Desde Almería a ninguna parte

Almería es diferente y hasta en estas ocasiones en las que el caos parece adueñarse de medio mundo, la distancia geográfica también se siente en el estado de ánimo. Lo cierto es que ni en la tarde del viernes, ni a lo largo de todo el día de ayer se vivieron en las instalaciones de El Alquián las aglomeraciones, protestas, lamentos ni improvisadas camas en el suelo de mármol de Macael. Había previstos 21 vuelos en las instalaciones aeroportuarias almerienses; de 19 se sabía que no iban a ninguna parte; de los otros dos, un aterrizaje y un despegue desde y hacia Bruselas comenzaron a operar última hora de la tarde.

Poco antes de las 7:00 horas dos efectivos militares de las Fuerzas Aéreas vestidos de paisano hacían su entrada en las instalaciones de la torre de control del aeropuerto de Almería. A la hora prevista y a pesar de la ausencia de algunos de los controladores que debían estar en sus puestos de trabajo (fue imposible a lo largo de todo el día conocer su número exacto) en cumplimento de las órdenes dictadas por el Gobierno, el aeródromo almeriense continuaba bajo control civil. La presencia de los dos militares procedentes de la Base Aérea de Alcantarilla en Murcia, fue meramente formal, sin llegar a detentar ningún tipo de funciones de control y seguridad en ningún momento.

Apenas un centenar de personas se concentraba ante los mostradores de una facturación que nunca llegó. A pesar de que se trataba del puente más largo del año después de el de Semana Santa, se diría no sólo que estábamos ante una asistencia normal, si no por debajo de lo esperado. Las especiales características de las instalaciones aeroportuarias almerienses que son más contempladas como escala que como destino, hizo que si los pasajeros no podían aterrizar, tampoco merecía la pena acudir a un vuelo que no iba a llegar.

Desde primera hora, las compañías Ryanair e Iberia (y sus filiales) dejaron bien claro que al menos hasta primera hora de la mañana de hoy no se iban ni a plantear reanudar los vuelos. Los pasajeros rellenaban sus hojas de reclamaciones, afectados por la pérdida de los enlaces (especialmente con Barcelona) que les hicieron perder los días de vacaciones. Muchos de ellos prefirieron prevenir horas de espera y se apuntaron al viaje en carretera. Otros lo dejaron en manos de una suerte que cambiará en las próximas horas.