“Es un honor haber recibido la Medalla de Inspección Educativa”
Almería y sus personajes I Antonio Domínguez Peláez (Inspector de Educación y profesor universitario jubilado)
Es almeriense de la Plaza San Pedro
Estudió en Almería Magisterio y en Granada Psicología
Durante 30 años ha sido ‘mi’ Inspector jefe, en Educación. Eso asusta. Sin embargo, su talante abierto y dialogante ha propiciado que tengamos desde hace años una excelente amistad. Su mujer, la también inspectora Carmen Moya, me lo dijo hace unos días: “Le van a imponer a Antonio la Medalla de Oro de la Inspección”. Eso sucedió el pasado viernes.
–Pero hombre, si llevas ya 3 ó 4 años jubilado...
–Es cierto, yo también me sorprendí cuando me lo dijeron; creía que el mundo de la enseñanza se había olvidado ya de mí. Pero lo cierto es que el pasado viernes, en el transcurso de las VI Jornadas andaluzas de Encuentro y Formación de Inspección Educativa recibí el galardón Gil de Zárate por mis 30 años en la Inspección Educativa. Supuso un gran honor para mí.
–Es que tú siempre has sido: ‘el inspector jefe, Antº Domínguez’.
–Bueno, es verdad que accedí a la Inspección en 1990 cuando se ultimaba la Logse y pertenecí a ella hasta que me jubilé en 2019 e incluso un año estuve en la Inspección Central de Sevilla; pero bueno, no por ello deja de ser un motivo de gran satisfacción.
–Oye, ¿tú naciste Inspector?
–¡Ja, ja, ja! No yo soy un almeriense más que nació por la zona del Paseo y jugaba en la Plaza de San Pedro y de los Burros. Los niños vivíamos en la calle, había poco tráfico y podíamos ir tranquilamente jugando hasta el Puerto. Recuerdo dos buenos amigos de entonces: Jaime Gómez Baños y Antº García Bernabéu. fallecido hace poco, con los que jamás perdí el contacto.
–Estudiaste Magisterio...
–Sí, en Almería, luego Psicología en Granada e hice la Tesis Doctoral sobre el tema ‘Evolución de programas para la mejora de las habilidades cognitivas’ que me dirigió Francisco Miras.
–Y sales con acceso directo.
–Acabé en 1970 y estuve en los colegios de Vélez Rubio, Ibi, Adra y Pechina. Tengo recuerdos entrañables, maravillosos de los cuatro pueblos. En Ibi había costumbre de regalar a los maestros comida, lo que allí llamaban el punto. Teniendo en cuenta que había más de 40 niños por aula, imagina qué cestas de Navidad nos llevábamos.
–En 1982 te nombran Orientador y director del EPOE.
–Mi labor era el diagnóstico y la orientación de niños con dificultades especiales. Me sirvió mucho para posteriores destinos. Allí permanecí hasta que accedí a la Inspección en 1990.
–Y ¡a asustar a los maestros!
–¡Ja, ja, ja! Sabes tú bien que no era así (doy fe de ello). La Inspección tiene un plan de trabajo basado en las visitas a centros para supervisar la economía, la situación del profesorado, docentes en prácticas... y para asesorarlos en su trabajo. Yo siempre me he decantado más por esta labor.
–¿Qué te pasó con el director del instituto de El Ejido?
–¡Ja, ja, ja! Vino un día a hablar conmigo porque había un profesor que llevaba meses sin aparecer por el centro. Había un interino ‘pero no es lo mismo’. Resultó que ese profesor era yo que había aprobado las Oposiciones a Secundaria pero evidentemente, no tenía el don de la ubicuidad.
–Y para cerrar el ciclo, profesor de la Universidad.
–Estuve más de 30 años e impartí la asignatura ‘Transtorno del desarrollo’. Como te he dicho, mi experiencia en Educación Especial con niños autistas y de incapacidad intelectual me sirvió muchísimo para dar mis clases.
–Pues casi no nos queda espacio para hablar de tus hobbies...
–Básicamente, el tenis y la historia contemporánea. He hecho varios estudios de temas como ‘el 23 F’ o ‘los bombardeos de Almería’. Y me encanta viajar, conozco todas las provincia españolas y muchos países europeos. Antes me limitaba a hacer viajes por mi trabajo pero ahora me desquito.
–Si volvieras a nacer...
–Me dedicaría a la enseñanza de nuevo. Me ha hecho muy feliz.
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