Calle Real de la Cárcel (I)
Orígenes. Alineada sobre la rambla que descendía del cerro San Cristóbal al mar, se configuró como el eje viario, comercial y arquitectónico más importante de la ciudad
Calle Real de la Cárcel,
con sus esquinas de piedra,
donde florece el geranio
y trepa altiva la hiedra
COSAS veredes, Sancho. Costaba dios y ayuda que el director del sucesor de Yugo (diario del Movimiento) te "prestara" una página destinada a glosar pasajes de la historia local. Eso no vende, los temas antiguos solo interesan a nostálgicos y viejunos. Lo único importante, naturalmente, eran (y son) sus editoriales, plúmbeos e infumables. De un tiempo hasta esta parte al parecer ha cambiado de opinión. Enhorabuena y bienvenido por los "vintages", salvo el abuso de refritos, corta y pega y ocultación de autorías. Plagios sin pudor que a alguno les pueden ocasionar disgustos. Dicho lo cual, vamos a lo importante. Y ello será retomar los orígenes, el devenir cotidiano y hechos notables de singulares espacios capitalinos: calle Real y de Las Tiendas, estatua de La Caridad, Mercado Central (La Plaza) y Puerta de Purchena-Paseo de Almería.
Aún cuando la primera acepción de "calle" de la RAE nos remita a vías urbanas asfaltadas o empedradas, lo cierto es que en su inmensa mayoría eran, hasta pocas décadas atrás, de tierra y sin aceras, con un canalón central por donde discurría el agua de lluvia o de uso doméstico. Solo las principales merecían la atención del Consistorio, entre ellas la de Eduardo Pérez (antes Cid), bautizada precisamente como la Empedrada. Sin rótulos (la mayoría) luciendo en esquinas y fachadas, los padrones municipales a inicios del s.XIX agrupaban al vecindario en distritos y catorce "cuarteles" (núcleos más o menos amplios de viviendas colindantes); o bien en feligresías de las cuatro parroquias existentes: Santa María (pila mayor de la catedral), san Pedro y san Pablo, Santiago y san Sebastián extramuros. En 1854 los Ttes.alcalde Pedro Lledó y Luis José Galetti, "comisionados para la cobranza de las cantidades con que han contribuido algunos vecinos propietarios de casas por el todo o parte del valor de los números puestos en las mismas", nos proporcionan un original listado con indicación del inquilino de las casas a intramuros.
Pero no será hasta el Cabildo de 14-IV-1860 cuando el Ayuntamiento (a instancia del gobernador de la Provincia) oficialice el primer nomenclator de la capital. Alfonso Manuel Cano mantuvo los que la tradición y el acervo común venían utilizando, asignando los restantes a su leal saber y entender. El concejal alternó lo culto y lírico con lo popular en los "sin nombre" y nuevos viarios practicados tras el derribo (mediado el siglo XIX) de las murallas y la subsiguiente expansión hacia el este, ganándole terreno a la Vega. Dado el interés de la gente por el significado de estos -incluido el de personas destacadas-, de su justificación y glosa y se ocuparon cronistas e historiadores: Pascual Orbaneja, Francisco Jover, Joaquín Santisteban, Tapia Garrido, Juan Martimar, Santos Elola y quien esto suscribe, modestamente. Aunque no siempre ajustados al rigor y etimología, especialmente (Santisteban) en la Almedina: calles Descanso, Duda, Encuentro, Cruces, etc. En noviembre de 1868 hubo una nueva (y casi definitiva) distribución de la capital en distritos, aún no reflejada en el mapa encargado por el Ayuntamiento a Pérez de Rozas un lustro antes. Culminado el mismo año (1864) en que el citado Alfonso M. Cano y Antonio Pérez Díaz redactaron las "Ordenanzas Municipales para el régimen y gobierno de la ciudad de Almería y su término", publicadas para su observancia el 28 de agosto. En 1902 se promulgó la segunda, obra del también abogado y alcalde José Mª Muñoz; según el deán Orbaneja, a ambas deberíamos añadir una promulgada a renglón seguido de la capitulación de Almería, hoy desaparecida del AMAL. Digamos por ultimo que al albur de las cambiantes situaciones políticas vividas (y sufridas) en el pais, la rotulación de las calles experimentó sistemáticas alteraciones: nuevos nombres y desaparición o rescate de los anteriores, a la medida de los gobernantes de turno.
LIBRO DEL REPARTIMIENTO
No necesitaban de permiso regio, solo la voluntad municipal y el que fuesen principales dentro de la población. Hasta cinco calles "reales" contabilizamos en el tiempo: Real (del Mar, del Viento, de la Cárcel, de Espartero, de la Revolución y General Riego), Almedina, Granada (Camino Real de Belén y Gral. Saliquet), del Barrio Alto (Francisco Salmerón Alonso) y en La Cañada de San Urbano. Los nombres entre paréntesis obedecen a distintas monarquías, repúblicas y dictadura. Configurada su alineación sinuosa sobre la barranquera descendente del cerro San Cristóbal, nuestra epigrafiada ascendía de la Puerta del Mar para concluir (en 1756) ante el Monasterio de la Encarnación, orden de Santa Clara, en su intersección con calle Las Tiendas, que a su vez conectaba con el camino de Pechina. Por esta arteria en el arrabal de la Musalla nos movemos hoy y mañana.
Vital en la vertebración del entramado urbanístico durante el dominio nazarita y mayor aún tras la incorporación almeriense a la corona de Castilla. Después del devastador terremoto de 1522 la ciudad se vio obligada a abandonar el reducto de la Almedina, cobrando la calle Real progresiva significación comercial y arquitectónica. Como cualquier ciudad portuaria, el dédalo de callejuelas que se presume en la época taifal se ceñía alrededor de la puerta abierta en la muralla iniciada por Jairán y rematada por su sucesor Zuhair. Con salida al mar, se alineaba al oeste con las balsas de salazones romana, atarazanas califales, alhóndiga y zoco, hasta la mezquita aljama. Junto a la población musulmana residía una colonia de comerciantes de origen italiano y catalanes, a los que luego se sumarían malteses y los cristianos de la "conquista" no acuartelados en la Alcazaba.
Sabemos de su asiento en la populosa zona por el Libro de Repartimientos de 1491. En él se asignan lotes de casa (820), huerto y ganado a la segunda oleada repobladora, una vez expulsados judíos y mozárabes (no todos) del Reino de Granada tras el levantamiento de 1490. A efectos eclesiásticos, el territorio pasó a depender de las collaciones (parroquias) de Santa María y san Pedro y san Pablo. En el momento de su expulsión la ciudad oscilaba entre los 4.500 y 5.000 habitantes. Las suertes (lotes) repartidas (500) igualaban al número previsto de nuevos vecinos-propietarios, de diferente rango social y procedencia: escuderos, labradores, artilleros, hombres de la mar, oficiales y mercaderes. Tal concentración humana y gremial obligó a la apertura de pequeños talleres de útiles agropecuarios, domésticos y pesqueros; hilados y tejedores, herrerías y alfareros, hornos de pan cocer, alhóndiga y mesones (de Álvaro Montenegro, Toro, Xerez, Zamora)… y dos prostíbulos, referenciados en siete ocasiones en el LRA. Sorprendente en una ciudad pequeña y solo justificados, quizás, "por la falta de mujeres legítimas (Cristina Segura)". Mañana facilitamos un par de citas a modo de ejemplo.
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