Compromiso en crisis: diez factores que están debilitando nuestros vínculos
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Antes de hablar del compromiso, vamos a averiguar de dónde proviene esta palabra. La palabra compromiso proviene del latín y se compone de las palabras "cum-" (junto, con) y "promissus" (promesa). Es por lo tanto la promesa hacia alguien. Por curiosidad, ¿cuando fue la última vez que dijisteis o escuchasteis a alguien decir "te lo prometo" de una forma sincera y genuina?.
Cada vez es más complicado el compromiso tanto con uno mismo como con los demás. Comprometerte con tu pareja para toda la vida, comprometerte con una amistad que lo está pasando mal, comprometerte con tu cuidado a través del deporte… y son muchos los factores que hacen que cada vez sea más difícil el compromiso.
Vamos a reflexionar acerca de 10 factores que están dificultando el compromiso con uno mismo y con los demás.
Para comprometerte con alguien o con un proyecto, necesitas tiempo. Vivimos en la cultura de la inmediatez, generando una intolerancia a la espera y una dificultad para sostener aquellos procesos que requieren de tiempo. Antes si no había alguien en casa, podías esperar en el portal, o podías esperar la llamada de aquel familiar sin necesidad de tener activado su localizador en tiempo real.
Cuando te comprometes con algo a su vez renuncias a otros aspectos. Estamos en una época de sobreestimulación y como nuestro tiempo y recursos son limitados, aparece lo que denominamos FOMO (fear of missing out), o miedo a perder opciones. La gente quiere estar en dos, tres y cuatro lugares a la vez. Cuando estás tomando un café con una persona, es mejor disfrutar de ese momento y ese vínculo y no estar pendiente de todo aquello que estás dejando de disfrutar en otro lugar o con otras personas.
Cada vez hay una menor tolerancia a la frustración, que ligado a los problemas de la paciencia, hace que la gente descarte rápidamente aquello que tiene que le está frustrando por conseguir otra cosa mejor. Llevado la relaciones tanto de amistad como de pareja, todo vínculo, tiene momentos buenos y momentos malos, pero si los momentos malos pensamos en abandonar por la incomodidad que nos está generando, el compromiso o la promesa de estar con la otra persona se desvanece por no saber gestionar emocionalmente aquello que nos está ocurriendo.
En una sociedad en la que se valora la felicidad y no la calma, la búsqueda incesante de felicidad también hace que busquemos picos de placer que son totalmente contrarios al proceso de comprometerte con algo. Si quieres tener unos músculos fuertes y sanos necesitas un tiempo de ir al gimnasio y, pasado unos meses, podrás sentir la felicidad de estar más cerca de tu objetivo. Esa felicidad será momentánea, pero la calma que puede llegar a sentir por estar haciendo ejercicio físico es mucho más consistente y sana que la felicidad espontánea.
Las grandes empresas nos han acostumbrado a lo novedoso y lo efímero. Aquello que dura poco es más atractivo y nos genera un deseo en forma de ansia que, si no sabemos autocontrolarnos, nos puede llevar a abandonar aquello que es más duradero (una relación de pareja larga), por algo más perecedero aunque resulte novedoso.
Para comprometerte con un objetivo es importante no perder el foco de atención. Hoy en día, misión imposible. Cada vez es más difícil sostener la atención incluso en actividades que nos parecen atractivas como puede ser ver un partido de fútbol, ver una película o escuchar atentamente la historia de algún amigo o una amiga.
En la era de la infoxicación (la sobrecarga de información que supera nuestra capacidad para procesarla) comparamos continuamente lo que tenemos con lo que tienen otras personas o con lo que nosotros creemos que es mejor. Comparamos el trabajo, la pareja, el cuerpo o incluso nuestra vida, con la de miles de personas que aparecen en las redes sociales. Esta comparación, sin más información que la que te puede dar una imagen, genera altos niveles de frustración y problemas para dar el primer paso en el compromiso de una relación, un proyecto o uno autocuidado.
Es difícil mantener una constancia y un compromiso cuando no disponemos de modelos de personas que se basan en este compromiso y este esfuerzo por conseguir esos objetivos. Conocer el resultado final y adornarlo con imágenes vivas y emociones resulta mucho más atractivo que explicar la historia de una persona que ha estado 40 años de su vida trabajando 10 horas cada día día para poder sacar una empresa adelante y dar trabajo a miles de trabajadores. Aún existiendo modelos que representen ese compromiso, no se comparten porque el proceso resulta poco atractivo, con lo cual las nuevas generaciones no ven el esfuerzo como una variable necesaria en la mejora y el compromiso para con uno mismo.
Finalmente, hay una tendencia a pensar que cuando nos comprometemos con alguien o algo, pasamos a vivir en una cárcel y perdemos la libertad de hacer otro tipo de actividades. Se entiende el compromiso como una obligación, una carga o un límite en el crecimiento, pero lejos de la realidad, un compromiso representa aquellas alas necesarias que bien acompañadas te permiten llegar más lejos.
El futuro del compromiso
Si tomamos conciencia de todos estos elementos que están influyendo en la dificultad para comprometernos con los demás y con nosotros mismos, podremos luchar para tener una visión más sana y constante tanto de nuestro presente como de nuestro futuro. Comprometerse implica mirar hacia un futuro con una visión optimista y confiando que, además de tener la capacidad para llevarlo a cabo, también disponemos de otras personas y recursos que nos pueden acompañar a conseguirlo. Qué paradójico que en la era de la comunicación y de los vínculos sea la época en la que menos contacto, interacciones y compromiso tengamos con nuestros iguales. Pensemos.
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