Cuenta y razón

Un cambiazo monumental. Nidos de cuco en Almería

  • Dicen que el cuco pone sus huevos en nido ajeno para que se los incube otro, pero no veo yo huevo sino víctima de cuco a Salmerón a quien nada se le puede echar en cara

Un cambiazo monumental. Nidos de cuco en Almería

Un cambiazo monumental. Nidos de cuco en Almería

Por el Parque Viejo iba cuando divisé en su monumento a Carlos Navarro Rodrigo (1833-1903), el político alicantino que llevó siempre Almería, aquí y luego en la distancia, en su corazón; por eso le habían dedicado este monumento cuyo busto, esculpido en 1926 por Juan Cristóbal, fue a una escultora para operarse la nariz rota por unos tontimalos y acabó no en quirófano sino a punto de entierro en un vertedero del que lo rescató Antonio Sevillano; en eso iba pensando cuando me encuentro ¡oh sorpresa! que      no es Navarro Rodrigo sino Nicolás Salmerón el que reina en el monumento. 

Dicen que el cuco pone sus huevos en nido ajeno para que se los incube otro, pero no veo yo huevo sino víctima de cuco a Salmerón a quien nada se le puede echar en cara, que bastante tiene ya con darla como ocupa involuntario de la casa de otro del que sabe que ha hecho por Almería bastante más que él. Dejemos que las cabezas de piedra, lúcidas, no como las de estos pájaros del cambiazo, se arreglen: seguro que Salmerón querrá seguir en la Puerta de Purchena paseante de día y por la noche de cháchara con El Cañillo, y así Navarro Rodrigo volverá a su monumento del Parque, dejando de vivir -y además doblado por una copia- en el pobretón que los cucos le han construido unos cuantos árboles más allá del suyo. 

¿Tanto cuesta entender que es lo original lo que da caché a los barrios históricos? Para copia ya está el Parque de Europa que te permite saltar de la Puerta de  Alcalá y caer en la torre Eiffel o en la Fontana de Trevi sin salir del pueblo madrileño de Torrejón de Ardoz. Pero esto es un viajar de mentira que nunca satisface al trotamundos de verdad y si no que diga un coleccionista si la falta de un sello la puede llenar una foto por buena que esta sea.  

Una vuelta por Almería basta para advertir el desprecio al monumento original. Al primer signo de enfermedad ¡zas! la  jubilación y nada de restauradores: se recurre a la eliminación y muerto el perro se acaba su rabia. Sí. Y empieza la nuestra. La rabia al comprobar como se ha sustituido el original por copia, mutilado, eliminado, cambiado de lugar; el maltrato en definitiva del patrimonio monumental de la ciudad ante la indiferencia de sus vecinos. Y si no pasen y vean. 

La fuente de la plaza de San Pedro, empezó con los achaques propios de la edad

La fuente de la plaza de San Pedro, empezó con los achaques propios de la edad y no por eutanasia sino decisión ajena, y cuca, la hicieron pasar a mejor vida en 2006 por el expedito método del mazo, sustituyédola por una copia blanca y fría, mala e incompleta de la original que ya era antigua cuando fue regrabada por el gobernador Eugenio Sartorius para mayor gloria de Isabel II... y suya. 

La gran fuente del siglo XVII que estuvo en Bendicho y luego en la plaza de la Catedral fue oír los tanques cinematográficos de Patton en 1969 y salir despavorida corriendo sin parar hasta el aeropuerto y allí quedó, agotada y sola, atronada por los aviones e indignada cuando supo de la pobreza de cemento de su sustituta, tan catetica como el jardín redondico que la albergaba. Ahora cuando la han restituido al centro histórico han optado por meterla con calzador en la pequeña plaza de Castaños y lo han hecho, como no, por medio de la ya clásica copia blanca y fría, el cambiazo recetado por unos presuntos técnicos que han descubierto los pantógrafos y las copiadoras de tallas y ¡hala! al abuso, pues para ellos no hay nada mejor que un monumento antiguo recién estrenado… Miedo da imaginarlos en el museo de El Prado, decidiendo sobre la posible enfermedad -Dios no la quiera- de Las Meninas. 

Los medallones de alabastro del palacio episcopal realizados en 1895 por el sevillano y sin embargo pendenciero Viriato Rull eran dos retratos de los obispos Villalán y Portocarrero, fundador de la Catedral uno y de su torre el otro. Destruidos en la guerra dizque civil ahora el cambiazo los ha devuelto convertidos en Pedro y Pablo, ascendidos en rango que no en arte, para escoltar el escudo de la República. De la primera. 

En 1900 el Pingurucho de los Coloraos sufrió el cambio de lugar y dejó la libertad perspectiva de la Puerta de Purchena

En 1900 el Pingurucho de los Coloraos sufrió el cambio de lugar y dejó la libertad perspectiva de la Puerta de Purchena para vivir cautivo en la Plaza Vieja donde murió en 1943 de miedo a un Franco que ni siquiera sabía de su existencia. Cambio sobre cambio, el nuevo monumento de 1988, blanco y frío, debió ser más fiel al original: con el grabado de los nombres de sus mártires motivadores y sin el añadido en él de interpretaciones y textos más propios de placa aparte…

Inexplicablemente aquella conformidad que se tuvo con el traslado y luego con la referida recreación del  monumento, es ahora  intransigencia plena so pretexto, hasta por parte de la justicia, de la posibilidad de unos daños que no se produjeron en la mudanza de hace un siglo y cuarto cuando los medios técnicos no eran ni por asomo los actuales... 

Este tipo de cambios, el de lugar, es el menos lesivo para los monumentos: es el antecedente del practicado con la puerta del Ingenio de los Molinos; un daño de entorno, un mal menor que para sí hubieran querido las portadas de la Posada del Mar, de la Cárcel y de Perceval en la calle Real, la de Torre Alta en la plaza de Careaga, las fuentes de Iguña y de Santo Domingo, el monumento al Obrero en el Parque, los conventos de la Trinidad y San Francisco, baluartes y murallas… así como las muchas casas cuya eliminación ha convertido Almería, ciudad si no de monumentos, sí monumental de conjunto, en un bodrio urbanístico que hoy da vergüenza enseñar al visitante. Y en ello siguen. 

Ahí está el monumento a los Coloraos con su vocación frustrada de monolito, esperando a que un día de estos lo saquen a un sitio donde poder cruzarse con el horizonte. Entre tanto andamos en el temor de que el día menos pensado enferme de piedra la portada  de la Catedral  y vengan los cucos, los listos de siempre, y nos vuelvan a dar, por tontos, un cambiazo monumental.

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