"Sufro mucho cuando mi hija abre el frigorífico y no hay yogur para ella"
Una familia de seis miembros muestra a Diario de Almería sus dificultades para subsistir
"A veces piensa una en tirarse por el balcón". Ella no sale en los telediarios ni en las primeras planas de los periódicos. Es nuestra vecina, sí, la misma, la de los cuatro hijos y la pareja en el paro. Vive o malvive en Vera, "no ponga mi nombre, me da vergüenza". De acuerdo. Cada uno es dueño de su dignidad. Se la puede nombrar Angustias o Dolores o Martirio o Perpetua o Socorro o por qué no: Esperanza. El repertorio de nombres de mujer en Andalucía es rico, joé, siempre hay uno a mano maliciosamente establecido para encajar un estado de ánimo, un sufrimiento o una circunstancia desdichada. "Trabajo de limpiadora, cobro menos de mil euros mensuales y con eso hay que pagar el alquiler, comer, agua, luz, somos seis en casa. No llego, no llegamos, mi pareja está buscando trabajo de lo que sea y nada, no sale nada". "He echado papeles hasta para ir al extranjero, busco faena en cualquier cosa, yo soy encofrador, pongo bloque, ladrillo, pero no soy delicado para el trabajo, lo que sea". Deben el alquiler de dos meses. "A veces dan ganas de dar la patada a una puerta y meterse". A veces, sólo a veces. Lo negro es mucho más negro cuándo sobra desesperación, cuando la pequeña de las hijas abre la nevera y no hay 'danone'.
En dos ocasiones han recurrido al banco de alimentos de Vera, el de la Asociación Hudea, "no había otro remedio, no se van a quedar mis hijos sin comer". Los de su hermana sí pasan hambre, el día que la hermana no limpia una casa, los hijos no comen. Así de sencillo, así de brutal. "A veces, cuando podemos, le damos unos euros para que compre comida". Ella, Angustias o Dolores o Martirio o Perpetua o Socorro o por qué no: Esperanza, busca más casas que limpiar. Pasa que los recortes domésticos cierran la puerta al trabajo de antes, de cuando avisaban para la limpieza del apartamentito de la playa. Ya no hay alegrías. "Pero me da igual fregar platos en una cafetería, lo que salga". Los números no salen. ¿Qué se piensa al enterarse de cosas como los miles de euros que desaparecen de una Delegación o por unas facturas que parecen que no son? Ambos bajan los ojos, la mudez se hace eterna, "¡qué vamos a pensar, qué vamos a pensar! Mire, lo único que queremos es que él encuentre trabajo porque eso nos arreglaría un poco la vida. No podemos pensar en otra cosa". Pero sí, sí piensan, no dejan de pensar en cómo y cuándo podrán tener algo de luz, en cuándo la sombra de la miseria ahuecará el ala de casa.
La mujer coloca la mano derecha sobre la cara de tal modo que no deja bien a la vista la boca mientras habla. "Verá, es que tengo mal los dientes, uno lo pierdo seguro pero no puedo ir al dentista". Abrirle la boca al dentista es cerrar la cuenta del banco, si es que se tiene, o sea, si es que se tiene cuenta bancaria. "En la Seguridad Social te sacan los dientes, nada más. Pero es que son los de arriba y de delante, así que ya me dirá". Qué decir. Es imaginable la orfandad de la encía y sus consecuencias. "Vamos, que yo limpiaría la casa o la consulta, o las dos, del dentista que me tratara hasta que le pagara su trabajo con mi trabajo. No pido que me lo hagan gratis sino pagar con lo que puedo, con mi trabajo". Habrá, se supone, algún dentista en todo el Levante almeriense dispuesto a ello. La pareja dejó de confiar en la bondad de algunas aparentemente buenas gentes. Alguien, en algún tiempo y lugar, vino a decir que 'el dinero siempre está ahí; sólo cambian los bolsillos'. Eso, a ver si cambian de bolsillo o, al menos, se reparta entre más bolsillos.
La pareja pretende pagar los cafés, hoy más amargo si cabe que otros días.
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