Joaquín Sabina, "hola y adiós" (I). "Y nos dieron las diez", una de sus obras maestras
Música
Se inspiró en un pueblo con mar, una noche después de un concierto, pero la canción la escribió una noche de juerga en el barrio de Malasaña
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No puede faltar en los conciertos de Sabina, pero prácticamente igual en una sesión de karaoke. En un cancionero tan abundante y lleno de éxitos, “Y nos dieron las diez” se ganó un lugar estelar. Los datos fríos muestran que es hoy su tema más solicitado en Spotify; acumula más de 27 millones de reproducciones, frente a las de su inmediata seguidora, “19 días y 500 noches”, que tiene 22 millones. Publicada en “Física y Química” (1992), también es una de las más antiguas que sigue fija en un repertorio que no siempre ha resistido bien el paso del tiempo, especialmente cruel con aquellas canciones que fueron una manifestación urgente del contexto social o el momento personal.
Marta, concursante de Operación Triunfo, la interpretó en una de las galas del programa. Pese a su juventud, la recibió como una canción que le pertenece. Ha traspasado diferencias generacionales, y no entiende de clases sociales o niveles culturales, igual que ha roto las barreras del género. Entre las muchas versiones que se han registrado, ha conocido la aflamencada de María Jiménez, una interpretación salsera de Rubby Pérez y hasta Julio Iglesias la ha llevado al terreno del susurro melódico. Pero su mayor logro es que tampoco ha entendido de fronteras ni océanos. Gracias a la intermediación de Rocío Durcal, que se convirtió en su mejor embajadora y defensora, es desde hace muchos años un tema adoptado por infinidad de bandas de mariachis. Estos músicos mexicanos han sido los que le han dado carta de naturaleza a un tema que escribió un andaluz afincado en Madrid, en la que se tiran piedras contra sucursales el Banco Hispano Americano y se sirven cubatas. Que María Jiménez pronuncie "cubata" entraba dentro de lo concebible, pero ¿quién podía esperar que se la escuchara a alguien vestido de charro, con sombrero y guitarrón? Es más, detengámonos un segundo para contemplar el momento en el que Julio Iglesias, entró en un estudio de grabación y cantó suavemente a un micrófono "cu-ba-ta".
Una canción, dos finales
La historia detrás de “Y nos dieron las diez” se ha documentado ampliamente, aunque según quien la cuenta varían ciertos detalles. Como dice la canción, fue una noche en un bar, aunque no después de un concierto ni en un pueblo con mar. A principios de los noventa, Sabina estaba en un local madrileño que frecuentaba, el desaparecido Bwana, y entró Enrique Urquijo, líder de Los Secretos, compañero y amigo con el que compartía gustos y hábitos noctámbulos. Inmediatamente se pusieron a hablar de música. Urquijo le contó que se encontraba preparando su próximo disco y sentía que andaba falto de ideas. Sabina sacó un papel y le enseñó las dos estrofas de una canción que acababa de empezar. A Urquijo le gustaron tanto que cogió una servilleta y, con el permiso de Sabina, las copió rápidamente. Entrada ya la madrugada, el mánager de Los Secretos convenció a Enrique de que era hora de marcharse y le acompañó en un taxi a casa. Durante ese camino, completó la letra de lo que más tarde sería “Ojos de gata”, que se incluiría meses después en el disco ¡Adiós tristeza” (1991). Ignorándolo, Joaquín continuó por su cuenta y la tituló “Y nos dieron las diez”.
A pesar de partir de las mismas dos primeras estrofas, aquel relato agridulce de un músico de paso y una camarera ansiosa por escuchar canciones tuvo dos finales muy distintos. En la imaginación de Urquijo se convertía en la antesala de un gatillazo producto de una borrachera, mientras que en la de Sabina en una inolvidable noche de pasión a la que desearía volver cada verano. Los que conocieron a ambos dicen que es el perfecto reflejo de quién era Enrique y quién fue Joaquín.
"Los dos nos estábamos enamorando mucho del México de José Alfredo Jiménez", recordó Sabina en el documental de Los Secretos “Una vida a tu lado” para explicar que tanto él como Urquijo coincidieran a la hora de convertir sus canciones en rancheras, en la estela del hombre que escribió temas inmortalizados por Chavela Vargas. Quizá la disposición de los primeros versos invitaba, pero también se ha escrito que Joaquín se cobró el favor tomando la melodía de “Ojos de gata”, puesto que Enrique se la mostró en una maqueta meses después del encuentro original. Mientras Enrique reconoció en los créditos de la canción la autoría de los versos de su amigo, esta fue la única canción de “Física y química” que Joaquín firmó en solitario.
En el caso de que Sabina utilizara la música de Urquijo, ¿hasta qué punto era consciente de que era a su vez de un tercero? Probablemente fue todo mucho más sencillo de lo que parece. Que en el videoclip de “Y nos dieron las diez” apareciera tocando crepuscular y en solitario un dobro, un tipo de guitarra asociada al country. Este instrumento gozaba de una renovada popularidad.
Fue en un pueblo con mar… en la isla de Lanzarote
En aquel vídeo, interpretando a una camarera sensual aparecía Goya Toledo en uno de sus primeros trabajos. La actriz, que había sido antes modelo, tenía poco más de 20 años cuando lo grabó y le abrió las puertas para aparecer en series de televisión y películas como “Mararía” –por la que estuvo nominada al Goya– o “Amores perros” –nominada al Oscar como Mejor Película Extranjera–. La actriz, que estudiaba en la escuela de Cristina Rota junto a su amiga Penélope Cruz, había llegado a la capital desde Lanzarote. Casualmente, una isla que en 2015 el propio Joaquín Sabina reveló que había sido decisiva para “Y nos dieron las diez”. Aquel "pueblo con mar" en el que conoció a una camarera que "reinaba detrás de la barra del único bar que vimos abierto" existió en realidad. En una conversación con el periodista Juanma Castaño, cuando le preguntó barriendo para casa si se trataba de Gijón, el cantante se sinceró: "Lo bueno que tienen las canciones es que en ese caso vale para todos los sitios que tienen mar, para eso las escribe uno. ¡Pero era Lanzarote!".
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