La luz que no se apaga: cómo cuidar y comprender a una persona con Alzheimer

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La enfermedad del Alzheimer afecta a día de hoy a más de 100.000 andaluces
La enfermedad del Alzheimer afecta a día de hoy a más de 100.000 andaluces / Pixabay
Raúl Carrera Fernández
- Psicólogo en Antas

02 de noviembre 2025 - 07:32

La enfermedad de Alzheimer es uno de los grandes retos que tenemos por delante, tanto para los profesionales como para los familiares de las personas mayores de 65 años.

Aproximadamente un 7 % de la población mayor de esa edad podría padecer Alzheimer y, según datos de la Junta de Andalucía, más de 100.000 personas en la comunidad están diagnosticadas con algún tipo de demencia.

Actualmente existe el Plan Integral de Alzheimer y otras Demencias de Andalucía, cuyo objetivo es orientar, prevenir, detectar, diagnosticar, atender y realizar un seguimiento a personas con algún tipo de deterioro cognitivo, ofreciendo apoyo tanto a pacientes como a familiares.

Hoy me gustaría explicaros las tres fases por las que suele pasar una persona con Alzheimer, para que podáis comprender cuáles son los síntomas más frecuentes y cómo podéis ayudar a quienes lo padecen.

Primer estadio

En esta fase inicial, que suele abarcar entre el segundo y el cuarto año, una de las claves para detectarlo son las dificultades con la memoria reciente. Cuando le preguntas a una persona con Alzheimer qué ha comido ese día o qué ha hecho por la mañana, probablemente no lo recuerde.

En estos momentos, la persona suele empezar a repetir los mismos temas. También aparecen algunos cambios en la personalidad: puede mostrarse más irritable, y al ser consciente de su enfermedad, experimentar frustración.

Será fundamental que realice actividades relacionadas con el lenguaje, como leer o hacer sopas de letras, además de usar listas de tareas que le ayuden a organizar el día. Para los familiares, es recomendable practicar ejercicios de memoria, tanto de momentos actuales como del pasado.

La memoria remota suele permanecer intacta y, aunque a veces se repita, no pasa nada por escuchar de nuevo esas historias que recuerdan y que siguen dando sentido a su vida.

Segundo estadio

En esta fase moderada, que puede durar entre tres y cinco años, la persona empieza a sufrir una mayor desorientación espacio-temporal (no recuerda fechas ni lugares) y amnesia tanto retrógrada como anterógrada (no recuerda hechos pasados ni consolida los nuevos).

En algunos casos, pueden aparecer síntomas psicóticos, como alucinaciones.

Cuando observamos estos signos en un familiar, debemos ayudarle en las actividades básicas de la vida diaria. Si es posible, es recomendable su ingreso en un centro donde pueda estar acompañado; en caso contrario, es fundamental que cuente con la presencia de un profesional o cuidador durante el día.

Tercer estadio

En esta fase avanzada —la última—, la duración es variable, pero los síntomas son más severos. Se presentan problemas de memoria, atención y lenguaje, además de dificultades motoras (“marcha a pequeños pasos”) y pérdida de reconocimiento hacia sí mismo y hacia los demás.

Esta etapa resulta especialmente dura, no solo para la persona enferma, sino también para sus familiares, que observan cómo su ser querido se va apagando poco a poco.

En este punto, es recomendable recibir terapia psicológica o apoyo emocional, para poder comprender el proceso, y asegurar que el afectado disponga de cuidados las 24 horas, ya que lamentablemente deja de poder valerse por sí mismo.

La luz se va apagando

La persona con Alzheimer se apaga lentamente, en una marea de frustración, miedo e irritabilidad, tanto por su propia confusión como por el impacto que genera en quienes la rodean.

No es consciente de muchas de las cosas que hace o dice; la muerte neuronal progresiva le va arrebatando poco a poco sus capacidades. Es una vela que se consume, pero que mantiene su llama hasta el final.

Aunque puedan tener dificultades para reconocer a sus seres queridos, la memoria emocional permanece. A través de gestos sencillos —dar la mano, acariciar, hablar con ternura— podemos reactivar esa llama que todavía arde, lenta, pero cálida.

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