La ‘enfermedad del olvido’ reúne a los almerienses en el Centro José Bueno

“Hoy nos reunimos para conmemorar el Día Mundial del Alzheimer, una fecha para recordar, para reivindicar y, sobre todo, para acompañar. Porque detrás de cada diagnóstico hay una persona con una historia, una familia que ama y una vida que merece seguir siendo vivida con dignidad”... Así comenzó la lectura del manifiesto con motivo del Día del Alzheimer que se llevó a cabo en el Centro de Día José Bueno de Almería para conmemorar la efemérides, y dentro del programa de actividades que se desarrollarán hasta este domingo día 21 de septiembre. Juan Quesada, familiar de una de las usuarias de este complejo que atiende a pacientes con diagnóstico en sus diferentes fases, fue el encargado de dar lectura al documento reivindicativo en el que se pide “más investigación, más recursos, más apoyo emocional y más políticas públicas que pongan en el centro a las personas que viven con esta enfermedad y a quienes las cuida”. Durante el discurso, Quesada hizo hincapié en que “el alzheimer borra recuerdos pero no borra el valor de una vida. No borra miradas que hablan cuando ya no se encuentran las palabras. No borra el amor ni los vínculos invisibles que nos unen”. Así, quiso levantar la voz para decir que las personas diagnosticadas con esta enfermedad y sus familiares “no están solos”.

Al discurso le precedieron las palabras de algunos de los 65 usuarios que tiene el Complejo Alzheimer José Bueno, con las que pidieron “dignidad, atención sanitaria especializada, investigación y derechos...”. Un acto realmente emotivo y cargado de simbolismo, que fue apoyado por el equipo directivo de la Asociación Amigos del Alzheimer al completo y la dirección del centro de día, así como por la concejala de Familia e Igualdad del Ayuntamiento de Almería, Paola Laynez.

La edil señaló a Diario de Almería que “el Ayuntamiento de Almería no solo está en un día señalado como este para arropar a la asociación y al Centro José Bueno, sino que a lo largo del año la administración contribuye con esta gran labor que desarrollan con una dotación de 5.000 euros y en el Espacio ALMA se llevan a cabo actividades y talleres para dar formación y acompañamiento a las familias que se encuentran de un día para otro con este diagnóstico tan duro”.

Jornada de puertas abiertas

A las diez de la mañana abría sus puertas este centro de día que lleva en marcha desde el año 2004 para invitar a la sociedad almeriense a adentrarse en unas instalaciones que cobran vida cada día desde las nueve de la mañana hasta las cinco de la tarde. La organización había preparado una chocolatada con churros para deleitar a los visitantes, dar las gracias a las familias por la confianza depositada en los profesionales que atienden a diario de los usuarios y una actuación musical por parte del Grupo de Guitarras ADAMA que hizo las delicias de quienes quisieron formar parte de este día conmemorativo.

La directora del centro, María Marchal Martos, visiblemente orgullosa de enseñar la gran labor que se desarrolla en el Centro José Bueno y el trabajo por mejorar la calidad de vida de las personas con alzheimer que lleva a cabo la Asociación Amigos del Alzheimer, señaló durante el acto que “aquí, en este centro, donde convivimos cada día con esta enfermedad, el alzheimer no es una palabra lejana. Tiene nombre, tiene rostro, tiene historia. Y tiene también mucha vida. Cada persona que atendemos nos enseña algo cada día. Nos enseña que aunque la memoria se desdibuje, el amor no desaparece. Nos enseña que, aunque se olviden los caminos, el cuerpo sigue recordando cómo llegar a un abrazo”. Insistió en que “alzheimer es una palabra que asusta porque nos habla de pérdida, de desconcierto, de despedidas anticipadas. Pero también nos ha enseñado a encontrar la belleza en lo simple. En una mirada que brilla cuando suena una canción conocida. En una mano que se aferra a la nuestra con fuerza. En una sonrisa que aparece sin previo aviso, como un regalo”. Marchal quiso rendir un homenaje a los usuarios a quienes cada mañana llegan, muchas veces sin saber exactamente dónde están, pero sabiendo, aunque no lo digan, que allí se sienten seguros, respetados y acompañados.