célebre político para esta empresa no lo fueron menos otros muchos valedores para conseguir algo que ya se perseguía desde 1903.

Perdido el rastro de Hilario no será ya hasta 1924 en que reaparece en la Escuela “como ayudante meritorio de Vaciador” o lo que es lo mismo: persona que ayuda al vaciador, sin sueldo y por aprender y hacer méritos para ocupar plaza remunerada, lo que al parecer ocurrió al año siguiente de 1925 en que lo hallamos como Vaciador en la clase de Composición Decorativa, a cargo del escultor granadino Nicolás Prados Benítez. En 1929 a los 45 años de edad de su casa de la calle Mariana subió al cielo y allí se quedó el hombre ajeno a que casi un siglo después, hace dos días, alguien le tocaría con el cincelito mágico para convertirlo, ¡válgame Dios!, en escultor, cuando la elaboración de moldes es lo más cerca que llegó a estar del arte de la Escultura… aunque la lejanía le ahorró el sonrojo no le sentó bien la atribución y por ello protestó en alto… y en vano, que no se oyen aquí abajo las quejas del más allá.

Convertirlo en escultor es una vanagloria que sí es del todo comprensible si ha partido de sus descendientes, no lo es en absoluto si es cosa de los que se presentan como investigadores y divulgadores del arte y de la cultura... que como tales deberían saber que no es crear el reproducir la obra de otro, que por mucho que el impresor repita ejemplares, El Quijote siempre será de Cervantes, como el Discóbolo será de Mirón, aún fundido en bronce para el Parque de Almería y se lo atribuyan también al tijoleño… que no puede ser la mentira verdad por mucho que se repita.

Qué más habría querido yo que nuestro Checa hubiera sido el escultor de las figuras de la casa de la calle Eguilior, o de la Peñilla de la plaza Circular… unas obras que desde luego no han salido de las manos de un alumno a la vista de su madurez ni encajan en ningún profesor de la Escuela y a mí me da que son de un maestro de Madrid, venidas “a provincias” en moldes de alquiler. Aún espero a que Hilario, tan aficionado desde su niñez a acertijos, vuelva del otro barrio y nos revele la identidad, si es que la conoce, del autor de las esculturas originales que él ayudaría a reproducir para adorno de una Almería modernista. Hilario Checa, vaciador que no escultor.

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