Las estrellas ayudan a medir los gases de efecto invernadero desde Almería

Lo que antes era un estorbo para los astrónomos ahora sirve para vigilar el cambio climático

Calar Alto y el grito por un cielo limpio: “Esto no es un espectáculo”

Imagen de archivo de una visita guiada a Calar Alto.
Imagen de archivo de una visita guiada a Calar Alto. / DDA

Cuando miramos el cielo, la luz de las estrellas no nos llega intacta. En su viaje hasta la Tierra, atraviesa capas de aire, gas y polvo que cambian su forma. Nuestra propia atmósfera deja su huella: añade pequeñas marcas en el espectro de la luz, algo así como un código de barras invisible.

Para los astrónomos, esas marcas —llamadas líneas telúricas— siempre fueron una molestia, porque dificultan observar las estrellas tal como son. Pero lo que era un estorbo se ha convertido en una oportunidad única: esas líneas contienen información sobre los gases que tenemos en la atmósfera, incluidos los gases de efecto invernadero (CO₂, metano y vapor de agua) que provocan el calentamiento global.

Un experimento en Calar Alto

En julio de 2025, durante diez días y diez noches, el observatorio de Calar Alto (Almería) se convirtió en un gran laboratorio para estudiar cómo aprovechar esas señales ocultas en la luz de las estrellas y del Sol.

El trabajo fue posible gracias a una colaboración internacional entre el Observatorio de Calar Alto, la Universidad de Almería, la Universidad de Warwick (Reino Unido) y la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET).

El objetivo era claro: medir cómo cambian los gases de efecto invernadero durante el día y la noche y probar nuevas técnicas que en el futuro permitan vigilar el clima con mayor precisión.

Cómo se mide el CO₂ en las estrellas

Por la noche, los científicos usaron el gran telescopio de 3,5 metros de Calar Alto con el espectrógrafo CARMENES, un instrumento capaz de analizar la luz de las estrellas con altísima precisión. Con un algoritmo desarrollado en la Universidad de Warwick (Astroclimes), pudieron extraer información sobre las concentraciones de CO₂ y metano en la atmósfera terrestre.

Durante el día, otro aparato —un espectrómetro portátil de la red COCCON-España— analizó la luz del Sol para medir los mismos gases. De esa manera, se cubría el ciclo completo de 24 horas, combinando las observaciones diurnas y nocturnas.

Almería, punto clave

Además de las observaciones en la cima de Calar Alto (a más de 2.000 metros de altitud), también se hicieron mediciones en la Universidad de Almería, al nivel del mar, para completar el perfil atmosférico desde el suelo hasta lo más alto.

Para la UAL, este proyecto es un paso más en sus investigaciones sobre la atmósfera y la energía solar. “Creemos que será un referente en la transición energética”, señaló Joaquín Alonso Montesinos, catedrático y responsable del grupo de investigación de recursos energéticos y climatología.

La red COCCON-España, coordinada por AEMET, busca llenar un vacío: en España apenas hay estaciones que midan con detalle los gases de efecto invernadero. La idea es crear una red nacional de observación que ayude a entender mejor de dónde vienen y adónde van estos gases, para diseñar mejores estrategias contra el cambio climático.

Omaira García-Rodríguez, de AEMET, lo resume así: “Queremos contribuir al conocimiento de las fuentes y sumideros de GEI y mejorar las políticas de mitigación y adaptación”.

Un observatorio que también vigila el clima

El director de Calar Alto, Jesús Aceituno, destaca otro aspecto: el observatorio no solo sirve para mirar el universo, también para proteger nuestro propio planeta. “Estas detecciones de gases de efecto invernadero muestran que un observatorio astronómico puede vigilar el clima de la Tierra”, afirma.

Además, recuerda que el centro ya funciona con energías renovables, gracias a su planta fotovoltaica y su caldera de biomasa.

El proyecto forma parte del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Gobierno de España, financiado con fondos europeos creados tras la pandemia. Dentro de este plan, se está apostando por la modernización de las redes de observación y la digitalización de los servicios meteorológicos.

La ciencia todavía no puede prever con exactitud el comportamiento de los gases que atrapan el calor en la atmósfera, pero proyectos como este acercan el objetivo. Lo que antes era un obstáculo para ver el cielo se convierte ahora en una herramienta para entender y combatir el cambio climático.

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