Almería

CUEVAS DEL ALMANZORA. El cantor del Almanzora

Álvarez de Sotomayor

Álvarez de Sotomayor

El benefactor, José María Muñoz El benefactor, José María Muñoz

El benefactor, José María Muñoz / EFB

Su singular personalidad no dejó indiferente a nadie. Admirado y querido, al tiempo que repudiado por tirios y troyanos, por falangistas (llegaron a simular su ahorcamiento en la plaza del Ayuntamiento) y por republicanos, a los que compuso encendidas estrofas y al que en agradecimiento dieron en 1932 el nombre de “Poeta Sotomayor” a la Graduada de Niñas, antes de comprobar como en las elecciones de 1936 se alineaba con la ultramontana CEDA. Pero siempre enarboló el nombre de Cuevas y de la provincia con orgullo (no en vano era Hijo Predilecto de Laujar, Adra, Dalías, Berja, Vera) y defendió en la vida real y en su obra dramática (de profundo calado social) al campesinado, al que concedía el título de Caballeros del Campo. Su alma de poeta libre lo hacían contradictorio y a veces excéntrico las más. Como cuando convirtió en palacete árabe su cortijo El Calguerín y solía vestir a la usanza de musulmán rico: “Yo soy el Califa, el Sultán de este reino, morada de mis quimeras, donde obedecen a mi mandato legiones de huríes y fantasmas… “.

Admirado y querido, al tiempo que repudiado por tirios y troyanos, por falangistas (llegaron a simular su ahorcamiento en la plaza del Ayuntamiento) y por republicanos, a los que compuso encendidas estrofas y al que en agradecimiento dieron en 1932 el nombre de “Poeta Sotomayor” a la Graduada de Niñas, antes de comprobar como en las elecciones de 1936 se alineaba con la ultramontana CEDA. Pero siempre enarboló el nombre de Cuevas y de la provincia con orgullo (no en vano era Hijo Predilecto de Laujar, Adra, Dalías, Berja, Vera) y defendió en la vida real y en su obra dramática (de profundo calado social) al campesinado, al que concedía el título de Caballeros del Campo. Su alma de poeta libre lo hacían contradictorio y a veces excéntrico las más. Como cuando convirtió en palacete árabe su cortijo El Calguerín y solía vestir a la usanza de musulmán rico: “Yo soy el Califa, el Sultán de este reino, morada de mis quimeras, donde obedecen a mi mandato legiones de huríes y fantasmas… “.

Álvarez de Sotomayor Álvarez de Sotomayor

Álvarez de Sotomayor

Epitafio

Hijo de Pedro y Teresa, nació el 28 de septiembre de 1880. Alumno brillante, obtuvo sobresalientes en el colegio de los Padres Dominicos y Bachillerato. Ingresó en la Academia Militar de Toledo siguiendo la tradición familiar, pero muy pronto abandonó la disciplina castrense y dejó volar su espíritu bohemio por cenáculos literarios madrileños. De regreso a Cuevas se casó en enero de 1905 con Isabel Márquez, fallecida en 1938, dejando huérfano a su único hijo, Pedro. Su amor le llevó a jurar que le dedicaría un libro y donaría a la iglesia una campana. “Isabel” se llamó, lógicamente; y aunque se casó en segundas nupcias con Mª Josefa Mula, mandó que lo enterraran con ella y esculpir un epitafio. Así se hizo tras fallecer el día de Navidad de 1947: “Si algún triste visitante / traen sus pasos por aquí, / recen por ella un instante / aunque no recen por mí”.

De su vasta producción literaria (prosa, verso, drama) no pueden omitirse títulos como Mi Terrera (con el seudónimo de Omín el Jarax), las emblemáticas La Seca y Pan de Sierra, Los Caballeros del Campo, la citada Isabel, Místicas, Rudezas, La Enlutaica, Entre parrales, Campanario, y su obra postrera, Romancero del Almanzora: “Termino mi labor poética con Romancero del Almanzora, ya estoy cansado de hacer versos, y aunque muy orgulloso y satisfecho, bueno está lo bueno, y cante otro, que justa es llegada la hora de mi descanso”.

Libro de obras completas Libro de obras completas

Libro de obras completas

Teatro Cervantes

En el parque de María Luisa sevillano se escuchó el verso del poeta en su lírico Canto a Almería… “A mi tierra idolatrada, que, de Murcia hasta Granada, van sus fronteras al mar”. Sincero amigo de Villaespesa, no pudo abrazarlo cuando llegó de América en 1931, enfermo y triste. Pero sí estuvo repetidamente en la capital con su vasto poemario. Sonetos con los que comenzaba sus actuaciones la recitadora Matildita Morales o leyendo el prólogo del cuevano en el estreno, en el Cervantes, de En mi jaca jerezana, zarzuela andaluza con música de Rafael Barco. Aunque el gran homenaje del pueblo almeriense tuvo lugar en abril de 1928 cuando “una embajada de distinguidas señoritas y jóvenes de Cuevas del Almanzora”, a las órdenes de Miguel G. Grano de Oro puso en escena el drama de costumbres mineras, en tres actos, Pan de Sierra, a beneficio de la Real Cofradía de Jesús Nazareno. Y tras el Canto a Almería, el corolario de tres poemas originales: Los colorines, El leñador y La nietecica. 

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