Medio siglo fiel a la medicina
Agustín Melero fue uno de los primeros pediatras con formación en atender a los almerienses
Con media familia dedicada a la medicina, a Agustín Melero le tocó el gusanillo de la profesión cuando apenas era un crío. Y acertó, vaya que sí (uno de sus bisabuelos se formó en la especialidad de oftalmología en La Sorbona de París). Cinco décadas después de terminar la carrera, con 75 años, este almeriense de nacimiento sigue ligado a la profesión, dentro del ámbito de la pediaría, y ni ganas que tiene de dejarlo. "Cuando llegue el momento en que crea que puedo fallar, entonces lo dejaré. Pero, mientras tanto, disfruto con lo que hago. Sigo formándome con distintas publicaciones y revistas de información actualizada, disfruto dialogando sobre la profesión con mis compañeros... en definitiva, no quiero estar parado y me gusta respirar este ambiente", explica Agustín sentado junto al escritorio de la consulta número 1 de Adeslas en la Avenida del Mediterráneo. Allí pasa cada mañana desde hace unos cuantos años.
Agustín se llama como su padre, pero, además del nombre, recibió una extensa herencia cultural como, por ejemplo, el gusto por la astronomía o el montañismo. "Con la mochila y la tienda de campaña a cuestas, a eso de las cuatro de la mañana emprendíamos el viaje. Solíamos ir hasta Sierra Alhamilla, nos hacíamos treinta kilómetros perfectamente. Él era un hombre que estaba muy en forma, se cuidaba en todos los sentidos y hacía mucho deporte. Yo también intento cuidarme, pero tengo que reconocer que no lo he hecho al mismo nivel que él", bromea Agustín.
En cuanto al tema de los cielos, Agustín padre fue astronomo sin serlo, es decir, debido a su profesión como matemático y al gusto por la astronomía, se convirtió en uno de los amantes del oficio con más repercusión dentro de la provincia, llegando incluso a publicar un ejemplar que fue incluido dentro de los registros del Max Planck Institute. "En aquella época, era el único libro allí presente que no había sido escrito por un profesional de la astronomía".
Agustín, junto al resto de su familia, se crió en la calle Reyes Católicos de la capital almeriense. En los estudios, contó con suerte de recibir lecciones de docentes de reconocido prestigio en la provincia, como es el caso de Celia Viñas, que hoy da nombre al colegio donde Agustín hizo siete años de bachillerato. De ella recibió lecciones de literatura o teatro. Así que con una buena base escolar, la Universidad de Granada fue su destino, primero en el Colegio Mayor La Católica y luego en la pensión de estudiantes, Agustín sacó sin problemas los siete años que duró su carrera, aunque luego tuvo que sumar otros dos de especialidad. "Creo que antes la juventud era distinta, probablemente más sana, centrados en nuestras obligaciones. Las drogas, por ejemplo, todavía no habían hecho acto de aparición y claro que se tomaban copas, pero no íbamos más lejos de eso", manifiesta. Por entonces, en Granada aún no se había creado la escuela de especialidades y marchó a Madrid por recomendación del doctor Garrido Peralta. Tras pasar un año en el Hospital Provincial regresó a Granada, pues acababan de abrir la Escuela Profesional de Pediatría, en la que pasó doce meses y, después, emprendió su viaje de regreso a la tierra, Almería.
Ya de vuelta, montó su propia consulta privada y poco tiempo después también entró a trabajar en la sanidad pública, así que estaba prácticamente todo el día dedicado a su profesión. Entonces, era uno de los primeros pediatras con formación académica en atender a la sociedad almeriense (el sexto). Aun así, sacó tiempo para aprender a jugar al tenis y al golf, aunque reconoce que el primero se le dio mejor que el segundo. "Todos sonábamos con el hoyo 19, pero no era fácil", explica.
Dentro de su profesión, Agustín recoge como buenos momentos el trato amable que conceden los hijos, pero también el de los familiares, padres y abuelos, con los que, a lo largo de los años, ha hecho amistad. Pero también los hay malos: "Se pasa mal cuando ves la muerte de algún niño. En épocas pasadas, la meningitis era una enfermedad que se escapaba de las manos y se producían muertes de ese tipo, incluso hijos de compañeros fallecieron. Son momentos muy duros, pero no se podía hacer mucho más. Ahora la medicina es más sencilla, hay especialistas de todo tipo y si cuando el tema se va complicando, siempre se puede derivar", explica este almeriense, que, además de su propia consulta (con la que comenzó) ha trabajado para la sanidad pública y se muestra "orgulloso y satisfecho" de haber pertenecido la plantilla del Hospital Virgen del Mar y, en la actualidad, hacerlo en Adeslas, "donde soy plenamente feliz con mis compañeros y por el lugar donde desarrollo mi oficio".
Ahora, Agustín encuentra más tiempo libre que con anterioridad, por eso, dedica a su mujer gran parte de él. Antes de ir al trabajo cada mañana pasea durante una hora, periodo que se alarga durante el fin de semana. Sábado y domingo están destinados para el ocio y, en alguna ocasión que otra, viaja hasta un cortijo situado en Felix para compartir gastronomía, tiempo libre y conversación con compañeros de profesión, familia y amigos, no hay mejor forma de relajarse. "He tenido la suerte de vivir una vida profesional satisfactoria y lo mismo me ha pasado en lo personal. Si no me gustara lo que hago no estaría aquí trabajando día tras día".
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