55 años de El Puche, el barrio que nació del barro: esta es su historia

Entre 1971 y 1982 se levantaron 1.425 viviendas repartidas entre El Puche Centro, Norte y Sur. Las casas, pequeñas y modestas, debían acoger a los damnificados de las lluvias solo unos años, pero se convirtieron en hogares permanentes

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El barrio de El Puche en Almería es el rostro de la diversidad de la provincia.
El barrio de El Puche en Almería es el rostro de la diversidad de la provincia. / Marian León

El Puche cumple 55 años. Su historia se remonta a 1970, cuando las inundaciones arrasaron Almería y el régimen franquista decidió levantar un barrio nuevo sobre el antiguo Cortijo Puche. Las obras no empezaron hasta 1971, pero la idea de reconstruir la ciudad nació en aquel invierno de agua, miedo y barro. Lo que nació como una solución de emergencia para las familias más humildes se convirtió con el tiempo en uno de los barrios más singulares y simbólicos de la capital: un lugar marcado por la precariedad, pero también por la fuerza de su gente, por la mezcla cultural y por el empeño de quienes siguen luchando por borrar el estigma y construir un futuro distinto dentro de la propia Almería.

Vcinos de El Puche junto a un solar con las viviendas de fondo.
Vcinos de El Puche junto a un solar con las viviendas de fondo. / Rafael González

El año en que todo cambió

En 1970, Almería se ahogó bajo el agua. Las riadas de enero y abril destruyeron más de 450 viviendas y dejaron a miles de familias sin hogar. Los barrios más humildes —La Chanca, Amatisteros, Coheteros y el Hoyo de las Tres Marías— quedaron arrasados.

Un mes después, el Consejo de Ministros de Franco aprobó la compra del Cortijo de los Puche, una finca agrícola de 21 hectáreas junto al Andarax, por 20 millones de pesetas. El terreno pasó al Instituto Nacional de la Vivienda, que trazó el plan para construir 1.100 casas de emergencia. La decisión se tomó en 1970, pero las obras no comenzarían hasta mayo de 1971.

El nacimiento de un barrio

Una barbería en el centro del barrio.
Una barbería en el centro del barrio. / Marian León

El proyecto se desarrolló durante más de una década. Primero se levantó El Puche Centro, con 496 viviendas de una sola planta, seguidas de El Puche Norte, con bloques de cuatro pisos, y finalmente El Puche Sur, terminado en 1980 con 427 dúplex orientados al río. En 1982, la ciudad tenía un nuevo barrio: 1.425 hogares construidos sobre lo que antes eran huertas y espartales.

Eran casas modestas, de 55 metros cuadrados, pensadas para una estancia temporal. Pero aquella provisionalidad se volvió permanente. El Puche, que nació como un refugio, se convirtió con el tiempo en un barrio con identidad propia, aunque marcado por la precariedad y el aislamiento.

Del cortijo a la ciudad

El terreno tenía historia. El Cortijo de los Puche, antes llamado Casa de Arboledas, perteneció en 1735 a Ignacio y Vicente Arboledas y fue adquirido en 1816 por José María Puche y Perceval, miembro de una familia influyente en la Almería del XIX.

Varios habitantes del barrio miran la demolición de viviendas.
Varios habitantes del barrio miran la demolición de viviendas. / Rafael González

El edificio original sobrevivió al paso del tiempo. En 1995 fue restaurado por la Hermandad Sacramental del Prendimiento, que lo convirtió en su sede y museo, conservando parte de la memoria rural del solar donde nació el barrio.

El aislamiento y la lucha

Desde el inicio, El Puche quedó separado del resto de la ciudad por el cauce del río y las vías del tren. Esa distancia física se tradujo en una barrera social. Las familias llegaban con esperanza, pero la falta de servicios y mantenimiento aceleró el deterioro.

Durante los años 80 y 90, muchas viviendas se degradaron, otras fueron ocupadas y llegaron nuevos vecinos gitanos y payos de otras provincias. En los 2000, la población se amplió con familias inmigrantes, sobre todo marroquíes, que añadieron diversidad cultural y nuevos desafíos de convivencia.

Medio siglo de contrastes

El antiguo paso a nivel que partía el barrio.
El antiguo paso a nivel que partía el barrio. / DDA

Hoy, el barrio cuenta con 1.425 viviendas, pero solo una de cada tres se mantiene en buen estado. Aun así, El Puche late con fuerza: niños en la calle, tenderetes, patios abiertos y una red vecinal que sobrevive al olvido institucional.

La mayoría de sus vecinos trabaja en la construcción, la venta ambulante o la agricultura, empleos precarios pero esenciales en la economía local. Son oficios sin contrato ni estabilidad, pero con una constancia que ha definido la identidad del barrio.

Un barrio en busca de la integración

El numerosas ocasiones, el barrio se ha levantado para pedir dignidad.
El numerosas ocasiones, el barrio se ha levantado para pedir dignidad. / DDA

En 2004, la Junta de Andalucía impulsó un plan de rehabilitación integral para transformar El Puche y coserlo de nuevo a la ciudad. A través de la Empresa Pública del Suelo (EPSA) se promovió una intervención pionera que iba más allá del ladrillo: se trataba de mejorar viviendas, abrir calles, reforzar servicios públicos y crear oportunidades educativas y laborales. El proyecto se diseñó con la participación directa de los vecinos, asociaciones y el Ayuntamiento de Almería, logrando un reconocimiento nacional por su enfoque social.

Sin embargo, el cambio no ha sido fácil. El Puche sigue siendo una periferia viva, pero vulnerable, marcada por la desigualdad y los retos de convivencia entre una población diversa. En sus calles conviven tres generaciones que comparten el mismo deseo: dejar atrás el estigma y sentirse parte plena de la ciudad. Más de medio siglo después de su nacimiento, el barrio mantiene viva su memoria y su fuerza colectiva, recordando que incluso sobre el barro puede levantarse una historia de dignidad y resistencia.

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