Los kioscos se olvidan del papel para sobrevivir
Almería
Juan Miguel cierra el local de Blas Infante y lo ofrece para otros usos
Juan Miguel Garcés ya ha decidido cuando abandonará el oficio al que le ha dedicado los últimos nueve años de su vida. “El 31 de julio cerramos, lo decidimos ayer”, afirma tras el mostrador.
No es el primer kiosco que cierra en Almería y tampoco parece que será el último. Ha intentado venderlo a la gente joven, pero las nuevas generaciones se niegan a sufrir un horario duro.
El local que ha vendido la prensa a todo un barrio, el de Nueva Andalucía, venderá su última portada cuando acabe el presente mes. Durante cuatro décadas, ha escrito la historia de la capital desde su mirador a la calle Blas Infante.
“La climatología es lo peor, hemos tenido días de mucho viento, que es lo que peor se lleva”, reconoce, acompañado por Ana, su esposa, que le ha ayudado durante este tiempo.
Ya sueñan con el 1 de agosto, el primer día en el que el despertador no sonará a las seis de la mañana. “Nos iremos a la playa con la familia”, prevén.
Juan Miguel se retira tras nueve años en un oficio que ha disfrutado pero que ha sido extraño para él. “Yo era aparejador, pero llegó la crisis del ladrillo y tuvimos que reinventarnos”, desgrana, mientras algunos clientes comienzan a acercarse para comprar sus ejemplares.
Reconoce que “la clientela es lo mejor” y se siente como un “psicólogo” que, en los últimos años, ha conocido y aconsejado a los vecinos.
Cada vez más establecimientos echan el cierre. El de la calle José Artés de Arcos sigue pareciendo un fantasma varios años después de su última apertura. El vecino de Juan Miguel, el local que nutrió de información a la calle Padre Méndez, también lleva un tiempo sin encontrar comprador.
El 10 de noviembre de 2013, Juan Miguel abrió por primera vez las puertas de su kiosco. Se lo compró a Martín, un buen amigo que dejó el negocio cuando la prensa dejaba de tener el protagonismo de finales del siglo XX.
Ahora, apenas vende 150 periódicos al día. “Lo principal son las revistas y los productos para los niños como los cromos”, asegura.
En su escaparate, siguen las colecciones “de toda la vida” y los cromos con los futbolistas de esa Liga a la que se incorporará la U.D. Almería en agosto. Él ya no lo verá.
Las reservas de colecciones y clientes tendrán que subir unas calles más. Fabiola Gutiérrez no tiene previsto retirarse del negocio, 26 años después de la apertura.
En su kiosco de la carrera del Perú, los grandes columnistas están relegados a un discreto segundo plano.
Los cactus se han adueñado en el escaparate que Fabiola dirige con su marido desde hace un cuarto de siglo.
Hace una década, tras la crisis en la venta de prensa de papel, el matrimonio decidió reorientar el negocio y apostar por una de sus grandes pasiones. “En mi trabajo me lo tengo que pasar bien”, defiende.
La línea roja la sitúa en aquello que no le apasiona. Por ejemplo, vender comida envasada, cafés o ser punto de recogida de compras por internet.
Palma de Mallorca ha anunciado los nuevos pliegos de condiciones para los kioscos de la ciudad. Estos cambios permitirán a los establecimientos olvidarse de la prensa si lo necesitan para sobrevivir.
Los profesionales no se rinden. “Vamos a aguantar hasta el final, aún nos quedan muchos años”, clama Fabiola, que descarta vender comida pero busca nuevas ideas para seguir abiertos.
“Las nuevas generaciones ya no se acercan al kiosco, yo pensé en cambiar lotería para resistir pero ya me voy a retirar”, recuerda Juan Miguel que marca en el calendario los últimos días en los que levantará la persiana.
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