Manos de oro para devolver la vida y los kilómetros perdidos a las Ducati
Luis Torrecillas, taxista de profesión, repara motocicletas antiguas en sus ratos de ocio · Su primer vehículo lo tuvo con 15 años y desde entonces no ha dejado de encontrar joyas de diferentes marcas
Luis Torrecillas pasa la mano, mezcla entre cariño, nostalgia y una ensoñación espléndida, sobre la carrocería de las viejas Ducati que desnudan su alma frente a él. No se dedica profesionalmente a devolver la vida y el rugir a los motores de las dos ruedas. Él es taxista.
Si el monóculo del faro hablara, contaría que ha alumbrado carreteras antiguas, algunas sin asfaltar. La provincia de Almería de los años 60 y 70. Por sus manos han pasado Vultaco, Ducati o Montesa. Suspira al recordar. Aunque para él, el presente es ahora. "Normalmente son vehículos que el propietario tiene en sus cocheras, paradas, y que están hechas polvo... yo las aprovecho y con lo que hago quedan como nuevas".
Su romance con las motocicletas viene de antiguo. De cuando contaba con 15 años. Entonces ya tenía una pequeña que conducía, regalo de un tío suyo. "Era una Derby, luego pasé a la Vultaco Mercurio... ¡a la que también dí un repaso! Aunque cuando la compré ya andaba, estaba bien, pero quise darle algunos retoques para adecuarla a mi gusto".
Con el tiempo, su afición fue creciendo. "Ahora tengo dos Vespa, una Suzuky, Yamaha y Montesa... aunque a punto tengo sólo tres. Las tengo en la cochera, las miro y me entretengo".
Como lleva muchos años dedicado a estas funciones, guarda en la caja de los recuerdos cientos de anécdotas. Tantas que, al preguntarle, no sabe con cual quedarse. "Una de ellas estaba en un corral rodeada de gallinas". "Me he dado cuenta de que en estos momentos, la gente valora mucho más las cosas antiguas". En las fotografías amarillas queda un toque de nostalgia. "Después de venir de la mili, cuando empecé con el taxi, ya tenía mi moto. Los fines de semana salía con ella, mi vida siempre ha estado vinculada a este vehículo". Han pasado los días, los meses y las hojas de calendario, pero sigue sintiendo lo mismo. "Siempre que tengo un rato libre, un momento de ocio, me gusta salir a pasear con ella". Sentencia. "No es igual ir en coche que sentir la libertad en la cara". Debe ser familia o ir pululando por la sangre y los genes, el caso es que a sus dos hijas les encantan las dos ruedas. "Una de ellas lleva una". "A mi mujer le gusta menos, pero poco a poco está aficionándose".
"Los modelos con los que me muevo no son nada complejos son muy simples, aunque como en todo, hay que conocer y saber lo que se está haciendo". Aunque no tiene problemas para casi nada a la hora de enfrentarse a una reparación o restauración, sí que deja entrever su tendón de Aquiles. "A veces me cuesta un poco encontrar el color original". Ríe. "Pero todo es buscar una rutina... buscar y tener paciencia".
Al ser "un hobby", como él dice, "me tomo las cosas con mucha calma. Porque hay que hacerlo bien". Un ejemplo de ello es la que se quedó durante dos años en el taller. "Su dueño le tenía mucho cariño, porque era igual que una que su padre había tenido. Me comentó que quería que la terminara antes de que su progenitor muriera porque estaba enfermo. Cuando la vio, se subió en ella y disfrutó mucho ¡como en sus viejos tiempos!" Aún vive "y sigue contemplando el vehículo con devoción".
Reconoce el sonido de cada una de las marcas. "Cada una es particular. No tienen nada que ver con las que se hacen hoy en día. En el momento en que las oigo sé perfectamente que son antiguas".
Los que le conocen saben de sobra su buen hacer. "La verdad es que me siento muy agusto haciendo esto. Como hay que trabajar con mucho cariño, tardo un tiempo en cada una de ellas".
Su pasión va a dos ruedas, igual que ha visto pasar toda su vida. "No tiene nada que ver viajar en coche con hacerlo en moto... es una sensación totalmente distinta", apunta. "Muchas de las que he recuperado es porque me las han dejado".
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