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Paracaidista de honor
Juan López Gutiérrez fue uno de los primeros almerienses en caer del cielo en 1960
"Si tienes miedo, no te tiras. Hay que tener respeto y saber que si algo sale mal puedes perder la vida, pero para ser paracaidista necesitas el valor suficiente como para no quedarte enganchado justo antes de saltar. Nadie quería ser un rajado". Juan López Gutiérrez es uno de los primeros almerienses en caer del cielo. Nacido en Almería capital, tras trabajar en un taller de cerrajería artística y comenzar a formarse como electromecánico con distintos empleos, como por ejemplo en la ya extinta Brasil Radio, a los 18 años decidió presentarse como voluntario a la Agrupación de Banderas Paracadística, dentro del vigésimo quinto curso. "Almería se encontraba mal de trabajo en época, en realidad, como ahora, y pensé que lo mejor era marcharse para que la familia tuviera una boca menos que alimentar. Así llegué a alcantarilla, donde pasé un mes del periodo de instrucción. Pensé que lo mejor no era ser soldado, pues por entonces cobraban unas 30 pesetas al mes y como paracaidista eran 875".
Así, de esta forma, en 1960, Juan comenzaba a dar saltos desde varios kilómetros de altura. Se dio la casualidad de que un mes después de involucrarse en el mundo del paracaidismo se abrió La Tercera Bandera Paracaidista Ortiz de Zárate, una unidad aerotransportada del Ejército de Tierra Español, creada en julio de 1960 e integrada en la Brigada Paracaidista (BRIPAC). Nombrada a partir del Teniente Ortiz de Zárate, caído en combate en la Guerra de Ifni. Su acuartelamiento se encuentra localizado en Santa Bárbara, en el municipio de Murcia, en la pedanía de Javalí Nuevo.
Allí, en Murcia, Juan ascendió a Cabo y recibió el título de Caballero Legionario Paracaidista. Entonces, fue enviado a tierras africanas, donde muchos días ni podían ducharse e incluso ni beber agua: "Era salubre, así que imagínate como lo pasábamos. Nos mandaban al Río de Oro, llegábamos, no había agua, y teníamos que regresar otra vez un kilómetro andando. Había ratos en los que lo pasábamos mal". Allí pasó ocho meses hasta que en 1962 se licenció. Después, viaje hasta Alcalá de Henares para devolver la ropa y los complementos que durante todo este tiempo había estado utilizando como miembro del ejército.
Y, así, en 1962, volvió a plantarse en Almería. Pero Juan ha sido un hombre de alma inquieta, lo sigue siendo, y en 1963 viajó hasta Francia, con un contrato debajo del brazo, para trabajar creando bobinas de hilo. "Estuve un mes trabajando. Se llevaba eso de pedir el dinero por adelantado, la mayoría de los que estábamos allí lo hacíamos. Pero cuando llegaba a final mes, apenas me daban el resto de lo que no había pedido, así que pensé que lo mejor era cambiar de trabajo".
Así, sin darle demasiadas vueltas a la cabeza, se plantó en Moudon (Suiza), donde vivía su hermana. "Ella vivía en un aparcamiento muy chico, así que yo me busqué alojamiento por mi cuenta y ojeando anuncios encontró trabajo en un hotel de alta montaña. Tenía que lavar platos. no era lo mío y volví a cambiar de residencia, esta vez a No".
En este nuevo lugar dentro de su andadura alrededor de Europa encontró trabajo como electricista y eso le hizo permanecer durante todo un año sin mudarse. Pero, entonces, la Policía se puso en contacto con él para decirle que no podía seguir viviendo en Suiza sin contrato de trabajo, pues no se lo habían hecho hasta entonces, así que, emigró a Milán durante una semana y tras pasar por Burdeos y Lausanne, nuevamente, en la Navidad de 1963 regresó a Almería, para, después, viajar de nuevo a Francia e instalarse en una pequeña localidad a 90 kilómetros de Francia en una fábrica de montaje de televisiones. Meses después, recibe una llamada de su novia diciéndole que está embarazada y tiene que casarse mediante poderes (el hermano de ella hizo de novio). "Cuando mi mujer se estaba casando, yo estaba durmiendo, puesto que yo trabajaba por la noche y descansaba por el día". Después, su mujer viajó a Francia y allí tuvo a sus tres primeros hijos. En 1971 regresó a España y tras varios empleos, decidió montar su propio negocio destinado la instalación de butano, propano y a la electricidad.
Hace unos meses, Juan leyó en Diario de Almería que se iba a crear una asociación paracaidista en Almería y fue a su creación. Su carácter afable y su continuidad actividad han hecho que se le conceda la nominación como Presidente de Honor y acude a todos los actos que organizan desde la Asociación de Veteranos Paracaidistas de Almería y Granada. Además, sigue arreglando tejados, microondas y acude dos veces por semana a practicar natación. "No puedo estarme quieto, no me apetece", dice.
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