Montes de Oca
EPISODIO centrado en el fin de la regencia de Mª Cristina y el tránsito a la Regencia de Espartero, al tiempo que se decide si proclaman la mayoría de edad con 12 años de la reina Isabel II. Ante las conspiraciones se eleva la figura del general Baldomero Espartero, ostentó los títulos de príncipe de Vergara, duque de la Victoria, duque de Morella, conde de Luchana y vizconde de Banderas, ejerció el cargo de virrey de Navarra y aspirante a Regente. Se denomina «Revolución de 1840» a la renuncia como reina regente y salida de Mª Cristina hacia Francia y la perspectiva de un gobierno provisional, mientras se adoptaban las medidas sucesorias en nombre de Isabel II.
El gobierno de Espartero, apoyado por «los ayacuchos» y en la Milicia Nacional, suscitó la oposición de quienes temían un desvío hacia una dictadura militar, no liberal. Pero un hecho resultaba incuestionable, como sentencia un personaje del partido progresista, Gervasio, funcionario: «Palo al jacabonismo, palo al retroceso». El retroceso abraza la causa de Mª Cristina. De ahí el triunfo de los moderados que dará nombre a la década de 1843-1853 y el mantenimiento de ciertas políticas irreversibles como la desamortización, la generalización de la instrucción primaria, la libertad de prensa, el sufragio censitario. Todas ellas pequeñas conquistas que desmantelaban el antiguo régimen en beneficio de la sociedad industrial. Un papel destacado en este proceso lo ocupan los escritores románticos. La primera generación de Martínez de la Rosa, Ángel de Saavedra (Duque de Rivas); la segunda de Larra, Espronceda. Los cuatro participaron en política y representarían «la poesía política» que Galdós desenvuelve en «Montes de Oca».
El personaje histórico, Manuel Montes de Oca (Medina Sidonia, Cádiz, 1804- Victoria, 20 de octubre de 1841) fue un marino y político español. Combatió a los corsarios ingleses, procurador por Cádiz en los gobiernos liberales y, finalmente, es nombrado Ministro de Marina, Comercio y Ultramar en 1839, apoyando la política del Regente Espartero, hasta que organiza el levantamiento de 1841 en el País Vasco, apoyado por O´Donnell, uniéndose de este modo a los moderados que preparan una sublevación contra el Gobierno. El fracaso de este intento le obligó a huir a Francia, pero fue capturado por el general Martín Zurbano, quien ordena su fusilamiento el 20 de octubre. Galdós relata el levantamiento del 41, el fracaso y traición en Vergara y el fusilamiento en la capital alavesa. A la nueva pareja de ficción, cuyos personajes ya habían aparecido antes, se suman los desdichados amores de Santiago Ibero y Gracia, que contrapuntean románticamente tanto a los héroes, patriotas de ficción (Calpena, Ibero), como a los históricos (Espronceda, Montes de Oca). En el cap. xxiii se entrecruzan ambos arquetipos épicos (Santiago Ibero y Montes de Oca) para establecer una nueva ley moral y política: «representación viva de la poesía política». Aclara Galdós, arte del terruño español que consiste en dar solución a los problemas de gobierno por la pura emoción, anegando las ideas en la onda sentimental. El narrador ensalza la figura de Montes de Oca con esta plegaria: «pagó con su vida su desconocimiento de la realidad; merece una piedad profunda, porque era espejo de caballeros y el más convencido y leal de los poetas políticos. Otros que vinieron después han perecido ahogados en su propia inspiración». Un personaje tragicómico que invoca el sagrado lema de la defensa de la débil mujer contra el varón fuerte (Mª Cristina ofendida por Espartero) y los derechos de la sangre contra los artificios de la soberanía nacional, al tiempo que organiza el secuestro de la reina niña Isabel para llevarla a Vitoria junto a su madre. Montes de Oca, nuevo Don Quijote, ha encontrado en el servicio a «la causa de la Señora» el último estímulo para el desvarío poético-político. Así lo indica el narrador: «Semejante a los héroes de un cuento infantil» se iba quedando solo y ante la supuesta reprobación de Mª Cristina a este levantamiento del 41, difundida por la ciudadela asediada, pusieron precio a la cabeza de Montes de Oca: diez mil duros. Los miñones, ocho soldados que hablaban en vascuence, y que acompañan en la huida a Francia al héroe derrotado, deciden entregarlo en Vitoria y cobrar la recompensa. Allí se produce el encuentro entre ambos héroes-caballerescos, Santiago Ibero prepara la fuga del héroe histórico, quien se niega a huir, acepta la condena a muerte y solicita dirigir su propio fusilamiento. Los clérigos se lo niegan, porque parecería un suicidio.
Una vez más la certera pluma del novelista canario ha sabido plasmar la barbarie fratricida, ahora entre moderados y progresistas esparteristas, que conduce a esta serie de fusilamientos y hechos violentos para vergüenza nacional de unos y otros. Aquí el héroe Montes de Oca es la víctima, como tantas otras que le han precedido, presentada con profunda amargura. Poéticamente se recoge en los siguientes versos, recitados por los frailes de La Paz y Caridad, pedían limosna por las calles de Madrid para asistir a los condenados a muerte, que Espronceda incluye, como lema y estribillo, en el poema El reo de muerte: «¡Para hacer bien por el alma/ del que van a justiciar!»
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