El próximo gran terremoto de Almería: "No existe un ciclo exacto para determinarlo"
La memoria histórica habla de ciclos, pero los sismólogos del IGN advierten: la ciencia no respalda un patrón fijo en Almería
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Almería es uno de los territorios sísmicamente más activos de España. La historia lo demuestra: en 1522 un gran terremoto arrasó la capital y dejó más de un millar de víctimas en 80 localidades; en Vera, los seísmos de 1406 y 1518 destruyeron la ciudad y causaron centenares de muertos; y durante los siglos XVII, XVIII y XIX se repitieron episodios graves en Dalías, Vélez-Rubio o Nacimiento.
Ese bagaje alimenta una teoría muy extendida en la memoria local: que aproximadamente cada dos siglos la tierra vuelve a sacudirse con fuerza en Almería. Un supuesto “calendario sísmico” que se habría cumplido durante siglos y que hoy reaparece tras el temblor del 14 de julio, un terremoto de magnitud 5,3 frente a la costa de Níjar, el mayor en 70 años. La pregunta surge de inmediato: ¿estamos de nuevo en la antesala de un gran seísmo?
La ciencia, sin embargo, descarta que exista tal ciclo. “Los terremotos se producen porque las fallas acumulan tensión hasta que el material no aguanta más y se rompe. Pero no siguen un calendario exacto. Se dan de manera aleatoria dentro de zonas de mayor probabilidad, como es el sur de la península”, explica Javier Fernández Fraile, técnico de la Red Sísmica Nacional del IGN.
El subsuelo del Alborán
La dificultad para entender lo que ocurre bajo los pies de los almerienses está en la propia geología. El mar de Alborán y la costa mediterránea concentran un entramado de fallas que no siempre se dejan ver en superficie. Muchas se conocen gracias al registro de los terremotos y a los modelos generados con ondas sísmicas, pero todavía queda un subsuelo en penumbra.
“No podemos penetrar a grandes profundidades. Los pozos llegan solo a unos pocos kilómetros y lo demás lo inferimos con modelos. Eso hace que no tengamos un mapa exacto de todas las estructuras tectónicas que hay”, reconoce Fernández Fraile.
En este escenario, cada nuevo seísmo se convierte en una oportunidad para revisar mapas, ajustar trazados o incluso reconocer la existencia de fallas no catalogadas. El especialista del IGN subraya que todo apunta a la falla de Carboneras, históricamente una de las más activas de la provincia, pero advierte de que no puede afirmarse con rotundidad. “El último terremoto podría ser una continuación de la falla de Carboneras, pero también encajaría con la falla de Palomares, que se prolonga hacia Águilas, Pulpí o Garrucha. Incluso cabe la posibilidad de que estemos ante una falla nueva”, explica.
Fallas vigiladas y riesgo real
El sureste peninsular, y en particular la provincia de Almería, se sitúa sobre uno de los territorios sísmicamente más activos de España. El responsable es el contacto de las placas Euroasiática y Africana, que convergen a un ritmo de unos cuatro milímetros por año. Ese empuje, aparentemente lento, genera una acumulación de energía en el subsuelo que se libera en forma de miles de pequeños terremotos al año, algunos imperceptibles, otros intensamente sentidos.
La falla de Alhama de Murcia, la de Carboneras o la de Palomares, junto con los sistemas sísmicos del mar de Alborán, convierten esta zona en una de las de mayor riesgo sísmico de Europa occidental. Las áreas más vulnerables se localizan en el Levante almeriense y en Las Alpujarras, dos regiones donde la historia ha dejado huella en forma de destrucción.
La fragmentación del subsuelo, donde una gran falla se divide en múltiples segmentos pequeños, complica aún más el diagnóstico. Cada terremoto obliga a repensar el mapa de riesgos. Y aunque los científicos descartan la idea de un ciclo estricto, tampoco niegan que en algún momento pueda producirse un evento mayor.
La historia sísmica de Andalucía oriental incluye episodios graves, como el terremoto de Lorca en 2011, que dejó nueve muertos, o los registros históricos que documentan daños en Almería, Granada y Málaga en distintos siglos. “No sería descartable que pudiera ocurrir un terremoto de elevada magnitud en esta zona a lo largo de la historia”, advierte Fernández Fraile.
Tsunamis y prevención
La vigilancia en el sur peninsular es la más densa de toda España. El IGN concentra en Andalucía oriental y en el mar de Alborán la mayor red de sismómetros y acelerómetros del país, lo que permite detectar cualquier movimiento con precisión. Incluso los grandes terremotos de Turquía o Grecia son registrados en España, aunque de forma atenuada.
La actividad sísmica, sin embargo, no se limita a la tierra. También despierta temor en el mar. En 2003, un seísmo frente a Argelia generó un pequeño tsunami que alcanzó Baleares y provocó daños en embarcaciones. Ese precedente ha llevado al Gobierno a exigir planes de evacuación en todos los municipios costeros, con señales que marcan rutas hacia zonas seguras.
En caso de terremoto submarino con potencial de generar una ola, el IGN emite una alerta en cuestión de minutos. La notificación llega a Protección Civil y a los servicios de emergencia, encargados de trasladar la información a la población.
Entre la certeza y la incertidumbre
Tras un gran terremoto, es habitual que se produzcan réplicas durante días. Es lo único que la ciencia puede prever a corto plazo. Más allá de ese escenario, la predicción exacta sigue siendo imposible. “Decir que dentro de un mes una zona estará en máximo riesgo no es algo que la ciencia pueda establecer hoy en día”, recalca Fernández Fraile.
Por eso, la concienciación ciudadana se convierte en la mejor herramienta. Acciones simples como protegerse bajo una mesa, alejarse de ventanales o conocer las rutas de evacuación pueden marcar la diferencia. En provincias como Almería o Granada la sensibilización es clave, ya que la sismicidad es mucho mayor que en otras zonas de España.
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