Cincuenta aniversario del Aeropuerto de Almería

Un paseo de medio siglo por las nubes

  • El ingeniero y primer director civil, Carlos Revilla, y el actual, Pablo Lázaro, repasan el pasado, presente y futuro de una instalación vital para las comunicaciones de la provincia

  • El aeropuerto ha sido testigo desde el 6 de febrero de 1968 del tránsito de más de 27,2 millones de pasajeros y más de 542.000 operaciones aéreas

Con la ayuda de su bastón, Carlos Revilla Palacio recorre con calma el interior del Aeropuerto. Repasa la estructura de cada instalación con cierto interés, explorando de arriba a abajo cada recoveco en busca de defectos y vicios ocultos que sólo unos pocos privilegiados pueden apreciar dónde los demás sólo ven paredes y techos. Podría parecer un octogenario que pisa por primera vez una terminal y al que sobrecoge la aviación, pero nada más lejos de la realidad. Este ingeniero aeronáutico sevillano, pero afincado en Aguadulce desde los años sesenta, ha dedicado más de media vida a la construcción, consultoría y explotación de hasta medio centenar de aeropuertos de dentro y fuera de España. Uganda, Jamaica, Costa Rica, Colombia, Argentina, Cuba y Bahamas son sólo alguno de los destinos en los que ha trabajado con Aena y como profesional independiente para otras empresas. En nuestro país dirigió el de Alicante, la ampliación en Melilla y fue uno de los asesores de la reforma de Barajas con motivo del Mundial del 82. Pero todo empezó en Almería, en el paraje conocido como Los Albardinales sobre el que construyó, junto a dos ingenieros más, el aeropuerto de El Alquián entre 1966 y 1968. Lo hicieron, además, al terminar la carrera, con sobredosis de ilusión, pero sin experiencia. Fue su primera encomienda del Gobierno y no estuvo exenta de frenos y obstáculos como la escasez de agua procedente del pozo de Valeriano y de electricidad que obligaba a trabajar con generadores autónomos de energía. El cemento llegó desde Rumanía y Polonia en barcos al Puerto de la capital. Fue el director de las actuaciones, jefe de mantenimiento después y con la Transición asumió la dirección en 1981, siendo el primer responsable civil al desvincularse el organismo de la dependencia del comandante aéreo de Almería. Esta semana ha vuelto a recorrer los pasillos y pistas del aeropuerto en compañía de su director actual, Pablo Lázaro Melgar, con motivo del cincuenta aniversario de una instalación que ha sido, es y será vital para el progreso económico y social de la provincia. Pasado y presente analizan los retos de futuro de una infraestructura que se ponía en funcionamiento el 6 de febrero de 1968 después de una inversión de 349,3 millones de pesetas por parte del Ministerio del Aire. Las expropiaciones las había sufragado el Ayuntamiento de la capital. El director de aquellas actuaciones que se adjudicaron a la empresa francesa Dumez en diciembre de 1965 recuerda que se construyó con recursos limitados y turnos de trabajo de hasta once horas entre lunes y sábado. Los operarios sólo descansaban los domingos y festivos y no tenían vacaciones y aún así se inauguró con meses de retraso sobre lo previsto. La falta de rodaje de los tres ingenieros al cargo -tanto Carlos Revilla como Juan Valverde y el ayudante José Luis Sánchez- se compensó con la dilatada trayectoria de Dumez y de su jefe de obra Marcos García Cruzado. El entonces alcalde de Almería, Guillermo Verdejo, quiso aprovechar la profesionalidad de la empresa francesa y les encargó durante su estancia en El Alquián la pavimentación del Paseo del Generalísimo que completaron en una sola noche con maquinaria y planta del aeropuerto. Eran otros tiempos y no contaban con la tecnología ni maquinaria de hoy, reconoce el ingeniero de uno de los principales actores del potencial turístico de Almería. En estos cincuenta años de historia han sido más de 27,2 millones de pasajeros, de los que un 62,7% en el último ejercicio se movieron en vuelos con el extranjero.

Carlos Revilla dirigió el aeropuerto durante una época de crecimiento pausado y constante, si bien muy alejado de registros posteriores como los que llegaron en la primera década del actual siglo en la que se alcanzó el millón de pasajeros. "Entonces el tren era muy bueno y barato, mucho mejor que el de hoy, y los vuelos estaban al alcance de pocos y todavía había cierto miedo a coger el avión". Con la consolidación de las conexiones domésticas a Barcelona y Madrid, la irrupción de líneas con destinos europeos y la permuta de aeronaves pequeñas por las de 80-90 plazas la dinámica cambió y el uso de la aviación comercial se extendió a mayores cuotas de población. Si en 1968 operaron 1.372 aviones (una media de cuatro diarios) y se movieron 17.843 pasajeros, en el último ejercicio han sido 12.218 aeronaves (más de 30 cada día) y poco más de un millón de usuarios con destino o llegada en Almería. En los ochenta eran en torno a 200 trabajadores, recuerda el director de aquella primera obra del aeródromo de El Alquián, a quien gustaba y mucho quedarse a comer con la veintena de bomberos que entonces tenía el servicio de extinción porque disponían de un cocinero de primer nivel. Hoy son más de 400 profesionales para medio centenar de empresas. En sus diálogos de altos vuelos, Pablo y Carlos, último y primer gestor del aeropuerto, no sólo comparten cargo, anécdotas y compañeros en común, sino que además, al igual que el resto de trabajadores que han pasado por el aeropuerto, los que continúan y los que vendrán, tienen un mismo objetivo, el que hizo posible su puesta en marcha hace ya cinco décadas: contribuir al desarrollo social y económico de Almería. Las comunicaciones aéreas han servido para romper el secular aislamiento provincial y han sido uno de las herramientas de desarrollo del destino turístico. Aunque no se ha logrado canalizar la vieja aspiración de exportar las frutas y hortalizas, pese a los intentos en la década de los setenta. En 1977 se enviaron a países europeos casi 670.000 kilos, pero después fue a menos. En 2017 se han movido dos toneladas de carga, pero no del sector agroalimentario, cuya asignatura pendiente es exportar por avión y ferrocarril. El resto de ámbitos provinciales sí han tenido la respuesta del aeropuerto que necesitaban, más allá del turismo, como ocurrió con el cine.

Durante la construcción del aeródromo, en pleno movimiento de tierras, sus obras lo convirtieron en escenario del séptimo arte. El aeropuerto no estuvo ajeno a la vorágine cineasta de aquellos años, tampoco lo es hoy cuando recibe cada año a decenas de directores, localizadores e intérpretes de la industria audiovisual con rodajes de películas, series y todo tipo de anuncios, recibiendo en pleno despeje de terrenos, antes de su puesta en servicio, la visita de Brigitte Bardot, Yves Montand, Clint Eastwood o Lino Ventura, entre otros. El aeropuerto fue plató al aire libre para simular pistas en el desierto y en lugares exóticos. Carlos Revilla recuerda la llegada habitual de aquellos actores de reconocido prestigio, entonces en líneas regulares, si bien hoy las productoras disponen vuelos chárter. También rememora con cierta frescura pese al tiempo que ha transcurrido la primera visita del entonces Rey Juan Carlos I a bordo de un caza que pilotaba. Se dirigía hacia unas maniobras en el Levante, en la zona de Carboneras, e hizo escala casi sin avisar. La inauguración también tuvo sus anécdotas. Un día antes del aterrizaje de Franco, cuando todo el aeropuerto se vestía de gala con banderas nacionales y retratos del jefe de Estado, se produjo la avería del ascensor de la torre de control que se había previsto en el itinerario por las nuevas instalaciones del general. La solución fue colocar a uno de los trabajadores más vigoroso y corpulento debajo en la sala de máquinas por si volvía a fallar el ascensor recurrir a accionarlo mediante un proceso manual. Cuando bajaron a ver al operario estaba custodiado por un agente de la Guardia Civil que lo apuntaba al desconocer cuáles eran sus intenciones. Pero más tensa fue, según relata Revilla, la jornada en la que coincidieron en el recinto los seguidores de La Pasionaria Dolores Ibárruri y los de Blas Piñar de Fuerza Nueva. Los símbolos del comunismo y la extrema derecha tenían distintos vuelos, pero la falta coincidencia en los ochenta obligó a reforzar la seguridad del aeropuerto.

El golpe de Estado de Tejero en 1981 fue otro episodio de cierta incertidumbre y nerviosismo que tuvo que afrontar durante su mandato. Tuvo que volver al trabajo una vez que se había cerrado y hacer guardia toda la noche con unos invitados inesperados. Agentes de la Benemérita se pasaron allí la madrugada porque en la sala de autoridades había televisión, un privilegio del que carecían aún los cuarteles. Esa noche fue la única en la que se tuvo muy presente la caja fuerte. El actual director le preguntó esta semana al ingeniero aeronáutico por una leyenda que decía que todos los trabajadores tenían en ese cofre blindado una acreditación de su rango militar para emergencias. Y Carlos Revilla se lo confirmó. Esa documentación se mantuvo hasta que el aeropuerto dejó de ser dependencia del Ministerio del Aire y del comandante aéreo de Almería, Luis Páez Giménez. En aquellos años el aeropuerto abría un máximo de doce horas y contaba con plantilla de siete controladores. Había quiosco de prensa y tienda de suvenir, sobre todo cuando se multiplicaron los chárter desde medio mundo, de Noruega a los Estados Unidos o Rusia. Pero la infraestructura poco tenía que ver con las modernas terminales e instalaciones actuales. Así lo reconoce el que dirigió la actuación inicial del campo de vuelos y su primer edificio. Valora el buen diseño y las decisiones adoptadas en las sucesivas actuaciones de mejora, una primera en 1995 en la que se invirtieron 1.900 millones de las antiguas pesetas y otra posterior para ampliar su capacidad a casi 3 millones de pasajeros anuales completada en 2010 con 37 millones de euros de coste. "Hoy es un aeropuerto de calidad y buen gusto, mucho mejor organizado que la mayoría en los que he trabajado. Bonito y sencillo, con una luz agradable", comentaba durante su recorrido por las oficinas el primer director civil. "Las compañías están muy contentas y eso para nosotros es un buen síntoma", replica Pablo Lázaro, antes de mostrarle la nueva terraza al aire libre de la sala de embarque. Con vistas al mar y a las pistas y con un bar, un regalo para cualquier usuario, más aún si es fumador. Es otra de las mejoras recientes y todavía queda alguna más en cartera. El aeropuerto está remontando el vuelo después de una travesía por el desierto de la aviación ocasionada por la crisis económica. Gracias a su esfuerzo y tesón y al de cientos de trabajadores que han pasado por sus instalaciones en estos cincuenta años. Lo reiteran. Y siguen su paseo de medio siglo por las nubes.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios