Las analíticas del cambio global en aguas del mar Mediterráneo
A bordo del buque Francisco de Paula Navarro, un equipo del Instituto Español de Oceanografía toma muestras desde Barcelona hasta Málaga para medir variables físicas, químicas y biológicas
El buque Mar Caribe realiza el primer suministro del año de agua y combustible al destacamento de isla de Alborán

Un equipo de seis científicos del Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC) vienen desarrollando desde finales de enero la primera campaña del programa RADMED consistente en la monitorización permanente del estado ambiental y efectos del cambio global en el mar Mediterráneo a través de una toma de datos multidisciplinar de las variables físicas, químicas y biológicas. El muestreo se realiza de forma estacional, cuatro veces al año, desde el verano de 2007, si bien la serie histórica asociada a otros proyectos anteriores que dieron lugar al actual supera las tres décadas de analíticas para medir su evolución y el impacto sobre los ecosistemas marinos.
A bordo del buque Francisco de Paula Navarro, acompañados por una tripulación de diez personas en la que no puede faltar capitán, jefe de máquinas, informático y cocinero, los investigadores del Grupo Mediterráneo de Cambio Climático (GCC) de los centros de Málaga y Palma de Mallorca recorren casi un centenar de estaciones fijas de una demarcación marítima comprendida entre Barcelona y la Costa del Sol, con varias etapas en islas Baleares, realizando un muestreo rutinario y sistemático para la medición de la temperatura, salinidad, oxígeno disuelto, clorofilas, fitoplancton y zooplancton, pH, nutrientes como nitratos o fosfatos y alcalinidad, entre otros indicadores. Cada una de las campañas tiene una duración de 24 días en los que se realizan cinco escalas, si bien la planificación a veces cambia por la meteorología adversa y tienen que permanecer atracados.
Una de las paradas habituales es el puerto de Almería. Cristina Alonso, al frente de la expedición oceanográfica en curso, desgrana a este periódico todos los detalles de esta campaña que tiene cuatro puntos de control en aguas almerienses. El domingo estuvieron en la zona de Cabo de Gata y el martes fue el turno del Poniente y la isla de Alborán. En Seco de los Olivos, que también se conoce como banco de Chella y se encuentra situado a 14 millas al sudeste de Adra, tienen un sistema acústico que permite registrar la presión sonora de un enclave de elevado interés biológico por albergar más de 600 especies, algunas muy vulnerables como el coral rojo y el tiburón cerdo, en peligro crítico de extinción en el Mediterráneo. En la costa catalana de El Garraf hay otro dispositivo acústico instalado en el fondo del mar, al que se sumó el del Poniente almeriense el año pasado.
El recorrido de los científicos se articula en 17 radiales con cuatro o cinco puntos de muestreo, en su mayoría fijados con coordenadas geográficas. En esta campaña, que ya ha entrado en su recta final, se presta especial atención al estudio de las agua profundas. El Instituto Español de Oceanografía realiza una caracterización hidrográfica al noreste de Menorca y otra en el Alborán a más de 2.500 metros de profundidad para poder evaluar la circulación. “En el Mediterráneo hay formación de aguas profundas cada año y su dinámica es rápida, por lo que su seguimiento, dada su relevancia para el clima y para los ecosistemas marinos profundos, es muy importante. Es necesario estudiarlo con mayor frecuencia que, por ejemplo, en el Atlántico”, explica otra de las investigadoras, Rosa Balbín.
Toma de datos con un CTD y la roseta oceanográfica
La toma de muestras se realiza con la inmersión de una roseta oceanográfica que cuenta con 12 botellas de 10 litros y un CTD, acrónimo en inglés de conductividad, temperatura y profundidad. Cada una de las botellas recoge las diferentes muestras de una variable, como el pH, nitratos o alcalinidad, a diferentes alturas en la misma columna de agua y una vez en el barco se separan en recipientes para enviarlos a los laboratorios de Málaga y Palma de Mallorca.
Para conseguirlo se han realizado dos radiales de gran calado a través del levantamiento y posterior fondeo de los equipos oceanográficos desplegados de forma permanente en el marco de un programa para la exploración científica del Mediterráneo, uno desde el año 1997. La campaña actual se realiza en un barco polivalente para pesca y oceanografía, del tipo arrastrero, con una eslora de poco más de 30 metros y capacidad máxima de 17 personas entre los investigadores y tripulación. El buque Francisco de Paula Navarro, nombre con el que se pone en valor el legado de un destacado biólogo marino que nació en Segovia en 1898, cuenta con un laboratorio de 15 metros cuadrados con zonas húmeda y seca y preinstalación para aparatos de medida y filtración y mesa de triado en cubierta. El recorrido por la embarcación, de la mano de la responsable de esta campaña, Cristina Alonso, permite conocer los utensilios y materiales que se emplean para procesar cada una de las muestras que se remiten a los laboratorios de esta institución científica para su análisis.
La principal herramienta para la recogida de datos en el mar es la roseta oceanográfica que cuenta con doce botellas de diez litros en las que van analizando cada uno de los indicadores físico-químicos necesarios para la monitorización del programa RADMED. Con una grúa instalada en la cubierta del barco ejecutan la inmersión de la plataforma y a partir de entonces los investigadores proceden a su control desde los ordenadores que tienen a bordo. Cristina Alonso explica que desde el buque van ordenando a la roseta a qué profundidad tiene que ir recogiendo las muestras en una misma columna de agua. Si el descenso supera los 2.000 metros pueden tardar en torno a una hora para bajar el dispositivo y otra en la elevación.
Además de la docena de botellas, cuenta con un CTD, el acrónimo en inglés de las palabras conductividad, temperatura y profundidad, que va ofreciendo datos en tiempo real. Cuando lo vuelven a subir a la embarcación, los investigadores se encargan de ir separando cada una de las muestras obtenidas en diferentes recipientes que después serán remitidos a los centros de Málaga y Mallorca para testar con exhaustividad posibles cambios y alteraciones en relación a la serie histórica y dinámicas anteriores en su evaluación de los efectos del cambio global y su impacto sobre los ecosistemas del Mediterráneo.
Los analistas han determinado en base al seguimiento de más de tres décadas que el incremento de la temperatura será de una media de dos grados por siglo en el mar de Alborán, muy inferior al que van a experimentar otros territorios del litoral catalán en los que llegarán a cuatro. Esa evolución conlleva, además, una mayor evaporación y salinidad y menos oxígeno, por lo que tendrá una repercusión directa en la biodiversidad marina. Los científicos analizan una serie de indicadores y parámetros que reflejan potenciales efectos antropogénicos sobre el medio natural en respuesta al objetivo del Programa RADMED que pasa por garantizar el buen estado ambiental del mar y sus ecosistemas.
“Las campañas permiten incrementar los bancos de datos, caracterizar el estado ambiental marino, generar series temporales, establecer climatologías oceánicas, estudiar oscilaciones, tendencias, anomalías y su relación con el calentamiento global y el cambio climático”, argumenta Francina Moya, coordinadora del programa de seguimiento con el que asesorar a la administración. En esta primera campaña del año del programa RADMED del Instituto Español de Oceanografía se está colaborando con otros dos proyectos externos, GLADIATOR y EBAMAR-PortoC, de entidades de investigación sobre el cambio climático y el estudio de los flujos del agua del Mediterráneo. El IEO tiene una sede central en Madrid y nueve centros repartidos por toda la costa española (A Coruña, Gijón, Palma, Murcia, Canarias, Málaga, Cádiz, Santander y Vigo), además de una flota formada por cinco buques oceanográficos.
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