Efemérides

50 años del derrumbe del “Edificio Azorín”

  • El 15 de septiembre de 1970 se hundió, matando a quince obreros y dejando una tremenda cicatriz en la sociedad almeriense

50 años del derrumbe del “Edificio Azorín”

50 años del derrumbe del “Edificio Azorín”

“Íbamos a comer y, de repente, la tortilla, la mesa, los cubiertos y los platos quedaron impregnados por un manto de polvo gris. Aquel estruendo ¿qué fue? ¿Un terremoto, una explosión de butano, un atentado…?” Aquél estrépito que conmocionó el 15 de septiembre de 1970 a los vecinos de la antigua Huerta de Azcona fue el hundimiento del “Edificio Azorín”. 

Eran las dos y cuarto de la tarde y, de repente, la placidez de los últimos coletazos del verano se vio truncada por un sonido seco, terrible, indescriptible y por una espesa columna de polvo que subía lenta y densamente hacia el cielo. Todo un edificio casi terminado de construir se había desplomado sobre sí mismo atrapando a los albañiles que comían o descansaban. Las primeras personas que, alarmadas por el cruel estruendo, salieron a la calle no daban crédito a lo que veían. Aquel mastodonte que sobresalía en la esquina entre las pequeñas casas de sindicatos se había desplomado. Carreras, gritos, desesperación… el caos. 

Hoy, martes como aquel día de aquel año, se cumple medio siglo de la desgracia que mató a quince obreros e hirió a seis. Cincuenta años después, los ciudadanos más mayores recuerdan aquello con los vellos de punta, con testimonios como los que comienzan este reportaje; lo del Azorín fue un infortunio que provocó una profunda cicatriz en la sociedad almeriense.

El Edificio Azorín era una mole de diez plantas en la calle Hermanos Pinzón con 72 viviendas que se cayó por sobrepeso, por eliminación de columnas y por una mala calidad del hormigón, según las sentencias de la Audiencia Provincial de Almería y del Tribunal Supremo. La tragedia enlutó a la ciudad durante años porque muchas familias quedaron desamparadas y numerosos barrios vivieron el drama de ver cómo uno de sus vecinos moría de forma traumática, bajo toneladas de escombros. Los funerales, presididos por el obispo, fueron auténticas procesiones de dolor con miles de almerienses en las calles.

Edicto del juzgado para que los afectados con daños materiales por el hundimiento presentaran sus escritos de reclamación Edicto del juzgado para que los afectados con daños materiales por el hundimiento presentaran sus escritos de reclamación

Edicto del juzgado para que los afectados con daños materiales por el hundimiento presentaran sus escritos de reclamación

Las primeras llamadas de alarma a los bomberos se efectuaron desde el bar “Santa Fe” y desde el edificio de Telefónica. No tardaron en escucharse las sirenas. Mientras los equipos de socorro llegaban, los primeros valientes que se aproximaron a aquella mortífera montaña de escombros comenzaron a remover piedras y escombros humeantes buscando supervivientes con la desesperación del drama, pero con la esperanza de la vida.

Y entre tanto dolor hubo suerte; en los primeros instantes pudieron rescatar a cinco personas: Francisco Plaza Zapata; Antonio López Muñoz; José Góngora Rueda; Dionisio Pérez Jiménez y Francisco Nin de Cardona. Los demás, hasta quince, perecieron aplastados. Los bomberos, con Juan Antonio Estrella al frente, fueron auténticos héroes en el rescate. Trabajaron durante 72 horas sin apenas descansar; quienes estaban de vacaciones o de días libres se incorporaron a las tareas de auxilio y algunos pusieron en riesgo su vida.

Almería se volcó. Puerto, Colegio de Médicos, Obispado, la Compañía Andaluza de Minas, Campsa, Sevillana o Telefónica cedieron sus vehículos, materiales o personal para cooperar en lo posible, al mismo tiempo que Guardia Civil, Policía, Salud, Diputación y Ayuntamiento de Almería establecían las medidas necesarias en investigación, coordinación y atención a las familias. El edificio de la compañía Telefónica se convirtió en el cuartel general del operativo.

El juez Salvador Domínguez Martín, en una foto de 1970 El juez Salvador Domínguez Martín, en una foto de 1970

El juez Salvador Domínguez Martín, en una foto de 1970

A Almería llegaron sofisticados equipos para detectar vida bajo los escombros; aterrizaron aviones con ministros y personalidades; la “Bola Azul” activó un primitivo plan de emergencias nunca visto en la residencia y la prensa nacional se fijó durante mucho tiempo en la desgracia. Durante días, cientos de almerienses se arremolinaban en la esquina de las calles Azorín y Hermanos Pinzón. En ocasiones, un concejal tenía que salir a un balcón con megáfono en mano para dar instrucciones a los reunidos. Los periodistas, que actuaron con responsabilidad y siempre con criterios informativos, llevaron a la sociedad la última hora del desastre tras muchas horas de trabajo en el “punto cero”. Mientras tanto, el juez de guardia, Salvador Domínguez Martín, inició las instrucciones y declaraciones pertinentes decretando el arresto del arquitecto del edificio y su posterior encarcelamiento durante 63 días.

Quedó demostrado después en el juicio que los 48 pilares del proyecto quedaron reducidos a 36. Además, el cemento para fabricar hormigón poseía un porcentaje de arena elevado, por lo que un responsable de la empresa fue condenado por el Tribunal Supremo.

Quince obreros muertos de barrios humildes

Las quince personas que perdieron la vida bajo los escombros del Azorín eran obreros de la constructora. Padres de familia, chicos solteros y hermanos que se dejaron allí la vida en un suceso evitable. Casi todos fueron enterrados en el cementerio de San José, formando una larga fila de nichos. Allí descansan en paz desde hace medio siglo. Eran:

  • Manuel Márquez Requena, de 52 años domiciliado en la calle Chantre; fue rescatado herido y falleció cuando era evacuado a la Casa de Socorro.
  • Antonio Zapata Sola, de 19 años, soltero y residente en la calle Escuela de Los Molinos; Su padre resultó herido en el hundimiento. Era árbitro provincial de fútbol.
  • Enrique Martínez Beza, de 46 años. Nació en 1924 y residía en el Barrio de San Cristóbal; su cadáver fue encontrado a las 12.50 horas del día 16.
  • Juan Fernández Fernández, de 49 años. Nació en 1921 y residía en la Carretera del Mamí.
  • Nicolás Fuentes González, de 38 años. Natural del pueblo de Felix. Residía en el Barrio Alto. Casado y con tres hijos.
  • Antonio Tortosa Muñoz, de 47 años, nació en Vícar en 1923 y vivía en la Carretera de Málaga de la capital. Casado y cinco hijos.
  • José Murcia Hernández, de 51 años, natural de Abla. Casado, con cuatro hijos. Vivía en Los Molinos.
  • Ginés Rodríguez Gibaja; le faltaba una semana para de cumplir los 40 años. Estaba casado y domiciliado junto a La Alcazaba.
  • José Fajardo Moreno. Conocido como “Pepillo”, soltero y residía en Sierra del Pino. Obrero de 17 años. Su hermano Diego también pereció.
  • Diego Fajardo Moreno, de 19 años. Residía con su esposa, hermano y padres en las viviendas anexas al cementerio.
  • Juan Andrés Santiago Santiago, de 19 años, soltero. Residía en Colonia de Araceli y era jugador de fútbol del Club Deportivo San Antonio.
  • Francisco Moreno Ventura, de 46 años. Vivía en Los Molinos. Su cadáver fue enterrado en el cementerio de La Cañada.
  • José González Pascual, de 20 años, soltero. Fue sometido por el doctor Raimundo Castro Mayor a una delicadísima operación de amputación de la pierna izquierda, a la altura del tercio superior del muslo, mientras estaba atrapado entre dos vigas derrumbadas. Fue extraído con vida pero expiró después.
  • Juan Antolínez Martínez, de 18 años y de Los Molinos. Su cadáver, rescatado el 18 de septiembre, fue el penúltimo en ser extraído.
  • Joaquín Pardo Guillén, 16 años, hijo de José Pardo, el picador apodado “El Cairo”. Residía en “Las 500 Viviendas”. Su cadáver fue el último en ser rescatado. Su padre reconoció el cuerpo allí mismo, ya que permanecía en el lugar del suceso desde las primeras horas del hundimiento. Jugaba al fútbol en el Hispania F.J.

Héroes anónimos, con sotanas, uniformes o cascos

La tragedia generó en Almería una espectacular operación de ayuda en las tareas de rescate de los cuerpos. Muchos ciudadanos arrancaban piedras con sus manos intentado abrir huecos para sacar a los cuerpos, otros pilotaban ellos mismos sus maquinarias de obras o camiones para liberar escombros. Soldados de la Cruz Roja y del Campamento fueron movilizados y vecinos de la zona aportaron agua, ropa, comida o cafés.

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F7EL Marchales 2

José Garbín Fernández fue uno de los  grandes héroes. Era estibador portuario y nada más producirse el derrumbe se desplazó a la calle Hermanos Pinzón con su pala mecánica, considerada la más potente de la provincia. 105 horas estuvo Garbín, conocido como “El Marchales”, extrayendo escombros y cascotes de las ruinas del edificio. Su valor y sacrificio le hicieron merecer la medalla de plata al mérito del Trabajo. .

El médico Raimundo Castro Mayor, fue uno de los protagonistas de las operaciones de rescate de las víctimas. Realizó, entre los escombros, una delicadísima operación quirúrgica a José González Pascual, un obrero de 20 años que llevaba semi sepultado doce horas. Castro Mayor entró al interior de la zona derruida mediante una galería y pudo amputarle la pierna izquierda a la altura del tercio superior del muslo. Aquella gesta dio la vuelta a España. De gran ayuda para Castro fue la del obrero de la Colonia de Araceli José Robles Roca, de 44 años, que se había salvado del desplome y quería ayudar a su compañero.

Jesús Durbán Remón, presidente de la Diputación, puso a disposición de la tragedia el personal técnico y toda la maquinaria del ente, dando instrucciones para ello a sus ingenieros y arquitecto, así como al personal de vías y obras. Hasta allí se mandó el nuevo tractor “bulldozger” “Caterpillar  modelo D6-C adquirido en febrero, por casi 3.5 millones de pesetas.

“Pepe el cura” estuvo horas y horas confortando a las familias “Pepe el cura” estuvo horas y horas confortando a las familias

“Pepe el cura” estuvo horas y horas confortando a las familias

El cura de Las Pocicas de Albox, José Navarro Giménez “Pepe el Cura” era el capellán de la Bola Azul” y nada más conocer el desplome del edificio se trasladó a pie de escombros.  Permaneció en el lugar del suceso, casi sin comer ni dormir, durante varios días rezando y administrando los sacramentos y la absolución a las víctimas. Consoló y reconfortó a innumerables almerienses que esperaban noticias de sus familiares durante las tareas de rescate.

Manuel de Oña Iribarne era uno de los procuradores en Cortes por Almería cuando el desastre. Se encargó de trasladar a Madrid las reclamaciones de los familiares de las víctimas para acelerar los pagos de pensiones y ayudas. 

Un libro solidario que cuenta la tragedia

Medio siglo después, un libro de carácter solidario publicado por el periodista almeriense José Manuel Bretones Martínez evoca con innumerables datos aquella tragedia. Prologado por la periodista que cubrió el suceso Áurea Martínez Navarro, en su presentación en diciembre pasado en Diputación el moderador del acto, Cristóbal Cervantes, evidenció que Almería debe homenajear a héroes y víctimas. El área de Cultura del Ayuntamiento de Almería se está encargando de ese acto, paralizado ahora por la pandemia.

 

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