Setenta y un años del día en el que Almería pasó a la historia de la infamia mundial

L Aniversario del bombardeo nazi sobre la capital

El 31 de mayo de 1937, en plena Guerra Civil, la capital se despertó sobresaltada · Ésta es la crónica textual de los hechos que el diario ugetista ¡ADELANTE! hizo días después

Setenta y un años del día en el que Almería pasó a la historia de la infamia mundial
G. Navarro · J.r. Belloso / Almería

31 de mayo 2008 - 01:00

A primeras horas de la madrugada del lunes se dejaron sentir las señales de alarma de las sirenas por haber participado los operarios que prestan servicios de vigilancia en nuestra rada que habían observado la presencia de varios buques sospechosos.

Próximo a las seis y media, se sintió un enorme cañonazo que aterró la ciudad. La gente se lanzó a la calle en busca de refugios, pues ya habían notado algunos que se habían levantado, la presencia de varios barcos de guerra extranjeros que se situaban en línea de combate frente a nuestra ciudad.

Estas unidades las integraban un acorazado, cuatro 'destroyers' y dos submarinos, y simultáneamente después del primer cañonazo empezó un intenso bombardeo sobre toda la ciudad en proporciones aterradoras. Los obuses que lanzaban en forma de parábola asolaban los edificios, que caían desmoronados en parte ante la metralla de los buques alemanes. Daba una sensación de horror presenciar el cuadro trágico de la cobarde agresión.

Muchos de los obuses pasaban por alto con un silbido ensordecedor y una intensa columna de humo cubría por entero toda la ciudad de una altura de más de treinta metros, sin que se pudieran distinguir los edificios que se encontraban envueltos en la intensa bruma. Duró el cañoneo próximo a tres cuartos de hora y lanzaron más de trescientos disparos.

Empezaron el fuego en forma de abanico y puede decirse sin temor a equivocaciones que no existe una calle de la ciudad que no tenga un impacto. Además de los obuses disparados por buques alemanes, lanzaron granadas rompedoras, graduadas para que explotaran al llegar a cierta distancia y la metralla esparcida ocasionó infinidad de víctimas. Inmediatamente empezaron a funcionar las ambulancias de la Cruz Roja española, que rivalizaron en los servicios de asistencia. Había organizado los servicios el capitán de guardia, Francisco Marín, el teniente Francisco López González, el oficial Enrique Álvarez y el sargento Eusebio Morales, que distribuyeron el personal convenientemente para que fueran atendidos debidamente los servicios de ambulancia.

La Casa de Socorro Municipal también estaba debidamente atendida; allí vimos al Jefe de los Servicios Sanitarios Municipales, Martínez Limones. Estaban de guardia los doctores Domingo Artés y Francisco Pérez, pero todos los médicos de la Beneficencia Municipal se personaron en el establecimiento para asistir a los innumerables heridos que allí recibieron asistencia. Fueron curados más de cincuenta y salieron tres cadáveres; de los heridos, seis de ellos eran gravísimos. Lo mismo ocurrió en el Hospital Militar adonde asistieron a veinte y siete. En este centro fallecieron cinco de los que recibieron asistencia facultativa. Procuramos intentar hacer una información de todo lo ocurrido y aún tropezando con múltiples dificultades vamos recorriendo toda la ciudad, pues se puede decir que toda ella ha sido asolada por la metralla enemiga.

Uno de los primeros obuses cayó en la Avenida del Primero de Mayo, próximo al establecimiento que posee el industrial Gabriel Carvajal. Estaban a la puerta formando cola para adquisición de azúcar varias mujeres y allí fueron víctimas una mujer y una niña de doce años.

Varios cascos de metralla penetraron en el domicilio que habita en la calle del Pueblo el oficial del Ayuntamiento don Francisco Terriza, atravesando varios tabiques, sin que ocurrieran víctimas. En el Ayuntamiento se encontraba de servicio el guardia municipal Pío López Monroy y, al asomarse a la calle de Almanzor cayó otro obús que destrozó la casa de la Federación Local de Sindicatos Únicos, privó de la vida al guardia mencionado y a una mujer que se hallaba a poca distancia del mismo. También resultó herido de este obús el guardia municipal Antonio Artero Rodríguez.

Otra víctima fue el oficial de Depositaría del Ayuntamiento Diego Martínez López, el cual iba acompañado de su mujer en la calle Conde Ofalia, frente a la perfumería Nike, donde encontró la muerte por otro casco de metralla, sin que le ocurriera nada a su compañera. En el establecimiento mencionado y en la barbería La Madrileña ocurrieron grandes desperfectos. Otra víctima fue José Urrutia, padre del ordenanza del Ayuntamiento, que se encontraba en una cueva de la Fuentecica y tuvo la mala suerte de salir en ese momento para encontrar la muerte [...]

Continuamos por la Avenida de la República y hemos podido observar que otro obús ha caído en la rotonda del edificio del Banco Español de Crédito: éste ha quedado completamente destruido. Un carabinero que se encontraba en la Compañía de Alsina para sacar un billete resultó herido de consideración. Un casco de este obús rompió la tubería de agua de un sector de la población y allí vimos al inspector de los servicios, camarada Tonda, con el personal a sus órdenes reparando la avería [...].

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